César Rincón, Entre la Nostalgia y la Gloria

César Rincón, Entre la Nostalgia y la Gloria

08.10.2025  06:29 a.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

Diecisiete años después de su despedida, César Rincón regresa al ruedo de Las Ventas, el mismo que lo elevó a la gloria en 1991, para cumplir un sueño pendiente: decir adiós a Madrid con el alma abierta. En una entrevista concedida al diario La Razón de España, el maestro colombiano revive su pasión, su fe en el toreo y su eterna gratitud a la plaza que lo convirtió en leyenda.

Arbeláez - Colombia. En una emotiva entrevista publicada por el diario La Razón de España, el maestro César Rincón abrió su alma y sus recuerdos para hablar del que será uno de los momentos más simbólicos de su vida: su regreso a Las Ventas diecisiete años después de su retirada. En esas declaraciones, el ídolo colombiano revive con profunda emoción su vínculo eterno con Madrid, la plaza que lo encumbró al mito en 1991, y comparte el sentimiento íntimo que lo impulsa a volver al ruedo para rendir homenaje a Antoñete y despedirse, por fin, de su afición con el corazón en la mano.

EN EL SENTIMIENTO DEL MAESTRO CÉSAR RINCÓN

El destino, a veces caprichoso y siempre misterioso, ha querido que César Rincón vuelva a pisar la arena de Madrid, esa que lo vio renacer como mito y lo consagró como uno de los más grandes toreros de la historia moderna. Han pasado diecisiete años desde su retirada y treinta y cuatro desde aquella tarde de mayo de 1991, cuando Las Ventas se rindió ante un colombiano desconocido que acabaría abriendo cuatro Puertas Grandes consecutivas, un hito irrepetible. Ahora, el “César de Madrid” vuelve a su templo, no para buscar la gloria, esa ya la alcanzó, sino para saldar una deuda emocional: despedirse como siempre quiso, en la plaza que marcó su vida.

Madrid me cambió la vida desde aquel 21 de mayo de 1991. Todo lo que tengo es agradecimiento”, confiesa el maestro con esa mezcla de humildad y solemnidad que solo poseen los elegidos. No habla solo de trofeos o de tardes memorables. Habla de una historia vital tejida entre el toro, la familia y la afición. Porque para Rincón, la tauromaquia nunca fue una profesión: fue un modo de sentir, una forma de existir.

Su regreso, previsto para el 12 de octubre en el festival organizado por Morante de la Puebla en homenaje a Antoñete, tiene el peso de las emociones que se acumulan cuando el alma torera se resiste a apagar su último fuego. “Me quedé muy triste porque no pudo ser mi despedida en Madrid”, recuerda con nostalgia. En 2007 una lesión le impidió decir adiós a su afición madrileña. Se marchó desde Barcelona, con la espina clavada del adiós inconcluso. Hoy, ese vacío encuentra su cauce.

Morante fue el artífice del milagro. “Tienes que estar”, le dijo el sevillano, y la frase quedó resonando en el pecho del colombiano. “Le agradecí enormemente la invitación, pero desde entonces no he dormido. Llevo dos meses y medio con esa emoción y esa responsabilidad.” Esas palabras desnudan el corazón de un hombre que no perdió la pasión ni la disciplina: “Estoy entrenando con las mismas calzonas de hace 17 años. No me puse a dieta, solo a entrenar. Verme anunciado en Madrid es tan fuerte que hasta me cerró el apetito.

En su voz hay ilusión de novillero y temple de veterano. La emoción lo desborda cuando habla del cartel ya agotado en apenas 24 horas. “Eso me motiva muchísimo”, reconoce, con los ojos húmedos de quien ha sabido sobreponerse a golpes más duros que los del pitón. Porque si algo define a Rincón es su capacidad para resurgir: “La vida ha sido muy puñetera conmigo en lo personal, pero el toro me ha devuelto la sonrisa. Gracias al toro he vuelto a vivir.

Y es que el toro ha sido para él espejo, refugio y motor. En cada embestida, una enseñanza; en cada herida, una renovación. “El toro te da la vida nuevamente”, sentencia con la convicción de quien lo ha experimentado en carne propia. No hay discurso impostado ni nostalgia fingida: hay un hombre que se sabe parte de una liturgia que le dio sentido a su existencia.

Pero el maestro no esquiva la realidad. Habla con tristeza de la prohibición de las corridas en su Colombia natal: “Nos han arrebatado mucho sin darnos cuenta. La tauromaquia significa historia, cultura y libertad. Es lamentable que dirigentes de mi país nos hayan quitado algo tan arraigado.” Su voz, aunque serena, vibra de indignación cuando advierte del riesgo que corre la fiesta: “Esto ya pasó en Colombia y puede pasar en México. Los enemigos de la libertad están al lado nuestro.” Defiende la tauromaquia como patrimonio vivo, como herencia cultural que trasciende fronteras: “La tauromaquia es España, pero también es internacional.

Rincón también mira hacia el futuro. Sabe que el relevo generacional es vital y se emociona al hablar de los jóvenes que hoy se acercan a los toros: “Muchos no me han visto torear, saben quién soy por lo que representa mi nombre, pero no me han visto en la plaza. Qué bonito despertar esa alegría en la gente joven que quiere verme.” Para él, cada nueva mirada es un recordatorio de que el arte del toreo sigue vivo en los corazones.

El maestro sueña con su última faena en Madrid. “He soñado mil faenas. Me encantaría poder citar un toro de largo y que se viniera como tantas veces lo he hecho.” Habla con esa mezcla de técnica y sentimiento que solo los grandes pueden conjugar. No busca una tarde más, sino un cierre redondo, una comunión con su público, un brindis eterno al maestro Antoñete y a la propia vida. “No vengo a pasar el rato; quiero triunfar y rendir homenaje. Espero que Madrid me devuelva una sonrisa.

César Rincón volverá al ruedo donde nació el mito. Lo hará con el alma plena y el cuerpo entrenado, con la memoria de sus glorias y el respeto intacto por el toro. No se trata de una reaparición, sino de un epílogo escrito con el corazón. Madrid lo espera, y él vuelve no como el torero invencible de los noventa, sino como el hombre que aprendió a templar la vida con la misma verdad con la que templó la embestida de un toro bravo.

Porque, en el fondo, César Rincón no vuelve a despedirse: vuelve a sentirse vivo, a sentir el rugido de Madrid una vez más. En el ruedo y en el alma. En el sentimiento. En la historia.

  

 

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