
26.10.2025 06:49 a.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
La temporada taurina arrancó en Mérida con una tarde memorable en la que el joven Marco Pérez deslumbró con una faena de 35 minutos bajo la lluvia, indultando al toro “Feliz Aniversario” de Begoña, en una muestra de torería, temple y emoción que quedará inscrita en la historia reciente del toreo mexicano.
Arbeláez - Colombia. La plaza de Mérida vivió una de esas tardes que justifican la razón de ser de la tauromaquia. En medio de un ambiente de expectación y bajo un cielo que se desplomó en lluvia, los tendidos fueron testigos del nacimiento simbólico de un torero llamado a marcar época: Marco Pérez, quien indultó al toro “Feliz Aniversario”, de la ganadería mexicana de Begoña, en una faena que rozó lo místico por su duración, su temple y su verdad.
Desde el primer tercio, las condiciones del encierro prometían una corrida seria y exigente. Los toros de Begoña, de impecable presencia y hondura, sacaron lo que todo buen aficionado desea: bravura con matices, transmisión y nobleza. En especial el sexto, de capa negra listona, largo de hechuras y mirada fija, se arrancó con alegría al caballo, empujando con los riñones y mostrando una entrega poco común en estos tiempos de lidias breves. “Feliz Aniversario” fue un toro de fondo, con motor y clase, que mantuvo la acometida con la misma pureza en el último muletazo que en el primero, tras más de media hora de faena.
LA LITURGIA BAJO EL AGUA
El diluvio no impidió que la magia se apoderara del ruedo. Mientras el público abría paraguas y el albero se tornaba en fango, Marco Pérez, impertérrito, se plantó en el tercio y comenzó una faena para la historia. El temple fue su bandera, el valor su escudo. Con la muleta en la izquierda, toreó al natural con largura y hondura, embarcando cada embestida desde la cadera, sintiendo al toro y dejándose sentir por él. Las series se alargaban con ritmo cadencioso, el toro repitiendo sin desfallecer, el torero mandando con suavidad y firmeza, en perfecta comunión.
El público, consciente del momento excepcional, guardaba silencio entre tanda y tanda, roto solo por los “olés” profundos, esos que nacen del alma y no del aplauso fácil. La lluvia caía con furia, pero nada empañaba la entrega de ambos protagonistas. Lo que comenzó como una faena técnica se transformó en un diálogo de bravura y arte, donde cada pase era una estrofa de torería pura.
Cuando el juez de plaza, Ulises Zapata, omitió los avisos reglamentarios, el reloj ya marcaba 35 minutos de lidia. No importó: el público estaba extasiado, el ruedo convertido en escenario de epopeya. El clamor fue unánime: ¡Indulto! Y así fue. “Feliz Aniversario” volvió vivo a los corrales, símbolo de la bravura ganadera mexicana, mientras Marco Pérez era llevado en volandas por una afición rendida a su arte.
LA TORERÍA QUE ENAMORA
Antes del indulto, Marco ya había mostrado su sello con su primer toro, otro ejemplar de buen son con el que dibujó naturales de exquisito trazo y mató de una estocada efectiva para cortar una oreja. Fue el preludio de lo que vendría: la confirmación de una torería asentada en el clasicismo y el sentimiento, de un joven que torea con alma vieja, que entiende el valor no como arrojo desmedido, sino como entrega elegante y dominio sereno.
EL MÉRITO COMPARTIDO
No fue solo Marco quien dio contenido a la tarde. Sergio Flores, siempre solvente, enfrentó un lote desigual y supo sacar partido con técnica y oficio. Su primero, justo de fuerzas, exigió pulso y cabeza fría; el cuarto, más reservón, permitió ver su madurez y disposición. Una oreja y una vuelta al ruedo refrendaron su categoría.
Por su parte, Diego San Román, con un primero sin transmisión, se impuso a base de temple y firmeza, demostrando que el valor tiene muchas formas de expresarse. En el quinto, un toro más reservado, volvió a jugarse el tipo con decisión, aunque el acero le negó los trofeos que su esfuerzo merecía.
UN INICIO DE TEMPORADA CON AROMA A LEYENDA
La primera corrida de la temporada en Mérida no solo dejó orejas, vueltas y ovaciones. Dejó una historia. Un indulto bajo la lluvia, una plaza entregada y la sensación de que el futuro del toreo tiene nombre y apellido. La ganadería de Begoña reafirmó su prestigio con un encierro variado pero noble, mientras Marco Pérez se consagró como el torero de la emoción, de la verdad, de la torería con mayúsculas.
Porque en una tarde de agua, fango y bravura, nació una leyenda y se salvó un toro, unidos por la misma esencia: la de la fiesta brava en su estado más puro y trascendente.
Ficha del Festejo:
Plaza de Toros de Mérida (México). Primera corrida de la temporada. Tres cuartos de entrada.
Toros de Begoña, bien presentados y de variado comportamiento; el sexto, de nombre “Feliz Aniversario”, fue indultado. Sergio Flores: Oreja y Vuelta al ruedo. Diego San Román: Ovación tras aviso y Ovación. Marco Pérez: Oreja y Dos orejas y rabo simbólicos.







