25.08.2025 10:33 a.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
En el corazón de Vista Alegre, la Feria Taurina de Bilbao ha vivido su resurrección más esperanzadora de los últimos lustros. Con un ambiente de ilusión, toreros en estado de gracia y toros de bandera, las Corridas Generales han devuelto a la capital vizcaína la categoría y el pulso taurino que parecían perdidos.
Arbeláez - Colombia. Bilbao ha escrito una de las páginas más inesperadas y esperanzadoras de su historia taurina reciente. Cuando todo parecía perdido, cuando la ciudad parecía darle la espalda a sus Corridas Generales y Vista Alegre languidecía en silencio, la Semana Grande ha sorprendido con un ambiente de reencuentro, de ilusión y de orgullo cultural. Lo que muchos daban por una plaza en decadencia, ha renacido como escenario vivo y encendido, demostrando que la tauromaquia sigue siendo parte esencial del pulso de la villa.
LA INTERESANTE FERIA TAURINA DE BILBAO: UNA RESURRECCIÓN EN VISTA ALEGRE
En un tiempo donde las dudas y los nubarrones se cernían sobre el porvenir taurino de la capital vizcaína, Bilbao ha respondido con una rotunda afirmación: la tauromaquia sigue viva y tiene espacio propio en el corazón de su Semana Grande. La plaza de Vista Alegre, símbolo de la historia taurina de la ciudad, se vistió de gala para ofrecer la feria más vibrante, concurrida y esperanzadora de los últimos lustros.
No era fácil. Con una Aste Nagusia que ha relegado a la tauromaquia de sus programas oficiales, y una ciudad que parecía vivir de espaldas a sus Corridas Generales, la afición ha demostrado que su latido no se extingue. El coso bilbaíno, con un ambiente de ilusión y de reencuentro, volvió a convertirse en el epicentro de Vizcaya y punto de confluencia de aficionados de toda España y del sur de Francia. Los tendidos, que en los últimos años languidecían vacíos y fríos, se han mostrado llenos de vida, de bullicio y de ese caché que distingue a Bilbao como plaza de referencia.
La reducción del número de festejos y el cierre parcial de galerías superiores en tres tardes no fueron obstáculos, sino catalizadores de un fenómeno social taurino que llevaba demasiado tiempo en barbecho. Contra los datos no hay argumentos: se ha vivido la feria de mayor asistencia en décadas recientes, y lo que es más importante, se ha respirado ilusión. Esa palabra que, en los toros, marca la diferencia entre la simple asistencia y el compromiso sentimental con una plaza.
¿Se trata de un resurgir definitivo o de un espejismo? El tiempo dictará sentencia. Pero lo evidente es que Bilbao ha recuperado los ingredientes esenciales que hicieron de su feria un referente: ambiente, expectación y calidad. En los tiempos actuales, muy alejados de la fastuosidad del arranque del siglo XXI, esta recuperación supone un aldabonazo y un grito de libertad cultural. La tauromaquia ha reivindicado su espacio en la ciudad, un espacio que parecía mermado pero que vuelve a latir con fuerza.
ARTE Y BRAVURA SOBRE EL ALBERO
El ruedo, espejo de lo que sucede en los tendidos, fue un escenario donde se escribió la crónica de una feria inolvidable. El toro indultado de La Quinta quedará para la historia como estandarte de bravura y nobleza, en una corrida que reafirma el prestigio de la ganadería. Victoriano del Río firmó una tarde de altos vuelos, Dolores Aguirre trajo dos toros de una casta inolvidable, Fuente Ymbro aportó pujanza, y Garcigrande puso la nota de seda y pureza con un ejemplar de canela fina.
En ese marco, las figuras respondieron. Diego Urdiales, con una faena de cumbre, abrió la Puerta Grande y dejó la obra más exquisita y clásica de la feria. Borja Jiménez, triunfal y rotundo, escribió su nombre en letras de oro en Bilbao. Roca Rey, volcánico y arrebatador, encendió Vista Alegre con su poderío incombustible. Fernando Adrián se mostró mandón y solvente, mientras que Damián Castaño confirmó su condición de auténtico “Torero de Hierro” en Bilbao, con un toreo de entrega y pundonor.
Alejandro Talavante cortó una oreja de las que pesan, jugándose la vida con verdad. Pablo Aguado, sin trofeos, firmó una faena de pureza caligráfica, recordando el aroma caro del toreo sevillano. Cada uno, a su manera, aportó su grano de arena para que el conjunto resultara un mosaico de tauromaquia rica y variada, a la altura de la categoría de esta plaza.
UNA FERIA PARA LA ESPERANZA
El balance final no admite duda: Bilbao ha vuelto a ser Bilbao. Las Corridas Generales han recuperado la atmósfera que las distingue, y lo han hecho en un contexto difícil, lo que aumenta su mérito y significado. No se trata solo de la cantidad de público, sino de la calidad del ambiente, del regreso del entusiasmo, de la sensación compartida de estar ante un renacer.
La plaza de Vista Alegre, que muchos daban por herida de muerte, ha levantado la cabeza. Ha demostrado que la tauromaquia sigue siendo parte esencial de la identidad cultural bilbaína y que, cuando se conjugan toros con casta y toreros con entrega, la magia taurina es capaz de sobreponerse a cualquier crisis.
La Feria Taurina de Bilbao de este año quedará en la memoria como un punto de inflexión, como el aldabonazo que devolvió a la ciudad el orgullo de su tradición taurina. En definitiva, un canto a la esperanza. Porque sí: Bilbao vuelve a ser Bilbao.