Juan de Castilla: El Rugido Silencioso que Estremece Europa

Juan de Castilla: El Rugido Silencioso que Estremece Europa

05.05.2025  06:39 a.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

El torero colombiano Juan de Castilla deja huella en la exigente mini feria de Tres Puyazos en San Agustín de Guadalix y se consolida como figura emergente en los carteles más duros de Francia y España. Entre el viento, la casta y la verdad, su paso por Europa está forjando una historia de lucha, pureza y torería a prueba de todo.

Arbeláez - Colombia. Europa taurina asiste al despertar de una figura distinta, auténtica y comprometida con la verdad del toreo. Se llama Juan de Castilla, es colombiano, y su nombre resuena con fuerza en plazas donde el toro conserva su integridad y el público exige verdad, valor y profundidad. Su reciente actuación en la mini feria de Tres Puyazos en San Agustín de Guadalix, una de las citas más puristas del calendario español, ha confirmado que no se trata de una promesa, sino de una realidad que pisa fuerte y sin alardes.

El cartel colgó el temido y deseado “No hay billetes”, prueba inequívoca de la expectación que despierta una feria que no concede concesiones. La jornada fue dura. Dos toros se inutilizaron en el desembarque por daños en los pitones, y los organizadores, fieles a su ética, anunciaron que no se tocarían las astas. Además, el viento constante fue un enemigo más para los espadas. En este contexto hostil, Juan de Castilla mostró lo que pocos pueden: honestidad torera y capacidad de adaptación ante la adversidad.

Su primer ejemplar, lidiado en segundo lugar con el hierro de Cuadri, fue “Vendedor”, un toro que mostró calidad desde su salida, aunque con fuerza muy justa. El colombiano supo leer desde el principio al animal. Toreó con hondura y lentitud, siempre en los terrenos que pedía el toro, y ejecutó tres tandas por la derecha que calaron hondo en los tendidos. La zurda no permitió el mismo lucimiento, y por ello volvió a la diestra para cerrar con una tanda limpia y templada. Una estocada efectiva le valió una oreja ganada a ley y una ovación para el toro, merecida por su humillación y nobleza.

La historia fue distinta con el quinto toro, de la temida ganadería de Prieto de la Cal. Desde que pisó la arena fue ovacionado por su imponente estampa, pero pronto mostró lo que traía dentro: inteligencia, sentido y poder. Se orientó rápido y no regaló ni un solo pase. En su segunda arrancada por el pitón izquierdo, desarmó a Juan de Castilla. Afortunadamente, el sobresaliente Iván García entró al quite con reflejos de oro. En el caballo, el toro se mostró violento y defensivo: acudía con ímpetu pero al sentir el castigo se dolía y protestaba.

El tercio de varas fue definitivo: el toro embestía con freno, y así se presentó en la muleta. Juan de Castilla lo recibió doblándose con él, sobrio y valeroso, sin alharacas. No hubo triunfo, pero sí respeto, porque en ese ruedo el colombiano volvió a mostrar su temple y su disposición ante el toro difícil, el que se orienta, el que examina, el que prueba al torero.

Este paso por Tres Puyazos es un eslabón más en la cadena de hierro que Juan de Castilla está forjando en su trayectoria europea. Su nombre ya aparece en los carteles de la prestigiosa feria de Céret (Francia), donde compartirá albero con figuras como Curro Díaz y Fernando Robleño ante los temidos toros de Sobral, hierro que el colombiano conoce bien y con el que espera ratificar su condición de torero de plazas duras.

Además, su presencia se extiende por la piel de toro: El Tiemblo (Ávila) lo recibirá pronto, luego tomará rumbo a Bayona (Francia) para lidiar toros de Arauz de Robles, y todo indica que su nombre también figura entre los toreros considerados para Pamplona, en plena temporada de San Fermín, donde compartiría cartel con los grandes nombres del momento: Roca Rey, Morante de la Puebla, Talavante, Perera, Juan Ortega, y más.

Pero tal vez el punto de inflexión esté por llegar. Porque Madrid, en su Feria de San Isidro, espera nuevamente al torero colombiano. Las Ventas ya lo vio y lo aplaudió. Ahora, en plena madurez de su concepto y con un bagaje forjado en la adversidad, Juan de Castilla puede encontrar en la primera plaza del mundo ese aldabonazo que distinga definitivamente su nombre entre los grandes.

Mientras algunos se visten de luces buscando el espectáculo, Juan de Castilla se viste de verdad. Porque su toreo no es de fuegos artificiales, sino de raíces hondas. No torea para agradar, sino para emocionar. Y esa autenticidad, poco común en tiempos de marketing y estadísticas, es la que está conquistando Europa, un pase y un silencio a la vez.

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