Jaén 2025: La Bravura de los Victorinos en su Punto y la Terna en Plenitud

Jaén 2025: La Bravura de los Victorinos en su Punto y la Terna en Plenitud

19.10.2025  07:09 a.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

La Feria de San Lucas 2025 cerró en Jaén con una gran corrida de Victorino Martín, seria y encastada, que dejó dos toros de vuelta al ruedo. Curro Díaz, El Cid y David Galván salieron por la Puerta Grande tras un espectáculo de torería, valor y entrega. El Cid firmó la faena más rotunda, con tres orejas; Curro Díaz se impuso con arte y raza ante dos toros exigentes, y Galván rubricó con dos orejas su regreso tras el percance. Una tarde grande, de emoción y verdad, que cerró con brillo la temporada taurina.

Arbeláez - Colombia.  Jaén amaneció con ese aire de expectación que solo despierta la cita grande. La Feria de San Lucas bajaba el telón de la temporada 2025, y lo hacía con una corrida que prometía, y cumplió: los legendarios toros de Victorino Martín, emblema de casta, fiereza y verdad, pisaban el albero jienense para medir el temple, el valor y la torería de una terna de lujo: Curro Díaz, El Cid y David Galván. Tres estilos, tres almas, una misma entrega.

La plaza, con tres cuartos de entrada, lucía como en las tardes memorables: pañuelos blancos en las manos, murmullos de expectación y ese olor a albero recién regado que despierta los sentidos de los buenos aficionados. Sonaba el clarín, y con él, el respeto. El hierro de Victorino, ese de la A coronada, volvía a imponer su ley.

Abrió plaza Curro Díaz, el torero de Linares, en quien la estética y la serenidad se dan la mano. El primero, un toro que echaba las manos por delante, no se lo puso fácil. Fiero, con ese genio tan propio de la casa, exigía colocación y mando. Curro, con la firmeza de los toreros hechos en el dolor y la pureza, entendió pronto al animal y se impuso con inteligencia. La faena creció en la zurda, donde dejó muletazos hondos, de trazo lento y cintura templada. La estocada, rotunda, cayó en su sitio. Una oreja ganada a ley, de las que pesan más por la verdad que por el número.

El cuarto de la tarde fue otro cantar. Toro serio, con presencia y con fondo. Curro, en su tierra y ante su gente, volvió a mostrar ese sabor añejo que lo distingue. Lo recibió a la verónica con empaque y compás, y ya con la muleta, hilvanó una faena que navegó entre la inspiración y el riesgo. El toro de Victorino humilló con nobleza cuando se le llevó sometido, pero nunca regaló nada. Cada muletazo fue un pulso con la historia. Hubo un instante de angustia —una voltereta fea al entrar a matar— que heló los tendidos, pero Curro se levantó, entero, con la raza de los toreros que no negocian con el miedo. Volvió a entrar, y aunque mató al tercer intento, cortó otra oreja que supo a triunfo. El toro, bravo y encastado, fue premiado con la vuelta al ruedo.

Y entre ambos, El Cid firmó su tarde grande. El sevillano, que este año ha toreado con más profundidad y serenidad que nunca, se encontró con un segundo toro de nota alta, de esos que permiten soñar con el toreo eterno. “El Cid” se estiró a la verónica con gusto, y con la muleta templó el alma del público. Toreó con ambas manos, pero especialmente con la izquierda, donde brotaron naturales largos, profundos, de mano baja, de los que hacen vibrar a la afición. Faena de estructura, de temple y verdad. La espada, algo trasera, hizo que el toro tardara en caer, y el aviso no restó mérito. Dos orejas, y vuelta al ruedo para el toro.

Con el quinto, un toro exigente y con teclas, el de Salteras volvió a mostrar que está en plenitud. Toreó con conocimiento, imponiéndose a las complicaciones del animal sin perder la conexión con los tendidos. Faena de madurez, de oficio y cabeza fría. Tras una estocada certera, paseó su tercer trofeo de la tarde, cerrando su campaña con broche de oro.

El cierre lo escribió David Galván, que regresaba a los ruedos tras el percance sufrido en Las Ventas. Venía herido, pero con hambre. El tercero de su lote, bronco y sin clase, no le dio opción, y Galván optó por abreviar con inteligencia. Pero el sexto cambió la historia: un toro serio de cara, con emoción y complicación. El gaditano, con torería fresca y firmeza mental, se impuso desde el primer momento. Faena de poder sobre la derecha, mandando, corrigiendo defectos, y siempre con la muleta puesta donde manda el corazón. Mató de entera y cortó dos orejas, sellando su temporada europea con la gloria de una Puerta Grande que supo a redención.

Cuando el último toro dobló y los tres diestros cruzaron juntos el umbral de la Puerta Grande de Jaén, el público se puso en pie. Era la despedida de la Feria de San Lucas, pero también el tributo a una tarde donde la torería, la entrega y el valor fueron protagonistas frente a una corrida de Victorino Martín que volvió a demostrar por qué su nombre está escrito en la historia grande de la bravura.

Jaén se fue al anochecer con el eco de los olés todavía flotando en el aire, y con el orgullo de haber cerrado la temporada con una de esas tardes que alimentan la memoria del aficionado. Porque el toreo, cuando se hace de verdad, trasciende la plaza: se queda en el alma.

  

 

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