Málaga: Emilio de Justo, Maestría y Autoridad

Málaga: Emilio de Justo, Maestría y Autoridad

21.08.2025  03:12 p.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

El extremeño Emilio de Justo salió en hombros morales de la Feria Taurina de Málaga 2025 tras una tarde en la que volvió a imponer su concepto de temple, mando y pureza. Tres orejas y una faena de categoría rubricaron el dominio de un torero que hizo suyo el ruedo malagueño, con autoridad, gusto y hondura, confirmando que su toreo ha alcanzado la plenitud.

Arbeláez - Colombia. La última tarde de la Feria Taurina de Málaga 2025 tuvo un nombre propio: Emilio de Justo. El extremeño volvió a dejar constancia de que su maestría no entiende de modas ni circunstancias, sino de un concepto puro, clásico y mandón que ha ido asentando con los años hasta consolidarse como uno de los toreros de referencia en la actualidad. Tres orejas, todas de peso, sustentadas en la verdad del cite, la firmeza de la planta y la hondura en cada muletazo, fueron la cosecha de una tarde en la que Málaga volvió a ser feudo de su tauromaquia.

El festejo estuvo marcado por un encierro desigual de El Freixo, toros sueltos de carnes, desiguales de hechuras y sin expresión en muchos casos, varios incluso protestados de salida por el respetable. Sin embargo, allí donde faltó el toro, apareció la sapiencia del torero para exprimir virtudes, domeñar defectos y, sobre todo, mantener siempre vivo el pulso del espectáculo.

UNA FAENA DE TEMPLE PARA ABRIR BOCA

Con el primero, toro fino de hechuras y de mejor condición por el derecho que por el izquierdo, Emilio de Justo se mostró desde el principio en el sitio exacto, adelantando la pierna contraria y logrando que el toro humillara y se entregara. El pitón derecho permitió una faena ligada, con muletazos largos y de mucho ajuste. El extremeño hilvanó una labor estética, de mando sereno, culminada con una estocada trasera que le abrió el marcador con la primera oreja de la tarde.

ESTÉTICA Y AUTORIDAD ANTE EL TERCERO

El tercer toro de la tarde, definido en su calidad y con querencia siempre hacia las tablas, encontró en Emilio de Justo a un torero que lo entendió desde el primer capotazo. El recibo fue un deleite: lances con la pierna flexionada y chicuelinas ajustadas que pusieron a la plaza en pie. En la muleta, el extremeño buscó siempre taparle la salida con la muleta en la cara, logrando pasajes de gran empaque por el pitón natural. La figura erguida, el trazo largo y el temple firme elevaron la faena hasta la categoría de grande. El público pidió con fuerza las dos orejas, pero la presidencia se mostró cicatera y sólo concedió una. Málaga protestó, consciente de que allí había quedado escrita una de las páginas más notables de la feria.

LA FAENA CUMBRE AL QUINTO

El cenit de la tarde llegó con el quinto, un toro que en los primeros tercios no se definió, reservón y sin entrega, pero al que Emilio de Justo supo dar sitio y tiempo para que brotara su bravura. El extremeño toreó a compás, cargando la suerte con firmeza y consiguiendo tandas de enorme importancia, donde la muleta siempre mandó por delante. Fue una obra de temple, inteligencia y capacidad, rubricada con una estocada que le valió otra oreja de ley. Allí, Málaga se rindió definitivamente a la evidencia: la plaza había vuelto a ser conquistada por quien ya se perfila como dueño espiritual de su afición.

LA LABOR DE FORTES

El malagueño Fortes fue ovacionado en sus dos primeros turnos, en los que trató de sacar rendimiento a toros sueltos de carnes y justos de raza, con faenas de poso pero sin redondear. Con el sexto, un toro de embroque limitado, destacó en el toreo al natural y puso toda su entrega para cortar una oreja que supo a premio a la constancia.

BALANCE Y SIGNIFICADO

El balance final fue de tres orejas para Emilio de Justo y una para Fortes. Sin embargo, más allá de los números, lo que quedó en Málaga fue la evidencia de que el extremeño atraviesa un momento de plenitud. Su concepto, basado en el clasicismo, el sitio y la ligazón, ha alcanzado una madurez que le permite domeñar cualquier encierro, imponiendo la grandeza del toreo por encima de las circunstancias.

Málaga, que conoce y mide a los toreros con rigor, volvió a abrirle las puertas de su corazón. Allí donde otros se pierden entre la irregularidad de los toros, Emilio de Justo encuentra siempre la senda de la grandeza. Fue una tarde de maestría, una tarde de verdad y de toreo eterno.

  

 

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