Candelario (España): Ritter, el Reencuentro Soñado

Candelario (España): Ritter, el Reencuentro Soñado

28.07.2025  11:25 a.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

En Candelario, Sebastián Ritter firmó una de las tardes más rotundas de su carrera, desorejando por partida doble y paseando un rabo, en un festejo donde la entrega, la pureza y la hondura de su toreo marcaron el camino de su esperado reencuentro con la tauromaquia.

Arbeláez – Colombia. La plaza portátil instalada en la histórica localidad salmantina de Candelario fue testigo de un acontecimiento taurino que quedará grabado en la memoria de los aficionados: el reencuentro de Sebastián Ritter con la plenitud del toreo. Tras un tiempo de silencios y pausas, el diestro colombiano volvió a vestirse de luces con la decisión de reencontrarse con su mejor versión, y lo logró con una tarde que rozó la perfección, rubricada con cuatro orejas y un rabo, en una actuación de alta nota y profunda verdad.

UN FESTEJO MIXTO CON SABOR A TRIUNFO

El cartel lo componían el rejoneador David Gomes, el propio Ritter y el novillero Félix San Román, lidiándose astados de Agustínez, El Pilar y Monte de la Ermita, hierros de garantía y casta que dieron juego desigual. Especial mención mereció el cuarto toro de El Pilar, premiado con la vuelta al ruedo tras exhibir bravura y entrega en todos los tercios.

David Gomes abrió plaza con solvencia, dejando pasajes de temple y doma elegante a lomos de su cuadra, cortando dos orejas tras una faena medida y de mérito. Félix San Román, que mostró frescura y ambición, desorejó a su primer novillo con una labor de entrega juvenil, aunque en su segunda actuación no logró conectar y fue silenciado. Pero la tarde tenía un nombre escrito con letras de oro: Sebastián Ritter.

RITTER: PUREZA, TEMPLE Y AUTORIDAD

El colombiano hizo suyo el ruedo desde que se abrió de capa. Con su primer toro, un ejemplar con nobleza y transmisión, desplegó un toreo de capa templado, dibujando verónicas de mano baja y cadencia que emocionaron a los tendidos. La faena de muleta fue un compendio de temple y largura, con series ligadas por ambos pitones, llevando la embestida cosida a la tela con la naturalidad de quien siente y vive el toreo. La estocada, recibiendo con pureza, puso en pie a la plaza, y los pañuelos blancos inundaron los tendidos: dos orejas al esportón.

El clímax llegó en el cuarto, el toro de la tarde, al que Ritter entendió desde el primer instante. Lo toreó con hondura, asentando los pies en la arena y dibujando muletazos largos y de mano baja, cargados de verdad. El público vibró con cada tanda, en especial con los naturales, largos, mandones y de trazo limpio, que parecían detener el tiempo. La rúbrica fue otra estocada de libro, tras la cual la plaza estalló en júbilo. El palco concedió dos orejas y el rabo, mientras el toro era premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.

EL REENCUENTRO CON SU DESTINO

Más que un triunfo, lo de Ritter fue una reivindicación personal y profesional. Su faena tuvo el perfume del toreo caro y la entrega de un torero que busca dejar huella. En Candelario, Ritter no solo cortó cuatro orejas y un rabo: se reencontró con su destino taurino, con la esencia de un arte que exige valor, entrega y autenticidad.

Los aficionados salieron convencidos de que el colombiano está llamado a ocupar un lugar destacado en la temporada. La tarde de Candelario, con su ambiente cercano y entusiasta, quedará como el punto de inflexión de un torero que vuelve a brillar con luz propia.

  

 

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