Adiós Florito, Alma y Rigor de los Corrales de Madrid

Adiós Florito, Alma y Rigor de los Corrales de Madrid

14.10.2025  09:52 a.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

El 12 de octubre quedó grabado en los anales de la Tauromaquia como el fin de una era. Florencio Fernández Castillo, “Florito”, cerró un ciclo de 39 años al frente de los corrales de Las Ventas. Profesional irrepetible, símbolo de responsabilidad, honestidad y sabiduría taurina, deja un legado imborrable de respeto, rigor y amor por el toro.

Arbeláez - Colombia. Fue el 12 de octubre, fecha de la Hispanidad y de las emociones universales, cuando Madrid vivió una jornada que quedará en la memoria de los aficionados. En el ruedo de Las Ventas, las pasiones propias del toreo se desbordaban entre muletazos y ovaciones; pero en los corrales, en ese territorio donde el misterio del toro bravo palpita antes de salir al albero, se vivía una emoción aún más profunda: la despedida de Florencio Fernández Castillo, “Florito”, mayoral del coso venteño durante casi cuatro décadas.

No fue un día cualquiera. Fue el cierre de una etapa dorada de profesionalismo, decencia y saber taurino. Florito no solo ha sido un nombre, sino una garantía de pulcritud, de orden y de respeto hacia el toro. Su sola presencia imponía serenidad y disciplina, porque en su oficio no había margen para el error. En los corrales de Madrid, donde se decide buena parte de la suerte de cada festejo, Florito fue siempre la voz de la experiencia y el guardián de la pureza.

DE “EL NIÑO DE LA PLAZA” AL GUARDIÁN DE LAS VENTAS

Nacido literalmente en el corazón del toreo, en la plaza de toros de Talavera de la Reina, donde su padre fue conserje, Florencio respiró desde la cuna el aire de los chiqueros. Fue novillero en su juventud con el apodo de “El Niño de la Plaza”, y aunque colgó el traje de luces en 1981, el destino tenía reservado para él otro tipo de gloria: ser la conciencia viva de los corrales del primer coso del mundo.

En febrero de 1986, el empresario Manuel Martínez Flamarique le confió una responsabilidad que marcaría su vida: la de mayoral de Las Ventas. Desde entonces, su sello de sencillez, rigor y discreción se convirtió en sinónimo de excelencia. En sus manos han pasado miles de toros de las más prestigiosas ganaderías, cada uno revisado con el ojo clínico de quien conoce el alma del toro bravo.

Su trabajo, aunque silencioso, ha sido tan esencial como el del propio torero. Florito garantizaba la integridad del espectáculo desde la raíz: el toro. Su palabra era ley entre los ganaderos, empresarios y veterinarios, porque su criterio era fruto de la experiencia y la honradez. Por eso, no es casual que en 2012 la Comunidad de Madrid le otorgara la Cruz de la Orden del 2 de mayo, distinción que solo reciben quienes han engrandecido el nombre y el patrimonio cultural de la región.

UN LEGADO DE ÉTICA Y AMOR POR EL TORO

Hablar de Florito es hablar de oficio, ética y pasión callada. Ningún aficionado ignora que detrás del esplendor del paseíllo hay un engranaje invisible, donde cada detalle cuenta. Allí, en la penumbra de los corrales, Florito fue maestro y ejemplo, un hombre de campo que entendió que el toro no es solo un animal de lidia, sino una obra viva de arte genética y bravura, merecedora del más profundo respeto.

Durante 39 años, su trabajo fue una lección diaria de equilibrio entre la tradición y la modernidad, entre la autoridad y la humildad. Con voz pausada y mirada firme, Florito imponía orden sin aspavientos, convencido de que el rigor también puede ser una forma de ternura hacia la Fiesta. Su trato hacia los profesionales, ganaderos, toreros y compañeros del equipo de plaza fue siempre cordial y digno. Jamás buscó protagonismo; su escenario eran los corrales, su público, los toros, y su aplauso, la perfección de un encierro bien presentado.

EL RELEVO DE LA SANGRE Y LA VOCACIÓN

Ahora, el testigo pasa a manos de Álvaro Fernández, su hijo, ingeniero aeroespacial de formación y heredero natural de esa mezcla de disciplina y amor por la Tauromaquia que define a los Fernández. Álvaro será el nuevo mayoral de Las Ventas, aunque no ejercerá como veedor, una tarea que su padre desempeñó con la misma minuciosidad que un científico. El apellido seguirá presente en los corrales, símbolo de continuidad, respeto y evolución.

Florito se despide con la satisfacción del deber cumplido y la serenidad de quien sabe que ha hecho historia sin alardes. Su nombre ya está inscrito en la memoria sentimental del toreo, junto a los grandes maestros de la discreción que engrandecen la Fiesta desde la sombra.

EPÍLOGO: UNA OVACIÓN DESDE EL SILENCIO

El 12 de octubre no solo se fue un hombre; se cerró una época. En los corrales de Las Ventas, el silencio tuvo eco de ovación. Porque Florito representa el alma del toreo serio, el que se hace con respeto, con verdad y con amor a la liturgia del toro bravo.

Su despedida no deja vacío, sino una enseñanza imborrable: la de hacer las cosas bien, sin estridencias, con el temple que solo poseen los verdaderos profesionales.
En tiempos de fugacidad y ruido, la figura de Florencio Fernández Castillo “Florito” se alza como un faro de dignidad, profesionalidad y pureza taurina.

El toreo, en su esencia más noble, le debe mucho. Y Las Ventas, desde hoy, llevará siempre su huella en el albero y en el corazón de sus muros.

  

 

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