
10.11.2025 05:30 a.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
En una tarde de inspiración y arte campero en la plaza de tientas de la ganadería Garzón Hermanos, la aspirante a rejoneadora Laura Arandia deslumbró con su temple, gusto torero y conexión con el público, demostrando notables avances bajo la guía del matador Luis Castro. Su actuación, plena de elegancia y dominio técnico, la perfila como una de las más firmes promesas del rejoneo nacional.
Ubaté – Colombia. El pasado sábado 8 de noviembre, en la plaza de tientas de la reconocida ganadería Garzón Hermanos, se vivió una jornada cargada de emoción, arte y sentimiento taurino, con motivo del onomástico del matador Juanito Ortiz, un torero que continúa inspirando a las nuevas generaciones del toreo colombiano. En este marco de celebración y entrega, la joven Laura Arandia, aspirante a rejoneadora, protagonizó una actuación que marcó un antes y un después en su incipiente pero prometedora trayectoria.
Bajo la dirección técnica y artística del matador Luis Castro, Arandia enfrentó un ejemplar de la casa ganadera Garzón Hermanos, una becerra que mostró mejor condición por el pitón izquierdo, lo que exigió inteligencia, pulso y capacidad de ajuste. Laura respondió con una madurez que sorprendió incluso a los más entendidos del tendido.
Desde los primeros compases, con la yegua Faralinda, demostró un sentido del temple notable, sabiendo medir la distancia y el tiempo exacto de la embestida. Su manera de parar y fijar a la becerra reflejó no solo dominio técnico, sino una comprensión profunda de los terrenos, esa ciencia silenciosa del rejoneo que distingue a los toreros de los aspirantes. Con elegancia y gusto, toreó con el alma, fundiendo el ritmo del caballo con la bravura del animal.
La joven rejoneadora transmitió emoción. Su expresión torera, su manera de mirar al público y de sentir el momento, crearon una conexión sincera con los asistentes, algo que no se enseña: se nace con ello. El público, consciente del carácter formativo del tentadero, respondió con aplausos de respeto y admiración, premiando el valor, la entrega y la pureza del toreo que emanaba de la junete.
En el tercio de banderillas (simuladas), a lomos del caballo Merengue, un hermoso ejemplar moro, Laura volvió a dejar constancia de su crecimiento. Su manejo del estribo y el anca reveló que ya entiende el toreo a caballo con naturalidad y hondura. No se trató solo de cumplir con el trámite técnico: hubo intención artística, precisión en la colocación y, sobre todo, esa búsqueda de la verdad torera que distingue a quienes sienten el rejoneo como vocación más que como espectáculo.
El público pudo ver cómo Arandia va cogiendo el sitio, cómo mide los terrenos para iniciar la suerte con la jaca y llevarla con la grupa, construyendo faena coherente y con ritmo, sin prisa, dejando fluir el toreo. Su serenidad y la seguridad con la que ejecutó cada acción reflejan el fruto de una preparación constante y disciplinada.
En labores de apoyo, destacaron también los novilleros aspirantes del Valle de Ubaté, Camilo y Daniel, quienes cumplieron con solvencia sus funciones de auxiliares, aportando al desarrollo del tentadero y mostrando el ímpetu de una nueva generación de toreros colombianos comprometidos con el arte y la técnica.
El ambiente en la plaza, enmarcado por la tradición de la ganadería Garzón Hermanos, fue de respeto, camaradería y emoción. Cada pase, cada arrancada y cada embestida se vivieron como un acto de fe en el futuro del rejoneo en Colombia. Y en ese futuro, el nombre de Laura Arandia ya comienza a sonar con fuerza, como el de una joven jinete que une el rigor técnico con la inspiración artística.
Su progreso, visible y sostenido, no es casualidad: es fruto de la entrega, del trabajo silencioso y de una pasión que se manifiesta en cada encuentro con la res brava. Laura Arandia está forjando su camino con temple, cabeza y corazón, atributos imprescindibles en el toreo a caballo, y lo hace con la elegancia de quien ha entendido que en el rejoneo el arte no se impone, se conquista.
La tarde en Garzón Hermanos no fue solo una celebración; fue un anuncio de futuro, un soplo de esperanza para la tauromaquia colombiana que busca en sus nuevas figuras el relevo generacional. Y en ese relevo, la figura de Laura Arandia ya se dibuja con luz propia, como una rejoneadora en formación que promete dejar huella en los ruedos.







