27.08.2025 05:37 a.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
Villar del Olmo se vestirá de gala el próximo 21 de septiembre para rendir homenaje a Juan Mora, un torero cuya maestría ha dejado huella imborrable en la tauromaquia. El matador cacereño reaparecerá en el ruedo durante la V edición del festival taurino, compartiendo cartel con figuras de peso y nuevas promesas, en un gesto que simboliza la transmisión de un arte que no entiende de tiempo.
Arbeláez - Colombia. La tauromaquia vive de momentos irrepetibles, de gestos que se convierten en eternidad, y de hombres cuya entrega y pureza transforman la lidia en un acto de trascendencia. Entre ellos, pocos nombres resuenan con la hondura y la categoría de Juan Mora, un matador que hizo de la templanza, la naturalidad y la profundidad de su toreo un estandarte de virtudes. Por ello, Villar del Olmo se dispone a escribir una página de oro en su historia taurina, rindiendo homenaje al maestro en la V edición de su festival taurino el próximo 21 de septiembre, con un acontecimiento que promete conjugar el peso de la tradición con la ilusión del porvenir.
El cartel es, por sí mismo, un tributo a la grandeza. Junto al maestro reaparecerán figuras de prestigio como Luis Miguel Encabo y David Galván, acompañados por la juventud y el ímpetu de Alejandro Mora, sobrino del homenajeado, y del novillero Ruiz de Velasco. Todos ellos lidiarán reses de la acreditada ganadería de Victoriano del Río, hierro que garantiza bravura, exigencia y emoción, ingredientes indispensables para una tarde que se anuncia histórica.
LA VIRTUD DE UN ESTILO
Juan Mora representa una concepción del toreo donde la pureza no admite concesiones. Su muleta, siempre asentada en la verdad del cite, fue capaz de detener el tiempo y de recordarnos que la lidia es, más que un espectáculo, un arte mayor. La hondura de su trazo, la naturalidad de su compás y la capacidad de fundirse con la embestida crearon faenas de una rotundidad que, lejos de envejecer, permanecen frescas en la memoria del aficionado.
Volver a verlo vestido de luces, aunque sea en el marco festivo de un homenaje, será mucho más que un regreso: será un reencuentro con la esencia de la tauromaquia, con la virtud hecha gesto y con la autoridad moral de quien supo honrar el rito sin doblegarlo a la superficialidad.
VILLAR DEL OLMO: EPICENTRO DE LA EMOCIÓN
No es casual que sea Villar del Olmo, localidad con arraigo taurino y afición viva, el escenario de este acontecimiento. Su festival, consolidado ya en el calendario, se ha convertido en un espacio de encuentro entre generaciones, donde la tauromaquia se celebra como patrimonio cultural y emocional. Este año, la cita trasciende lo ordinario para convertirse en un homenaje al legado y la vigencia de un maestro que, incluso tras los años de ausencia, sigue siendo referente inapelable.
LA CONTINUIDAD DE UNA HERENCIA
El gesto de ver a su sobrino, Alejandro Mora, compartir cartel con él añade un matiz de especial simbolismo. La tauromaquia, como el propio maestro encarna, no se hereda en los genes, sino en la vivencia, en la pasión y en el respeto profundo al toro y a la plaza. Esa transmisión, visible y tangible, será parte del relato que Villar del Olmo escribirá el próximo 21 de septiembre.
MÁS QUE UN FESTIVAL, UNA LECCIÓN
Este festival no será únicamente una cita de toreros y aficionados; será también un recordatorio de que el arte verdadero no entiende de edades ni de calendarios. Juan Mora vuelve no para reivindicarse, porque su nombre ya está inscrito en la historia, sino para ofrecer, una vez más, esa lección de torería que tanto necesita el toreo actual: la lección de la virtud.
Y así, cuando caiga la tarde y el último pase se funda con el eco de los aplausos, Villar del Olmo habrá sellado su compromiso con la memoria, con la emoción y con la tauromaquia eterna. Porque, al fin y al cabo, un maestro nunca se retira: permanece en la faena, en la lección y en el legado que deja a quienes le suceden.