De Reparto en la 4ª de Cali: Cuadrillas que Mandan

De Reparto en la 4ª de Cali: Cuadrillas que Mandan

30.12.2025  07:46 a.m.

Redacción: Andrey Gerardo Márquez Garzón

La noche dejó una lección clara y contundente: cuando la disciplina, el orden y el oficio gobiernan a las cuadrillas, la lidia alcanza altura, coherencia y sentido taurino. Más allá de triunfos individuales, fue el trabajo colectivo, medido y jerarquizado, el que sostuvo el pulso de una velada exigente y de alto contenido técnico.

Cali - Colombia. En una noche donde el protagonismo no se limitó al espada ni al comportamiento desigual de los novillos, las cuadrillas se erigieron como el verdadero eje de equilibrio y solvencia del festejo. La plaza fue testigo de cómo la disciplina y el orden interno, virtudes muchas veces invisibles para el gran público, marcaron la diferencia entre el desconcierto y la lidia bien entendida. Cada tercio, cada llamada, cada cite y cada colocación respondió a una estructura clara, a un respeto riguroso de los tiempos y a la jerarquía del escalafón dentro del ruedo.

Desde el primer novillo de la noche, quedó sentada la pauta. Efraín Ospina firmó una buena vara, recibiendo al burel con firmeza y aguantando el arreón con sitio y temple, sin descomponer la suerte ni alborotar al animal. Ese primer acto de orden permitió que la lidia posterior fluyera con naturalidad. La cuadrilla respondió con una estupenda lidia a cargo de Carlos Rodríguez, Iván Darío Giraldo y Antony Dicson, quienes entendieron al novillo, lo llevaron cosido al capote y dejaron el terreno servido para un gran tercio de banderillas, ejecutado con reunión, precisión y ajuste a los cánones clásicos.

El segundo novillo reafirmó el mensaje. Reinario Bulla administró la vara con inteligencia, dosificando el castigo y cuidando al burel, señal inequívoca de disciplina y lectura correcta del comportamiento del animal. La brega de Alex Benavidez, junto a José Chacón y Héctor Fabio Giraldo, fue de manual: colocaciones exactas, capotazos necesarios y sin alardes, preparando un tercio de banderillas donde los palos llegaron bien clavados, sin carreras innecesarias ni improvisaciones.

Con el tercer novillo, la cuadrilla volvió a mostrar por qué el oficio se impone cuando hay orden. Hildelbrando Nieto dejó una gran vara, resolviendo con experiencia el intento de sorpresa del burel, solventando la situación con recursos técnicos y serenidad. La brega inteligente de Jhon Jairo Suaza fue clave para someter y fijar al animal, dándole continuidad a una lidia estructurada. En banderillas, Emerson Pineda se mostró eficiente y Arley Gutiérrez dejó un buen par, confirmando que la coordinación interna de la cuadrilla estaba perfectamente engranada.

El cuarto novillo volvió a subrayar la importancia del rigor profesional. Luis Viloria fue eficiente en la suerte de varas, sin abusar ni quedarse corto. Carlos Rodríguez, oportuno y profesional, resolvió la brega con solvencia, siempre en el sitio correcto. Iván Darío Giraldo ejecutó con corrección, aunque solo dejó un palo, mientras que Antony Dicson firmó un gran par de banderillas, demostrando que incluso cuando hay dificultades, el orden permite minimizar errores y mantener la dignidad del tercio.

El quinto novillo trajo consigo la prueba más dura de la noche. Agustín Romero enfrentó una papeleta compleja, con un burel complicado y un ambiente enrarecido por la presión del público. En medio de esa tensión, destacó el justo reclamo de Sebastián Castella a la presidencia, denunciando un cambio de tercio reiterado a lo largo de la Feria sin la venia del actuante, un hecho que atenta directamente contra el orden reglamentario y la autoridad del torero en el ruedo. Aun así, la cuadrilla respondió con profesionalismo: José Chacón realizó una brega sin tacha, Alex Benavidez pasó apuros y solo dejó un palo, y Héctor Fabio Giraldo cumplió con un par arriesgado, exponiendo y manteniendo el compromiso pese a las circunstancias adversas.

El sexto y último novillo cerró la noche reafirmando el valor del trabajo bien estructurado. Edgar Arandia dejó una vara eficiente y en buen sitio, cuidando la embestida y respetando la condición del animal. Emerson Pineda volvió a mostrar una brega eficaz, mientras que Jhon Jairo Suaza pasó apuros y solo pudo dejar un palo. Arley Gutiérrez, sin embargo, dejó un buen par, cerrando el tercio con decoro y profesionalidad.

En conjunto, la noche fue una lección de tauromaquia de equipo. Las cuadrillas demostraron que la lidia no se improvisa, que el orden no es una formalidad sino una herramienta fundamental para interpretar al toro, y que la disciplina es la base sobre la cual se construyen los momentos de brillo. Cuando cada peón entiende su rol, respeta los tiempos y actúa con sentido colectivo, el espectáculo gana en verdad, en profundidad y en emoción.

Más allá de los palos, las varas y los apuros, quedó claro que el toreo grande también se escribe desde el anonimato relativo de las cuadrillas, esas que, con silencio y rigor, sostienen la arquitectura de la Fiesta.

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