¿Volver a Empezar?

¿Volver a Empezar?

07.10.2025  09:02 a.m.

Redacción: Jorge Arturo Díaz Reyes

Reflexiono sobre cómo, desde nuestros orígenes en África, los seres humanos hemos caminado buscando progresar y dominar la naturaleza. El toro, símbolo ancestral de fuerza y divinidad, ha acompañado nuestra historia hasta convertirse en rito y cultura. Hoy, en plena era digital, veo con preocupación cómo la globalización y la tecnología han uniformado al mundo, borrando tradiciones e identidades. Mientras prohibimos antiguos cultos como la tauromaquia en nombre del progreso, seguimos perfeccionando la violencia y destruyendo el planeta que alguna vez veneramos.

Cali - Colombia. Hace mucho tiempo, mucho, aunque no suficiente para ser siquiera un destello en la eternidad, nuestros comunes antepasados africanos echaron a andar. Migraron y migraron, buscando como ahora, salir adelante, vivir mejor, progresar…

El mundo es ancho y es nuestro. Con tan acuciante instinto y conveniente justificación, avanzaron hasta los confines sintiendo, compitiendo, contaminando, depredando, preguntando, aprendiendo, haciendo, proliferando, matando, muriendo…

Era la primera “globalización”, así no se conociera el término… Y en ella toparon con el toro, libre, fiero, potente, misterioso, temible. Se midieron con él, comulgaron con su carne y su sangre queriendo parecérsele. Se es lo que se come. Lo sacralizaron, lo adoraron, lo pintaron, le erigieron monolitos y templos, le cantaron, le danzaron, le ofrendaron. Era la celebración de su milagrosa, corta y frágil vida frente a la fuerza descomunal de la naturaleza encarnada en la divinidad.

Altamira, Lascaux, Mesopotamia, Egipto, Creta, Grecia, Roma, Galia, Ispania, y… América…, donde miles de años después, traído, y soltado en sus vastas llanuras por otra ola de migrantes, los adelantados del imperio español, en el que más tarde no se puso el sol, (segunda “globalización”, llamada conquista).

El homo sapiens ultramarino, que había olvidado ese dios, habría de reencontrarlo, reverenciarlo, y para su fiesta también aquí, levantarle plazas, como corralejas y como catedrales. Casi cuatrocientos años de culto libre. Hasta que comenzaron las prohibiciones.

En principio, militares: El general Ramón Freire 1823, en Chile. El general Máximo Tajes 1888, en Uruguay. El general Adna R. Chafee (norteamericano) 1899, en Cuba. El general Juan Domingo Perón 1941, en Argentina. A más de las temporales del general Porfirio Díaz 1876 a 1888, y el general Venustiano Carranza 1916 a 1919, en México.

Luego, hace apenas medio siglo, a un economista de Harvard, le dio por llamar “globalización” a lo que ocurría con el mercado mundial, y la palabra cundió a todo nivel. Sirvió para todo, ya cuando íbamos para la tercera, la virtual, esta sí bautizada por la desmemoria que la creyó primera. La misma que Marshall McLuhan había nominado antes, “Aldea global”. Anticipándose a la irrupción del Internet y la inteligencia artificial.

Todos con todos y con todo a una. El mundo es un pañuelo. Mejor dicho, un celular en el bolsillo. Nada oculto, ni el pensamiento. Algoritmos estandarizadores de unos y ceros cobijan y uniforman, en tiempo real. El futuro, no existe y el pasado pasó, anacronías ambos.

¿Y la historia, la tradición, los cultos, las culturas, subculturas, identidades? Bla, bla, bla… ¿Y los grandes relatos, las creencias, los mitos, el arte? Igual. ¿Y el toro, sus fieles, y su rito, la antidiluviana corrida, recreada en la modernidad del Siglo de las luces, simultáneamente con la ilustración, la ciencia, la revolución industrial y la democracia, qué? Barbarie, prohibida, prohibida, prohibida. Ya no por generales, ahora por políticos empoderados periódicamente, que con un click quieren “civilizar” a su turno los pueblos, formatearlos a gusto, reinventarles la cultura.

Rafael Correa en Ecuador 2011. Ricardo Martinelli en Panamá 2012. Justin Trudeau en Canadá 2019. Claudia Sheinbaum en México 2025 (corrida incruenta). Gustavo Petro en Colombia 2024, con efecto a 2027. En los demás países americanos, incluidos los Estados Unidos, no hay aún prohibición constitucional, aún…, y en Europa ¿qué pasará?

Imagino qué si nuestros andariegos ancestros africanos de la primera diáspora resucitaran de pronto, se maravillarían de todo. Pero más, de cuanto hemos logrado recortarnos la libertad. Y si miraran las guerras de hoy, en directo como nosotros, fliparían de a qué punto hemos refinado nuestra ferocidad, técnica y eficacia en el homicidio masivo.

Bueno, eso quizá si se lo permitieran, la náusea de ver y oler hasta dónde hemos ensuciado el planeta con nuestro progreso, y el asombro de comprobar cómo nos absolvemos de todo esto exterminando el toro.

Seguramente querrían desandar el camino para volver a empezar. O a lo mejor ni siquiera haber empezado. 

  

 

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