De Justo y Luque: Torería en Estado Puro

De Justo y Luque: Torería en Estado Puro

17.09.2025  06:02 a.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

En la novena de abono en Albacete, Daniel Luque y Emilio de Justo hicieron valer su torería y oficio para arrancar una oreja cada uno a un complicado encierro de Jandilla, mientras Tomás Rufo se estrelló con un lote imposible que apenas le dejó opciones.

Arbeláez - Colombia. La novena de abono de la Feria de la Virgen de los Llanos en Albacete dejó una tarde de contrastes: el ganado de Jandilla, irregular y falto de entrega, puso en aprietos a la terna anunciada. Sin embargo, en medio de la grisura ganadera emergieron dos nombres con luz propia. Daniel Luque y Emilio de Justo tiraron de oficio, temple y verdad para demostrar que la torería se impone incluso en las circunstancias más adversas, rubricando cada uno una oreja de peso que supo a triunfo en una tarde cuesta arriba.

LA ENORME TORERÍA DE EMILIO DE JUSTO Y DANIEL LUQUE

La Chata vivió este martes 16 de septiembre una tarde que quedará marcada no por la pujanza del ganado, sino por la capacidad, la firmeza y la torería de dos espadas que siguen marcando el paso en el escalafón. La novena de abono de la Feria de la Virgen de los Llanos puso en el ruedo seis astados de Jandilla, desiguales en presentación y escasos en juego, que obligaron a los coletudos a emplear oficio, temple y valor. Y en ese terreno, tanto Emilio de Justo como Daniel Luque demostraron que su categoría no depende del toro que toque en suerte, sino de la manera en que saben domeñar la adversidad.

DE JUSTO: PUREZA Y EMPAQUE DE TORERO GRANDE

El cacereño Emilio de Justo pasó sin opciones con el segundo, un toro vacío y deslucido que en ningún momento quiso humillar. Apenas pudo abreviar y dejar todo en el olvido. Pero el destino le reservaba el quinto, un Jandilla de nobleza y clase que, sin ser boyante, tuvo repetición y permitió al torero mostrar su mejor concepto.

Desde el inicio, doblándose con torería, De Justo impuso mando y serenidad. Midió las distancias con precisión quirúrgica y fue construyendo una faena de gran asiento, basada en tandas rotundas por el derecho, rematadas con pases de pecho de hondura y largura. Por el izquierdo, el toro se desplazó con suavidad y ahí aparecieron los naturales largos, de trazo limpio, con el empaque de los toreros que torean para sí mismos y hacen disfrutar al público. La media estocada, de colocación precisa, bastó para derribar al astado y arrancar una oreja de ley, oreja que pesó más por el fondo de torero grande que por la generosidad del palco.

LUQUE: INTELIGENCIA, TEMPLE Y UN SELLO DE MANDO

El sevillano Daniel Luque abrió plaza con un toro abanto que desde salida mostró sus limitaciones. Entendió que forzar la máquina sería quemar el cartucho demasiado pronto y optó por un toreo de pulso, a media altura, buscando siempre el trazo limpio en la muleta. No hubo lucimiento, pero sí intención de someter al animal sin quebrarlo. Estocada tendida y ovación que supo a reconocimiento de los tendidos hacia un torero que nunca se arruga.

Su gran obra llegó con el cuarto, un toro con algo más de movilidad y opciones. Luque lo recibió con chicuelinas de mano baja que levantaron el olé de los aficionados. Ya con la franela, lo sometió con series templadas por el derecho, pitón por el que se entregó el animal con mayor nobleza. La izquierda no permitió ligazón, pero el de Gerena tiró de raza y acortó distancias en un final de faena vibrante, rematado con luquecinas que encendieron La Chata. La espada, tras un pinchazo, se hundió y el premio fue una oreja indiscutible, reconocida como justa recompensa a una labor de mando y exposición.

RUFO: ENTREGA SIN PREMIO

Al toledano Tomás Rufo le tocó bailar con la más fea. Su lote fue una sucesión de imposibles: el tercero se defendió constantemente, quedándose corto y punteando las telas, mientras que el sexto desarrolló peligro hasta el punto de lanzarle varios derrotes que por poco lo cogen. Rufo se la jugó, aguantó parones y miradas a destiempo, firmó muletazos aislados de mérito y mostró disposición. Pero la espada, baja en el primero de su lote y caída en el último, certificó un paso silencioso por Albacete en una tarde que no era para lucirse, sino para sobrevivir.

UNA TARDE QUE ENGRANDECE A LOS TOREROS

El encierro de Jandilla, lejos de lo que se esperaba, fue un examen duro que redujo el espectáculo a destellos aislados. Y sin embargo, de esa dificultad emergió lo mejor: la capacidad de Daniel Luque y Emilio de Justo para extraer agua de un pozo casi seco. Ambos pasearon una oreja, pero más allá del trofeo quedó patente su torería enorme, ese poso de verdad que solo los toreros grandes saben transmitir.

En La Chata, con tres cuartos de entrada y el público deseoso de emociones, lo que triunfó no fue el toro, sino el hombre. Y en ese ruedo, Luque y De Justo escribieron otra página seria y rotunda de su particular camino en la temporada.

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