14.07.2025 03:37 p.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
La Feria del Toro de Pamplona cerró con una miurada descastada, alejada del mito que forjó el hierro de Zahariche. A pesar de ello, la terna lidió con profesionalismo y pundonor. Escribano sacó brillo al oficio, Castaño al corazón, y Colombo, con ingenio, firmó su tercera Puerta Grande consecutiva. Un cierre técnico, áspero y emotivo para una feria que aún late con fuerza pese a las ausencias.
Arbeláez - Colombia. Pamplona cerró su emblemática Feria del Toro con una tarde de orgullo taurino, profesionalismo y entrega, más allá de lo que ofrecieron los toros de Miura, ganadería legendaria cuya corrida distó, y mucho, del arquetipo que la hizo inmortal. Lo de hoy fue una miurada descastada, sin fuelle ni emoción, que obligó a los toreros a vaciarse por dentro para sacar algo que poner en los medios y, sobre todo, en los corazones de quienes abarrotaron los tendidos.
Los de Zahariche no vinieron con la carta de presentación que presume Pamplona para su corrida de cierre: ni trapío ni casta. Un encierro carente de emoción, de codicia y de ese peligro sordo que normalmente encierra a esta divisa. En su mayoría, toros zancudos, destemplados, sin humillar, con embestidas a la defensiva o sin embestir directamente. El hierro sevillano ofreció un lote más digno de plaza menor que de la Catedral del encaste duro. Y sin embargo, la tarde fue de emoción, porque la emoción se construye cuando el toro no la da.
ESCRIBANO: TÉCNICA Y TEMPLE ANTE LA NADA
Manuel Escribano fue el primero en enfrentarse al reto de construir faena sin cimientos. Su primero, alto de cruz, largo y despegado del suelo, mostró cierta nobleza y temple en el primer tramo de faena. El sevillano lo saludó con decisión en chiqueros y mostró solvencia en el manejo de los trastos. Faena limpia, ligada, basada en la derecha, con series con pulso, pero sin fondo por parte del animal. Se apagó el toro y Escribano supo cerrar con una estocada trasera que fue lo más contundente de la lidia.
En el cuarto, un toro más armónico, pero de carácter reservado, la lidia fue un ejercicio de inteligencia táctica. Muy complicado en banderillas, se orientó pronto y exigió precisión quirúrgica. El torero de Gerena se jugó la piel, saliendo bien librado de un tercio de banderillas que tuvo más peligro del que se aplaudió. Ya con la muleta, el toro ofreció un espejismo de embestida que duró apenas dos series. Escribano las aprovechó al máximo, dejando una impresión de solvencia y técnica sobrada. Ovación merecida en ambos turnos.
CASTAÑO: CORAZÓN Y PUNDONOR ANTE LO IMPOSIBLE
El salmantino Damián Castaño fue el que se llevó el lote más ingrato. Dos toros sin alma, sin celo, sin un paso adelante. Su primero, otro zancudo sin expresión, recibió un puyazo medido, pero desde banderillas mostró su negativa a colaborar. Parado, sin entrega, ni siquiera respondió a los cites más comprometidos del torero, que acortó distancias, incluso se fue de rodillas, pero no hubo oponente. Con dignidad y una media en la yema, Castaño firmó el acta de defunción del burel.
El quinto fue otra historia triste. Más bajo, pero de sienes abiertas, lo recibió con hasta tres largas cambiadas. Ilusión que se diluyó al comprobar que el toro llegaba al último tercio blando, feble, sin alma ni motor. Castaño supo distanciarse para darle sitio, y cuando entendió que no habría emoción, tiró de desplantes para robar el calor de las peñas en su última ebullición. Ovación justa para el esfuerzo sin recompensa.
COLOMBO: TERCER MILAGRO PAMPLONÉS
Jesús Enrique Colombo volvió a hacer lo imposible: salir a hombros con una miurada sin miura. El venezolano se ganó la tercera Puerta Grande consecutiva en Pamplona con esta ganadería, mérito de mérito en tiempos de anémica casta.
Su primero, bizco del pitón izquierdo y voluminoso, no se prestó en ningún momento. Parado, defensivo, sin ritmo. Colombo, como torero del siglo XX metido en un ruedo del XXI, tiró de tauromaquia añeja, de improvisación, de piernas y corazón. Toreó en movimiento, sin ligar pero con intención, y selló la faena con una estocada contundente que valió una oreja ganada con sangre fría y mente caliente.
En el sexto, otro zancudo que no humilló y que se paró antes de que la faena tomara vuelo, Colombo volvió a demostrar que cuando no hay toro, hay Colombo. Lo recibió con variedad, se lució en banderillas, moviola, violín, y con la muleta tiró de repertorio: molinetes encadenados, desplantes a cuerpo limpio y una actitud encendida que conectó con una plaza en pleno frenesí final. Volvió a matar con verdad y facilidad. Una oreja con fuerte petición de la segunda que el presidente no concedió, pero el público ya lo había elevado a categoría de héroe.
PAMPLONA: LA FIESTA SIGUE VIVA
La última corrida de la Feria del Toro de Pamplona 2025 no será recordada por los toros. La divisa de Miura dejó una imagen pobre, sin la mínima sombra de su leyenda. Pero sí será recordada por el coraje profesional de tres toreros que honraron la historia de esta plaza: uno con técnica (Escribano), otro con entrega (Castaño) y un tercero con duende y milagro (Colombo).
El fervor de las peñas, el lleno en los tendidos, y la entrega de los actuantes demuestran que Pamplona sigue viva, a pesar de las ausencias ganaderas o las embestidas fallidas. Porque al final, no siempre hace falta el toro bravo para que la emoción entre por la Puerta Grande.