29.09.2025 09:08 p.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
El maestro César Rincón, conmovido por el recuerdo de su padrino de alternativa, Antoñete, prepara con disciplina y pasión su regreso a Las Ventas el 12 de octubre de 2025 en el Festival pro-monumento. Entre tentaderos, faenas a puerta cerrada y el calor de su cuadrilla de siempre, Rincón muestra que su torería y entrega siguen intactas, dispuesto a rubricar una tarde histórica en Madrid.
Arbeláez - Colombia. En el otoño madrileño, donde los colores del campo bravo se confunden con la solemnidad de la Fiesta, el nombre de César Rincón vuelve a ocupar titulares. Y no como eco del pasado, sino como presente vivo y ardiente. El maestro bogotano se ha tomado con la seriedad de sus grandes citas la preparación para el Festival pro-monumento a Antoñete, a celebrarse en Las Ventas el próximo 12 de octubre de 2025. No es una tarde cualquiera: se trata de honrar la memoria de aquel que le dio la alternativa, Antonio Chenel “Antoñete”, y de reencontrarse con un coso que fue su casa y su consagración.
Quien le ha seguido en sus visitas recientes al campo afirma con rotundidad que jamás se le vio tan feliz. Rincón, a sus años de retiro desde 2008, ha regresado a las dehesas como quien recobra la esencia primera de su vocación. En la finca de Zacarías Moreno, ganadería forjada sobre los pilares de Daniel Ruiz, Garcigrande y Domingo Hernández, se le vio impecablemente vestido para un tentadero. La pureza del gesto, la mirada fija en la embestida de las vacas, el diálogo íntimo entre el hombre y el animal: ahí estaba el César que forjó leyenda en Madrid, ahora en la antesala de otra página dorada.
El recuerdo lo arropa. Aquella tarde del 8 de diciembre de 1982 en la plaza de Santamaría de Bogotá, con José Mari Manzanares padre como testigo y Antoñete como padrino, quedó grabada en la historia del toreo colombiano. “Feligrés”, número 711, con sus 453 kilos, fue el toro de la alternativa. Hoy, 43 años después, Rincón se siente otra vez como aquel joven doctorado, con la ilusión intacta y el compromiso redoblado.
No se trata solo de técnica o preparación física. El maestro ha matado un par de toros a puerta cerrada para recuperar el temple, la colocación y la firmeza de la muñeca. Pero lo que conmueve es la actitud: esa entrega casi juvenil, ese brillo en los ojos del que aún quiere dar razones a su afición. Conversa largamente con los ganaderos, se interesa por el porvenir de cada eral y cada vaca, como si el tiempo no hubiera pasado.
El cartel de su cuadrilla aporta otro elemento de hondura. José Antonio Barroso, en el castoreño, aportará el rigor de los caballos. A pie, Gustavo García “Jeringa”, inseparable en la etapa de plenitud del torero, y Vicente Herrera, completan la línea de plata. En la trastienda, donde se gestan los triunfos, estará Juanito Márquez, su mozo de espadas de siempre, aquel con quien compartía lances en las sabanas bogotanas cuando ambos eran solo soñadores de barrio. Esa lealtad que atraviesa décadas es también parte del rito.
En la parte organizativa, ha sido clave la mano discreta de Luis Manuel Lozano, último apoderado del maestro, con la experiencia heredada de la Casa Lozano y el recuerdo vivo de los años en que Luis Álvarez fue mentor y guardián de sus intereses. Todo está medido, pensado y cuidado, como en los tiempos en que Rincón convertía Madrid en territorio conquistado.
El 12 de octubre no será un día más en la temporada. La plaza de Las Ventas recibirá a un César Rincón rejuvenecido por la ilusión, empapado del aroma de la torería más auténtica, arropado por su gente y por la memoria de Antoñete. La expectación no es gratuita: quienes lo han visto aseguran que algo grande se está gestando. Y si el destino se cruza con la inspiración, la afición madrileña volverá a vibrar con el torero que tantas veces la puso en pie.
Porque hay tardes que trascienden lo taurino. Y la del Día de la Hispanidad de 2025 puede ser, con César Rincón en el ruedo, una de esas que se escriben en letras de oro.