19.10.2025 07:18 a.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
Felipe Negret tuvo en Acho una tarde difícil pero formativa ante un encierro descastado de San José del Monte. Pese a los pitos, dejó ver actitud y seriedad. Joaquín Caro mostró oficio y clasicismo sin redondear faena, y Josuel Mallqui puso valor y corazón, sufriendo un percance leve que no pasó a mayores. Una tarde de aprendizaje, temple y verdad, donde el colombiano encontró más que un resultado: el reflejo de su propio camino torero.
Arbeláez - Colombia. La Feria del Señor de los Milagros 2025 abrió su primer capítulo en el histórico coso de Acho, con una tarde de expectación que reunió algo más de media entrada en los tendidos. El ambiente era el propio de las grandes citas: olor a albero húmedo, clarines que estremecen el alma, y ese rumor profundo que antecede a los sueños y a las verdades del toreo.
El encierro perteneció a la ganadería San José del Monte, divisa limeña de reconocida trayectoria, propiedad de don José Ignacio Vásquez, con reses de procedencia Torrestrella y Parladé, cruzadas en los últimos años con líneas de Jandilla buscando mantener la seriedad en la presencia y el fondo en la embestida. Los novillos lucieron buena conformación, con hechuras armónicas, serios de pitones, y trapío adecuado para la categoría de la plaza. Sin embargo, en su comportamiento mostraron falta de raza y transmisión, con tendencia a la huida y escasa entrega en los engaños. Solo el primero del encierro, de nombre "Jaranero", demostró nobleza y clase en la embestida, siendo ovacionado en el arrastre.
FELIPE NEGRET: LA SINCERIDAD ANTE EL ESPEJO
Le correspondió abrir plaza al novillero colombiano Felipe Negret, torero de Bogotá que viene forjándose en ruedos iberoamericanos con la serenidad de quien sabe que cada tarde es examen y destino. Con "Jaranero", el mejor novillo del encierro, tuvo ante sí una oportunidad de las que marcan el rumbo de una carrera. El animal repetía y humillaba, pedía mando y sitio, pero Negret no consiguió acoplarse. La lidia fue deshilachada, sin temple ni estructura. Buscó los terrenos, quiso ligar, pero el toro lo llevó siempre a su aire. La espada, tardía y caída, terminó por enfriar los ánimos, y los pitos sonaron como un recordatorio de que el oficio del toreo es una escuela que nunca se termina de aprender.
El segundo de su lote fue devuelto por sospecha de defecto visual, lo que alteró el ritmo mental de su actuación. Con el sobrero, un novillo rajado y sin celo, Negret puso voluntad y disposición, intentando agradar con tandas de mérito aislado. Pero el burel no colaboró, y la faena se fue diluyendo en la falta de materia prima. Mató de estocada baja y volvió a escuchar pitos, aunque en el fondo de los tendidos se percibió respeto hacia su entrega y seriedad.
No fue la tarde del triunfo, pero sí una tarde de aprendizaje. Negret mostró honestidad y temple interior, incluso cuando las cosas no salieron. Caminó hacia los medios al despedirse, saludando con humildad, sabedor de que las derrotas también enseñan, y que el ruedo de Acho, tan severo como justo, sabrá valorar en el futuro su crecimiento y su fe torera.
JOAQUÍN CARO: EL TEMPLE QUE MADURA
El limeño Joaquín Caro, segundo en el cartel, confirmó en Acho lo que ya se le conoce: un torero en formación con sentido de la lidia y compostura clásica. En su primer novillo, un animal con tendencia a tablas y querencia marcada, Caro tiró de recursos y paciencia. Consiguió algunos muletazos de buen trazo, templados, aunque sin continuidad. La faena tuvo destellos, pero no llegó a romper por la falta de entrega del astado. Mató de estocada baja y fue ovacionado.
Con su segundo, un novillo complicado que desarrolló sentido por ambos pitones, el joven limeño se mostró desconfiado y algo falto de recursos para resolver las dificultades. Mató de estocada contraria, escuchó un aviso y saludó desde el tercio con leves palmas. Aun así, su paso por Acho dejó la sensación de un torero en progreso, con fundamentos, que sabrá reponerse con rodaje y madurez.
JOSUEL MALLQUI: VALOR Y CORAZÓN
El cierre de la terna estuvo a cargo del peruano Josuel Mallqui, un torero de carácter valiente, de los que pisan el ruedo con el corazón por delante. En su primero, un novillo informal y con viaje corto, Mallqui se mostró decidido, variado con el capote y dispuesto con la muleta. Buscó siempre el lucimiento, tragando las miradas del toro y del público, hasta que un derrote seco lo volteó violentamente, cayendo de mala manera sobre el albero. Se reincorporó entre aplausos y siguió toreando con pundonor, aunque visiblemente aturdido. Mató de estocada contraria, escuchó un aviso y fue ovacionado por su entrega.
Con el que cerró plaza, un novillo reservón y de complicadas intenciones, Mallqui no logró acoplarse. Intentó sujetarlo por ambos pitones, pero el animal buscó las tablas con mal estilo. Acortó faena, pinchó y dejó una estocada baja, siendo silenciado.
Parte médico: tras la voltereta sufrida en el primero de su lote, Josuel Mallqui fue atendido en la enfermería de la plaza por el Dr. Fernando Oré, quien diagnosticó “contusión torácica izquierda y fuerte golpe cervical sin fractura aparente”. Se le recomendó reposo y observación, sin consecuencias graves. Salió por su propio pie, ovacionado por el público limeño, que valoró su entrega y coraje.
EPÍLOGO: LA VERDAD DE UNA TARDE
La tarde inaugural de Acho 2025 no quedará grabada por las orejas ni por las faenas rotundas, sino por la verdad que encierra cada intento, cada mirada al tendido y cada espada sincera. Fue una jornada de aprendizaje y contraste, donde tres jóvenes toreros enfrentaron el espejo más implacable del toreo: la realidad.
Felipe Negret, pese a las críticas, dejó una impresión de seriedad y profesionalismo, rasgos imprescindibles en quien aspira a trascender. Joaquín Caro reafirmó su temple y su clasicismo, y Josuel Mallqui, con su entrega valiente, se ganó el respeto de la afición.
Los novillos de San José del Monte, bien presentados pero pobres de raza, no permitieron el lucimiento que el público esperaba. Pero hasta en esas tardes, el toreo muestra su grandeza: cuando el triunfo no llega, lo que queda es la verdad del hombre frente al toro, la lucha íntima entre la técnica y el alma.
Y en esa arena de emociones, Felipe Negret salió de Acho sin gloria, pero con el corazón más sabio. Porque hay tardes que, aunque duelan, son el inicio de una carrera verdadera. Y el torero colombiano parece destinado a aprender, corregir y volver, con el alma templada y la espada firme, a buscar su verdad entre la arena y el silencio de los tendidos.