Marcos Ortega: La Última Faena de un Torero de Leyenda

Marcos Ortega: La Última Faena de un Torero de Leyenda

04.08.2025  11:29 a.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

El mundo taurino llora la partida del matador mexicano Marcos Ortega, quien falleció el mismo día en que se cumplían 50 años de su alternativa en Barcelona. A los 70 años, Ortega deja tras de sí una vida entregada al arte de la tauromaquia, marcada por triunfos inolvidables, una pasión heredada de su padre y un legado que se inscribe con letras de oro en la historia del toreo mexicano e internacional.

Arbeláez - Colombia. El fallecimiento de Marcos Ortega ha dejado al mundo taurino sumido en una profunda tristeza. Su partida no es solo la pérdida de un matador de toros, sino de un hombre que encarnó con dignidad y entrega la esencia de la tauromaquia. Figura querida dentro y fuera del ruedo, Ortega supo ganarse el respeto de la afición y de sus compañeros con una trayectoria brillante, marcada por el valor, la pasión y la fidelidad a un arte que hizo suyo desde la cuna hasta sus últimos días.

UNA VIDA ESCRITA CON SANGRE, VALOR Y ARTE

El destino, caprichoso y solemne, quiso que Marcos Ortega emprendiera su última faena en la eternidad justo en el aniversario número cincuenta de su alternativa, aquella que tomara en 1975 en la Monumental de Barcelona, con toros de Juan Mari Pérez Tabernero y bajo el testimonio de dos colosos de la tauromaquia: Ángel Teruel y Dámaso González. Hoy, medio siglo después, Ortega se reúne con ellos en los ruedos del recuerdo.

A sus 70 años, recién cumplidos el pasado 19 de mayo, Ortega venía enfrentando delicados problemas de salud que lo habían llevado incluso a ser hospitalizado semanas atrás, tras un percance cerebrovascular. Aunque parecía mostrar signos de recuperación, la vida decidió llevarlo a los tendidos del más allá, dejando un vacío imborrable entre sus colegas, su familia y la afición que lo vio crecer como figura del toreo.

EL NACIMIENTO DE UN REFERENTE

El arte del toreo corrió siempre por las venas de Marcos Ortega. Hijo del novillero Antonio Ortega, heredó no solo la vocación, sino también la dignidad del traje de luces. En 1970, empuñó por primera vez la muleta como novillero en su natal México, y pronto se convirtió en un referente de la nueva generación.

Su debut en la Monumental Plaza México en 1972 lo consagró como una joven promesa. En apenas dos temporadas, llegó a torear 15 novilladas en el coso más grande del mundo, donde demostró temple, entrega y un arte que seducía a propios y extraños. Ortega entendía el toreo como un acto de comunión con la bravura, y desde entonces mostró el deseo inquebrantable de enarbolar con orgullo el estandarte del toreo mexicano en las plazas de España.

EL SALTO A ESPAÑA Y LA GLORIA NOVILLERIL

España lo recibió con el respeto que se reserva a quienes pisan la arena con verdad. Debutó en Arnedo en un festival, y poco después, el 23 de mayo, en Vitoria, comenzando así una carrera novilleril fulgurante. En cuestión de meses, Ortega se convirtió en el líder indiscutible del escalafón, alcanzando la cifra de treinta festejos y cortando incontables orejas y rabos.

Uno de sus triunfos más recordados se dio en Algemesí, donde, con la entrega absoluta que lo caracterizaba, cortó incluso una pata, hazaña que se conserva en la memoria colectiva del toreo. Su paso por los ruedos españoles no fue fugaz: en abril de 1975, en la Monumental de Barcelona, conquistó uno de los rabos más históricos concedidos en esa plaza, antesala de su soñada alternativa.

LA ALTERNATIVA: EL SUEÑO HECHO REALIDAD

El 4 de agosto de 1975, un joven Marcos Ortega se convirtió en matador de toros en la misma Barcelona que lo había visto triunfar como novillero. Ángel Teruel le cedió la muleta, Dámaso González fue testigo, y los toros de Juan Mari Pérez Tabernero pusieron a prueba el temple y el valor de aquel michoacano que no defraudó a nadie. Ese día, Ortega no solo tomó la alternativa: escribió con letras de oro la primera página de su historia como matador.

Meses después, a finales de ese mismo año, confirmó su alternativa en la Plaza México ante una expectación desbordada. Lo acompañaron Curro Rivera y Manolo Arruza, dos gigantes de la tauromaquia mexicana. Aquella tarde, con toros de Mimiahuápam, Ortega reafirmó que había nacido para las grandes gestas. En el ruedo de Insurgentes, indultó a “Boca Seca”, de Javier Garfias, dejando un recuerdo imborrable para quienes abarrotaron la plaza.

EL AFICIONADO ETERNO

Aunque con el tiempo la luz de los reflectores se fue apagando, Marcos Ortega nunca se desligó de su pasión. Era habitual verle en la Plaza México, siempre con su inseparable abrigo, siguiendo con atención cada detalle de las faenas, especialmente las de los novilleros. Aplaudía con generosidad, porque conocía el peso de la ilusión de quienes buscaban abrirse camino, como alguna vez él lo había hecho.

Ortega no solo fue un matador, sino un embajador del toreo mexicano en el mundo. Su estilo, mezcla de inteligencia, temple y corazón, seguirá siendo inspiración para quienes se visten de luces con el anhelo de inmortalizarse.

EL ÚLTIMO ADIÓS

La noticia de su fallecimiento ha estremecido al mundo taurino. Justo el día en que se cumplían cinco décadas de su alternativa, Ortega emprendió su viaje definitivo. Los ecos de los clarines parecen haberlo llamado desde la eternidad, para ocupar su sitio junto a los maestros que lo acompañaron en vida y a quienes hoy se une en la gloria.

Desde la redacción y con profundo respeto, enviamos nuestras condolencias a su familia, amigos y a toda la afición que lo siguió con devoción. Que el recuerdo de su arte, su valentía y su entrega sirva de consuelo, y que su memoria permanezca viva en cada muletazo que se trace en el ruedo.

Marcos Ortega no ha muerto: ha toreado su última corrida, y la ha hecho, como siempre, con el alma.

  

 

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