MADRID 12ª SAN ISIDRO: JUAN BAUTISTA, LA ESTOCADA DE LA FERIA

19.05.2015  17:18

Redacción: Barquerito - Cronicatoro.com - Web Aliada

Magistral con la espada el torero de Arles, que ha matado sus cuatro toros de San Isidro por arriba y por derecho. Dos excelentes toros de Alcurrucén dentro de una seria corrida

Madrid - España. Una bella corrida de Alcurrucén: dispar, abierta de líneas, bien hecha, afilada y armada, seria y armónica. Una corrida de Madrid. Ni más ni menos. Tres cinqueños y tres cuatreños. Es costumbre abrir en lotes los cinqueños cuando los hay. Fue excepción esta corrida, y dos de los tres cinqueños, segundo y quinto, entraron en el lote de Juan Bautista. Los toros de mejor remate.

El otro cinqueño, sexto de festejo, uno de los dos  más hondos, y fondo temperamental, se emparejó con un tercero sacudido y sin enmorrillar, y ligeramente protestado por eso. Ese tercero se acabó estirando como casi todos. La corrida sacó una virtud mayor y común: la elasticidad. Dato sobresaliente en un envío de casi 570 kilos de media. Cinco negros y solo un toro colorado, el primero, de morrillo breve y frondoso, 610 kilos del ala, tal vez el más largo de los seis y, quién sabe si por atacado de kilos o por corto de cuello, el menos elástico. Pareja de lote de ese primero fue un cuarto tremendo: descarado, ofensivo, de porte espectacular, un punto acapachado. De modo que hubo espectáculo para los catadores de toros.

De Alcurrucén va a ser la corrida del próximo 27 de mayo –es una de las tres ganaderías que repiten en San Isidro- y la curiosidad era de antemano doble. Se esperaba una corrida dura y severa en la primera salida. Pero no. El único y grave inconveniente de la fiesta fue el viento, que no paró ni de soplar ni de imponer condiciones, que no permitió elegir terrenos ni distancias y apenas consintió salirse, y solo a última hora, a torear fuera de las rayas.

Los dos toros del lote de Juan Bautista, de mucha calidad los dos, lo estuvieron pidiendo con el gesto y habrían roto en serio si el viento no hubiera cortado, en el caso del segundo, el vuelo de este y aquel otro muletazo; o, en el caso del quinto, hubiera dejado redondear una faena que tuvo momentos de verdad redondos –la pureza de la ligazón, el toreo desmayado de mano baja, más y mejor reunido de pase en pase- pero no el colofón de esa última tanda previa a la igualada que siempre enciende la penúltima luz. Cuando Juan Bautista buscaba la igualada con muletazos genuflexos cambiados y en la suerte natural, se coló el viento. La estocada a volapié con que el torero de Arles hizo rodar sin puntilla al quinto fue, con todo, insuperable, perfecta, Magistral.

A la técnica de gran estoqueador de Juan Bautista, a su regularidad –cuatro toros en San Isidro, cuatro limpias estocadas- vino a sumarse el riesgo de hacer la suerte en pureza, de salir de la reunión con la muleta en la mano después de haberla jugado con destreza singular. A ese toro, a pesar de los golpes de viento, Juan Bautista lo había toreado muy despacio con la mano derecha, y había sabido medirlo con precisión de veterano –la inteligencia de plantear faena en las rayas pero dando adentros al toro cuando convino, ligar sin trampa, rematar por abajo- , pero es que los tiempos del ataque de la estocada fueron, sin teatralidad, todavía más precisos y cadenciosos. Solo la estocada valía la oreja, según el canon clásico, pero es canon en desuso. Se han dado en San Isidro orejas tras estocadas heterodoxas y nada canónicas.

Se aplaudió con más ganas el arrastre del segundo que el del quinto aunque, por nota en la muleta, tal vez fuera mejor este otro. El segundo, que se empleó a modo en el caballo, era de reata de músicos –“Palillo”- y fue una lástima que el viento no dejara verlo más y mejor. Juan Bautista se acopló y gustó con él en una faena muy de ingeniero –por su paso, sin cambios de velocidad ni arrebatos, solo una tanda con la zurda muy de soltarse- y acaso algo fría, y, en fin, rematada con autoridad con la espada.

Más que estirarse, el toro colorado de Ferrera, que tuvo prontitud, pegó taponazos, vicio que el viento acentuó. Fue toro muy llorón y nada agradecido. Ferrera manejó sin apuros la media altura y tuvo la gracia de enredarse en una trenza de viajes en ovillo y cambiados muy para la gente pero nada sencillos. También el cuarto fue toro mugidor, de largos viajes pero irregular entrega. Un punto mecánico el torero extremeño, cuya seña de identidad es justamente la pasión. Y, en fin, dos batallas ardorosas de El Capea, resuelto, ducho y seguro. Exceso de tirones en el gobierno del tercero, que pedía más suave trato; exceso de metraje en el sexto, que lo quería todo por abajo y por abajo se comía el mundo al principio. Toro noble que no se vio del todo. En parte por el viento.

Ficha de la Corrida

Madrid, 19 may. 12ª de San Isidro. Fresco, revuelto, ventoso, soleado pero desapacible. Casi tres cuartos. Dos horas y veinte minutos de función. Seis toros de Alcurrucén (Pablo, Eduardo y José Luis Lozano). Antonio Ferrera, silencio y silencio tras aviso. Juan Bautista, silencio y vuelta al ruedo. Pedro Gutiérrez Lorenzo “El Capea”, silencio en los dos. Incidencias: Buenas varas de Paco María y Puchano.

  

 

 

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