19.05.2025 06:43 a.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
Durante su reciente concierto en Cali, Andrés Calamaro fue abucheado tras expresar su apoyo a la tauromaquia. En respuesta, el artista denunció la intolerancia de una minoría que, con actitudes inquisitivas, desconoce derechos constitucionales como la libertad cultural y profesional, afectando a las comunidades taurinas legalmente reconocidas. Su postura puso en evidencia una creciente parcialidad que prioriza el discurso animalista sin ponderar los derechos humanos fundamentales que protege la Constitución.
Arbeláez - Colombia. Una verdad incómoda dicha con valor. Así se resume lo que vivió el cantautor argentino Andrés Calamaro en su presentación del 17 de mayo de 2025 en la Arena Cañaveralejo de Cali. Frente a una plaza abarrotada, el artista, consciente del peso de sus palabras, dedicó su emblemático tema “Flaca” a toreros, ganaderos, banderilleros y aficionados, reconociendo el drama social y cultural de quienes han sido desplazados por decisiones políticas que proscriben la tauromaquia. Su gesto, lejos de ser anecdótico, se convirtió en una denuncia poderosa contra la cancelación de una tradición centenaria.
La reacción fue inmediata: abucheos, gritos y silbidos protagonizaron un acto de censura colectiva. Calamaro optó por el silencio digno, abandonando el escenario. Sin embargo, su voz resonó con fuerza al día siguiente a través de sus redes sociales, donde calificó lo vivido como la “ignorancia adolescente de una minoría”, defendiendo el derecho de Colombia a mantener vivas sus tradiciones culturales, entre ellas la tauromaquia.
Pero lo ocurrido no es un simple desacuerdo entre artista y público. Es un síntoma de una enfermedad más profunda: la erosión del pluralismo cultural y jurídico en una sociedad cada vez más inclinada a la imposición de una sola visión del mundo.
UNA VULNERACIÓN CONSTITUCIONAL EN TODA REGLA
Las palabras de Calamaro no fueron simplemente una defensa de la tauromaquia; fueron una proclamación en defensa de los derechos fundamentales consagrados en la Constitución Política de Colombia:
- Artículo 27: garantiza el derecho a ejercer libremente cualquier profesión u oficio. Al prohibir la tauromaquia, se impide a toreros, ganaderos, artesanos, músicos y peones ejercer una profesión legalmente reconocida, con raíces profundas en la historia y el tejido económico de muchas regiones.
- Artículo 26: asegura que nadie podrá ser molestado por ejercer una profesión lícita. La tauromaquia, a pesar de su controversia, ha sido declarada actividad legal y culturalmente protegida por múltiples fallos judiciales.
- Artículos 70 y 71: reconocen y protegen la diversidad cultural de la Nación, incluyendo manifestaciones tradicionales como la tauromaquia, elevadas al rango de patrimonio cultural inmaterial en muchas regiones del país. Su supresión ignora la riqueza plural del acervo colombiano.
- Artículo 13: establece que todas las personas son iguales ante la ley. Prohibir la tauromaquia afecta directamente a una minoría cultural específica, creando una discriminación inconstitucional que atenta contra el principio de igualdad material.
LA TAUROMAQUIA: UNA TRADICIÓN CON AMPARO LEGAL Y JURISPRUDENCIAL
La Corte Constitucional, en múltiples fallos (como la Sentencia C-666 de 2010, C-889 de 2012 y C-041 de 2017), ha reconocido que la tauromaquia, en las regiones donde es tradición, no puede ser prohibida arbitrariamente sin violar el derecho a la diversidad cultural. Se ha recalcado la necesidad de ponderar los derechos en conflicto, bienestar animal y libertad cultural, bajo principios de razonabilidad y proporcionalidad.
La imposición de una prohibición total, sin un análisis equilibrado, constituye una interpretación parcializada de los derechos fundamentales, donde se invisibilizan comunidades enteras en nombre de un discurso hegemónico que, en lugar de dialogar, cancela y excluye.
CALAMARO, UN DEFENSOR DE LO INCÓMODO PERO LEGÍTIMO
En medio de la corrección política que domina el espectro público, Andrés Calamaro alzó la voz por aquellos que hoy no tienen espacio ni en los ruedos ni en los medios. Su defensa no fue una provocación, sino una declaración de principios, de alguien que comprende que una sociedad democrática se define por su capacidad de tolerar lo diverso, lo incómodo y lo distinto.
“Colombia es taurina como es musical, es tradicional, cultura, trabajo y libertad”, sentenció. Y con ello, tocó el corazón del problema: la lucha por la supervivencia de un mundo que se niega a ser borrado por decreto o censurado por moda.
EPÍLOGO: ENTRE DERECHOS Y PASIONES
La noche en que Calamaro fue abucheado por defender la tauromaquia será recordada como un acto de valentía cultural. Porque más allá del arte, lo que se está jugando es el alma plural de Colombia. Y en ese ruedo, el toro no es el enemigo. El enemigo es el olvido de la Constitución y la imposición del pensamiento único.