
30.11.2025 07:23 a.m.
Redacción: Juan Pablo Garzón Vásquez
Camas volvió a rendirse ante la figura irrepetible de Curro Romero, su Hijo Predilecto, en un emotivo acto que inmortaliza la huella del maestro en su ciudad natal y reafirma la vigencia de un mito que transformó la Tauromaquia en arte mayor.
Lenguazaque - Colombia. La ciudad celebra la esencia y la eternidad de Curro Romero, el genio que la puso en el mapa del toreo. El mediodía del sábado 29 de noviembre quedará escrito con tinta de oro en la memoria de Camas. No fue un acto más, ni un simple protocolo municipal: fue una declaración colectiva de identidad, un latido compartido, un reconocimiento a la importancia histórica, cultural y emocional que Curro Romero, el eterno Faraón de Camas, sigue teniendo en su tierra. La ciudad se detuvo para mirar a su hijo más universal, para honrar al torero que convirtió su nombre en patrimonio sentimental de la Tauromaquia y que, desde su particular manera de entender el toreo, elevó a Camas a categoría de cuna de arte.
A las 13:00 horas, en la calle Santa María de Gracia número 13, un número ya cargado de simbolismo, se descubrió un busto con el rostro sereno y enigmático del maestro. La escultura no pretende únicamente fijar en bronce la expresión del torero, sino perpetuar una forma de sentir y de hacer el toreo que marcó época: la del temple absoluto, la verticalidad hierática, la pureza extrema, la hondura que solo se alcanza desde una autenticidad sin concesiones. Ese toreo inconfundible que no se aprende, que nace, que se respira… y que, en el caso de Curro Romero, terminó por delinear una escuela sin herederos.
UN ACTO QUE REUNIÓ A LA AFICIÓN, AL TOREO Y A UN PUEBLO ENTERO
El homenaje congregó a representantes municipales, familiares del maestro, matadores de toros, profesionales del sector y un nutrido grupo de aficionados y vecinos. Camas entera se hizo presente, como si cada asistente aportara una pieza del mosaico emocional que envuelve a la figura de Romero.
Entre los presentes destacaron nombres de distintas generaciones del toreo: El Almendro, Emilio Muñoz, Diego Urdiales, Juan Ortega, Pablo Aguado, David de Miranda, Tomás Campuzano, Pepín Liria, Rafael Torres, Esaú Fernández o Alfonso Oliva Soto. Su presencia fue un testimonio silencioso de lo que Curro significa para la profesión: un espejo inimitable, un referente atemporal, un maestro sin necesidad de cátedra.
No hubo palabras que hicieran falta para explicar lo evidente: todos estaban allí porque el toreo, entendido en su versión más artística, no podría contarse sin él.
CURRO ROMERO, IDENTIDAD Y MITO
A sus casi 92 años, que cumplirá mañana lunes, el maestro sigue siendo un mito viviente, no solo para Camas o para Sevilla, sino para la Tauromaquia entera. Su vida torera, iniciada el 25 de julio de 1954 en el desaparecido coso de La Pañoleta, es un viaje marcado por contrastes, por esos célebres "dientes de sierra" que lo convirtieron en un torero imprevisible, capaz de la cima y del abismo, dueño de tardes para olvidar y de faenas que pasaron de inmediato al imaginario colectivo.
Porque Curro no toreaba: Curro interpretaba. Cada pase era una declaración estética, una invitación al silencio, una liturgia sin prisa. Por eso su nombre está escrito con letras de oro en lugares clave: siete Puertas Grandes de Madrid, cinco Puertas del Príncipe en Sevilla, tardes que forman parte del patrimonio emocional de la afición.
Pero más allá de los números, su grandeza reside en lo intangible: en lo que dejó grabado en la sensibilidad del aficionado, en la manera en que dignificó el arte de torear hasta convertirlo en una experiencia espiritual.
UN CUARTO DE SIGLO SIN SU ÚLTIMO PASEÍLLO… PERO NUNCA LEJOS DE LA AFICIÓN
Este año se cumple un cuarto de siglo desde que Curro Romero realizó su último paseíllo en La Maestranza, un dos (2) de mayo del año 2000. Poco después, su retirada definitiva llegó tras torear un festival en La Algaba junto a Morante de la Puebla, su heredero espiritual y el torero que mejor ha sabido beber de esa fuente inagotable de inspiración llamada Curro.
Sin embargo, su ausencia de los ruedos no ha disminuido la fuerza de su presencia. Camas, Sevilla y la Tauromaquia entera siguen encontrando en él un símbolo de autenticidad, un faro artístico, un espejo donde mirarse cuando la Fiesta reclama su esencia más pura.
CAMAS LO ENTIENDE Y LO SIENTE: CURRO ES PARTE DE SU PROPIA HISTORIA
El busto inaugurado no es un punto final, sino un punto de partida para reforzar la memoria de quien llevó el nombre de Camas por el mundo. Es un gesto de gratitud, pero también un compromiso: mantener viva la herencia cultural, estética y emocional de un torero que convirtió su ciudad en territorio mítico dentro del planeta taurino.
Camas, una vez más, se miró en su Faraón. Y al hacerlo, recordó que hay figuras que, por su grandeza, no pertenecen solo al pasado: pertenecen a la identidad profunda de un pueblo.
Y Curro Romero, con su tiempo lento, su figura legendaria, su arte irrepetible, es, y seguirá siendo, la esencia misma de Camas.





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