11.08.2025 08:15 p.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
El maestro César Rincón, leyenda viva del toreo, volverá a vestir de corto en Las Ventas el 12 de octubre de 2025, diecisiete años después de su despedida en Bogotá. Será en un festival ideado por Morante de la Puebla para rendir homenaje a Antonio Chenel “Antoñete”, su padrino de doctorado. Rincón asume el reto con un esfuerzo físico y emocional colosal, impulsado por la sensibilidad y la gratitud hacia quien marcó su vida taurina.
Arbeláez - Colombia. En el toreo, hay gestos que pesan más que la gloria y que, en el ruedo íntimo de los sentimientos, valen más que cualquier puerta grande. El maestro César Rincón, forjado en las faenas memorables que hicieron temblar los cimientos de Las Ventas en los años 90, ha anunciado que volverá a pisar ese albero el 12 de octubre de 2025. No lo hará para buscar aplausos fáciles ni para medir fuerzas con el tiempo, sino para rendir tributo a quien le abrió las puertas de la historia: Antonio Chenel “Antoñete”, su padrino de alternativa en la plaza de toros de Santamaría de Bogotá.
La cita es mucho más que un festival: es un acto de gratitud, una devolución de afecto, un reconocimiento público a una amistad y a una herencia taurina que trasciende generaciones. Morante de la Puebla, alma mater de la idea, ha reunido un cartel de auténtico lujo para levantar un monumento en honor al maestro de pelo cano y mirada profunda, eterno referente de torería. El programa, que se desarrollará en la mañana de ese domingo, anuncia la lidia de ejemplares de distintas ganaderías para Pablo Hermoso de Mendoza, Curro Vázquez, César Rincón, Enrique Ponce, Julio Aparicio, Morante de la Puebla y Olga Casado.
Pero si hay un nombre que sacude las fibras de la afición madrileña, ese es el de Rincón. Diecisiete años después de colgar el traje de luces tras aquel mano a mano con Ponce en Bogotá, el colombiano volverá a sentir el latido de la monumental. La decisión no es caprichosa: detrás hay semanas de preparación silenciosa, sacrificios físicos y un ajuste mental que solo entiende quien ha cruzado la frontera entre la plenitud y el retiro. La espada, el capote y la muleta han vuelto a sus manos, no como herramientas de combate, sino como símbolos de respeto.
El propio Maestro Rincón ha reconocido a su entorno que este compromiso “nace de la sensibilidad y la gratitud”. Sensibilidad para entender el momento histórico que significa rendir homenaje a Antoñete en la plaza que fue su templo; gratitud porque, sin aquel madrileño elegante y sabio, su carrera no habría tenido el mismo rumbo. El vínculo entre ambos no fue solo de padrino y ahijado taurino, sino de maestro y discípulo en la liturgia y la ética del toreo.
El esfuerzo para llegar a punto el 12 de octubre no es menor. El Maestro Rincón se somete a rutinas de entrenamiento intensivo, combinando ejercicio físico, toreo de salón, tentaderos y preparación mental. El cuerpo, que guarda la memoria de mil batallas, ha respondido con la dignidad de quien conoce la exigencia del toro bravo y la severidad de Las Ventas. En lo emocional, el compromiso es aún más profundo: volver a enfrentarse a esa marea de ojos críticos y a ese silencio que corta el aire en Madrid exige un temple que no se improvisa.
El festival no será una corrida más, sino un capítulo de historia viva. Antoñete, desde la eternidad, verá cómo uno de sus hijos taurinos se juega de nuevo el alma por él, en el mismo ruedo que los vio compartir cartel y sueños. Y la afición, que tiene memoria de hierro, sabrá que ese día, más allá de las orejas o los trofeos, habrá asistido a una lección magistral de valores tan esenciales en el toreo como en la vida: gratitud, esfuerzo y respeto.
El 12 de octubre, en Las Ventas, no solo se rendirá homenaje a un maestro, sino que se demostrará que, cuando la causa lo merece, el tiempo no es barrera para un torero de verdad. Y el Maestro César Rincón, con su sensibilidad intacta, volverá a ser, aunque sea por una mañana, el torero que conquistó Madrid a golpe de verdad.