Crónica de San Isidro: Juan de Castilla, Verdad Sin Remiendos

Crónica de San Isidro: Juan de Castilla, Verdad Sin Remiendos

27.05.2025  05:57 p.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

En una tarde huérfana de bravura y plena de complicaciones, emergió la figura rotunda del colombiano Juan de Castilla, quien, herido por el tercero y enfrentando dos toros imposibles, dejó la impronta de un torero con alma, agallas y entrega. Fue el único que, entre el genio y la mansedumbre del encierro de Dolores Aguirre, logró que el público vibrara con una vuelta al ruedo ganada a ley, rubricada con una estocada de cartel.

 

Arbeláez - Colombia. Hay tardes en que la bravura no se encuentra en los toros, sino en el hombre que, aun sin materia prima, decide jugarse la vida con dignidad, con entrega, con una verdad que no admite maquillajes. Tardes donde el triunfo no se mide en trofeos, sino en arrestos, en cicatrices y en el respeto ganado a ley. En la arena de Cenicientos, donde la aspereza del encaste de Dolores Aguirre impone pruebas más que ofrece lucimiento, el colombiano Juan de Castilla bordó una gesta que no precisa estadísticas. En un cartel donde el toro fue manso, reservón o directamente imposible, emergió el nombre de un torero que, herido, volvió al ruedo con el pundonor de los que creen en esto más allá del resultado. Aquella tarde sin brillo ganadero tuvo, sin embargo, un protagonista indiscutible. Y su nombre quedó grabado con sangre, valor y torería.

VERDAD SIN REMIENDOS: LA ENTREGA DE JUAN DE CASTILLA EN UNA TARDE SIN TORO

A veces, cuando falta el toro, el hombre tiene que ser más que torero: tiene que ser símbolo. Cuando el encaste embiste con genio y no con casta, cuando el viaje es sin entrega, cuando el juego se atrinchera en la tapia y en la violencia sin clase, es entonces cuando se mide de verdad el temple del lidiador. La tarde de hoy en la plaza fue todo eso. Una corrida de Dolores Aguirre que enseñó la cara más árida y traicionera de su encaste, con mansedumbre encubierta de fiereza, y un cartel en el que solo uno emergió como figura, como verdad, como torero: Juan de Castilla.

Robleño, en tránsito de retirada, se topó con un primero de feas formas y peores intenciones. Manso de libro, con la cabeza arriba, sin querer tela ni pelea, que se fue a tablas y allí se descompuso como potro cerril. El madrileño, con oficio, lo pasaportó sin más, con profesionalidad y sin épica, como quien ya conoce demasiado bien ese calvario.

Tampoco Castaño tuvo suerte con su lote. El segundo, un toro débil y escurrido, nunca terminó de entregarse ni de caer, ni fue ni vino. El salmantino se limitó a buscarle las vueltas sin violentarlo, sacando muletazos sin alma porque el enemigo carecía de ella. Solo el quinto dejó atisbos de embestida, una tanda vibrante por la derecha donde Castaño se vació, con pureza, exigiendo abajo. Duró poco el animal, pero lo suficiente para justificar una ovación tras una estocada sincera.

Pero todo eso quedó empequeñecido ante lo que logró, o más bien construyó con sangre y voluntad, el colombiano Juan de Castilla.

El tercero fue un toro zancudo, frío, que se metía por dentro como cuchilla. En el recibo, sin aviso ni contemplación, arrolló de mala manera al torero antioqueño, que cayó a merced del burel. El pitón le abrió la taleguilla y le marcó el muslo, mientras el susto congelaba la plaza. Se levantó, sin mirarse. Se puso unos vaqueros para cubrir la rotura del vestido, como quien se remienda la herida con pundonor, y se volvió al toro. El animal, sin clase y con mal estilo, no regaló nada: embestidas a medias, tornillazos, miradas por dentro. Pero Juan de Castilla le aguantó todo, y más.

Por el pitón derecho, con la muleta en la cara y el corazón en la yema de los dedos, se la jugó una y otra vez. No había música, ni claveles, ni eco de fiesta. Pero sí había verdad. Esa que no necesita adornos porque es cruda, porque es sincera. La misma verdad con la que, cuando llegó el momento, recetó un volapié antológico: reunión perfecta, el brazo por delante, y el acero entrando hasta la cruceta. Fue una de esas estocadas que valen una tarde. Petición, no suficiente. Pero el público entendió y premió su entrega con una vuelta al ruedo que fue clamor y justicia.

Y aún quedaba el sexto. Otro tanque de carnes duras, que embestía con aspereza y protestando, que no se tragaba un muletazo ni por error. Juan volvió a presentarse de rodillas en chiqueros, jugándosela en la larga. Fue una declaración de intenciones, de esas que se hacen sin voz pero con cuerpo. En la muleta, lo intentó todo: por abajo, por alto, por ambas manos. El toro no quería gloria, solo buscar el pecho. Y aun así, el colombiano no renunció. Se mantuvo firme, tragó derrotes, ganó terrenos imposibles, y terminó su actuación con la misma verdad con la que la había comenzado: sin mentiras, sin atajos, sin trampa.

Esa es la diferencia entre el torero que pasa y el que se queda en la memoria. Entre quien va a hacer lo justo y quien se entrega con todo lo que tiene, aunque sea un pedazo de pierna envuelto en vaquero. Juan de Castilla, colombiano de Medellín, escribió hoy una página heroica con sangre, temple y torería. Sin toreo de salón, sin toro colaborador, sin notas dulces. Solo con entrega, solo con verdad. La suya. La que duele, la que se respeta, la que trasciende.

Ficha del Festejo

Martes 27 de mayo, 2025 - Plaza de Toros de Las Ventas - Decimosexta de la Feria de San Isidro 2025 - Corrida de Toros - Toros de Dolores Aguirre: 1o Manso y descompuesto. 2o No se empleó nunca. 3o Manso y complicado. 4o Reservón. 5o Con movilidad y sin entrega, se resintió cuando lo exigieron. 6o Probón y con genio. Fernando Robleño: Silencio y Silencio. Damián Castaño: Silencio y Ovación. Juan de Castilla: Vuelta tras petición y Silencio.

Parte Médico de Juan de Castilla

El torero de Medellín sufrió “dos heridas por asta de toro: una sobre la cresta ilíaca posterior, con una trayectoria de 15 centímetros hacia delante que rodea la cresta y alcanza la espina ilíaca antero-superior, y otra trayectoria superficial de 5 centímetros hacia la línea media. Además, otra herida en el pene, con desgarro superficial”. Fue intervenido bajo anestesia local en la propia enfermería del coso madrileño.

  

 

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