20.07.2025 04:58 p.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
El maestro César Rincón, ícono del toreo colombiano, reflexiona con hondura y sinceridad sobre su posible reaparición en Las Ventas tras 15 años de retiro. Invitado por Morante de la Puebla para rendir homenaje a Antoñete, Rincón no descarta la idea, pero advierte con responsabilidad que no basta con querer, sino también con poder. La noticia rebosa de respeto, memoria y ética torera.
Arbeláez - Colombia. En una época donde la inmediatez y el espectáculo muchas veces se imponen al contenido, emerge con fuerza la voz serena y sincera de César Rincón. Desde su retiro en Bogotá, el maestro colombiano ha irrumpido nuevamente en el ruedo de la opinión pública taurina, no con desplantes ni anuncios grandilocuentes, sino con una declaración que cala hondo por su carga de humanidad y respeto al toro y al toreo.
El tema está sobre la mesa. La posibilidad de ver nuevamente al coloso de Bogotá vestido de luces en la arena más exigente del mundo, Las Ventas de Madrid, ha estremecido los tendidos de lado y lado del Atlántico. La fecha no es menor: 12 de octubre. La causa, aún más noble: un festival matinal cuyo objetivo es levantar un monumento en honor al maestro Antonio Chenel, "Antoñete", figura imprescindible del toreo madrileño y padrino de la alternativa de Rincón.
La propuesta llegó de la mano de José Antonio "Morante de la Puebla", quien personalmente contactó al bogotano para hacerle partícipe del cartel. “El maestro Morante muy amablemente me llamó, me habló, me dijo que toreara en Madrid y que sería un privilegio para él y seguramente para la afición. Me cogió de sorpresa pues hace 15 años que no toreo y yo expresé cuando me retiré en Bogotá que no volvería a torear”, comenta Rincón con la voz de quien mide cada palabra como un pase de pecho.
No hay respuestas rápidas en su reflexión, porque tampoco hay frivolidad en su gesto. Su lenguaje, pausado, recuerda que, en el toreo verdadero, cada decisión está impregnada de responsabilidad. "Es un momento importante", añade. Y sí que lo es. No se trata de un regreso por nostalgia, ni de una función de vanidades. El fondo es un homenaje. La forma, un compromiso.
Morante ha extendido la invitación como un gesto de admiración y compañerismo, y Rincón la ha recibido con gratitud. "Cuando hay agradecimiento también hay una motivación de hacerlo", afirma. Pero de inmediato matiza con la entereza del que se conoce a fondo: “no es solo la cabeza, sino que una cosa es querer y otra poder”.
Ese “poder” no es únicamente físico. Es el conjunto de facultades, temple, técnica y verdad que exige estar frente al toro en Las Ventas. Rincón, que se convirtió en figura cuando muchos creían que en América no nacían toreros de categoría mundial, sabe bien lo que significa anunciarse en Madrid. La exigencia es máxima. Y más aún cuando se lleva a cuestas una trayectoria construida desde la ética, no desde la rentabilidad.
No se trata de un sí ni de un no. Se trata de la verdad. Y en tiempos donde sobran los anuncios y faltan los compromisos, la actitud del maestro adquiere valor doble. No basta con que “le suene” la idea, como se dice en su Colombia natal, tampoco bastan los tentaderos recientes a unas cuantas vacas. El gesto, por noble, no puede vaciarse de contenido. Y eso lo sabe él mejor que nadie.
César Rincón es de los que no ha confundido el adiós con el olvido. Se retiró con dignidad en la misma plaza donde se doctoró: Bogotá. Y sus palabras en ese día fueron claras. Hoy, más que romper una promesa, pondera con altura si tiene aún dentro el toreo con el que escribió páginas gloriosas en la historia moderna de la tauromaquia.
Morante ha sabido tocar una fibra especial. El legado de Antoñete no es cualquier motivo. Fue el padrino de su alternativa, una figura que representa el temple, la estética y la entrega del toreo de siempre. Y que sea precisamente por él que se plantea este regreso potencial, le otorga al festival una dimensión espiritual, casi de rito.
En esa línea, lo que diga Rincón no será un gesto de vanidad sino una expresión de respeto, hacia el toro, hacia el público, hacia sí mismo y hacia el toreo como arte mayor. Si se da, será una página imborrable. Si no, quedará como una lección de responsabilidad profesional y de integridad personal. En ambos casos, ganamos todos.
El maestro no ha dado una respuesta definitiva. Y en eso radica también la belleza de este momento. Porque, como en un natural eterno, está midiendo la distancia justa, buscando el tiempo exacto, esperando el sitio idóneo.
Que tome la decisión que tome, César Rincón ya ha dado una lección que pocos hoy están en capacidad de ofrecer: que el toreo no se mide por el número de festejos, sino por la profundidad de los gestos. Y que hay toreros que, incluso en el silencio, siguen toreando la vida con verdad.