Mont de Marsan: Juan de Castilla, Firmeza Sin Remate

Mont de Marsan: Juan de Castilla, Firmeza Sin Remate

19.07.2025  11:14 a.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora - Foto: Emilio Méndez

Juan de Castilla firmó una tarde de valor, entrega y verdad en Mont de Marsan, dejando una importante imagen de torero hecho y dispuesto, pero la falta de certeza con la espada le robó la gloria en dos faenas que pudieron haber tocado el cielo. Su actuación, aunque sin trofeos, caló hondo por su torería y profundidad. Un paso más en la madurez de un torero que pide paso, pero necesita ajustar el acero a su verdad.

Arbeláez - Colombia. Mont de Marsan, tierra de afición recia y sincera, acogía la tercera de la Feria de la Madeleine 2025 con una corrida que, más allá de los hierros y los aceros, exigía alma y verdad. Y si de verdad hablamos, el colombiano Juan de Castilla fue el estandarte. Firme, cruzado, entregado y profundo, dejó dos faenas marcadas por el compromiso con el toro y con la profesión. Pero también dos oportunidades que se esfumaron por el desencuentro con la espada. La historia de una tarde en la que el acero se volvió sombra y la firmeza, eco sin premio.

La corrida de José Escolar, ganadería de ley para el aficionado más exigente, trajo consigo toros de fiereza, movilidad y exigencia. Una corrida que pedía el carnet de torero en cada embestida. La terna estaba formada por el veterano madrileño Fernando Robleño, el valiente salmantino Damián Castaño, que resultó herido de forma dramática, y el colombiano Juan de Castilla, quien, a pesar de su falta de trofeos, fue el que dejó el mayor poso artístico de la tarde.

PRIMER TURNO DE CASTILLA: FIRMEZA ANTE EL TERCERO, OVACIONADO EN EL ARRASTRE

El primero de su lote fue un toro serio, bravo, que fue picado en tres ocasiones. Lo recibió Juan con solvencia y limpieza en el capote, llevándolo con temple en la brega. Brindó la faena a un miembro de la comisión taurina local, y desde el inicio dejó claro que venía a jugarse el tipo. Se dobló con el toro y luego se cruzó con él, buscando siempre el sitio, el terreno donde la verdad es ley. Por ambos pitones dejó muletazos de mucho mérito, sobre todo por el izquierdo, donde se tragó la embestida con temple y hondura. Era una faena que pedía trofeo… pero el acero le negó la rúbrica. Falló con la espada y el premio se fue con el arrastre de un toro aplaudido por su juego.

SEGUNDO ACTO: EL ÉXTASIS CONTENIDO QUE SE LE ESCAPÓ ENTRE LOS DEDOS

Y si la primera fue una faena de mérito, la segunda fue un verdadero concierto de buen toreo. El sexto toro, con calidad y entrega, permitió a Juan cuajar una obra mucho más redonda. Desde los lances de recibo, bregando con torería, hasta la muleta, donde desde los medios inició con una tanda poderosa por la derecha, la faena fue creciendo en intensidad y profundidad. Toreó con gusto, con cadencia, con ese temple que distingue a los toreros tocados por la inspiración. Hubo abandono, hubo entrega, hubo ese pellizco que rara vez se da… y que en esta ocasión parecía conducir al triunfo mayor.

Pero de nuevo, como una maldición escrita en acero, falló con la espada. Una vez, dos veces. Y tuvo que despenar con el descabello. El clamor contenido del público se volvió ovación tibia. Y la gloria, esa que ya había asomado con fuerza, se desvaneció como agua entre los dedos.

UN TORERO QUE SE REBELA CONTRA EL SILENCIO

Más allá del resultado numérico, Juan de Castilla salió de Mont de Marsan más torero. Más maduro. Más sólido. La afición que sabe, y en esta feria hay muchas entendidas, captó su entrega, su exposición, su capacidad de meterse en los terrenos difíciles y cruzarse con la verdad de los Escolar. Supo adaptarse, supo crecerse, supo convencer. Sólo le faltó matar. Y en el toreo, eso lo es todo.

Pero también en el toreo se sabe mirar más allá. Y el colombiano dejó una imagen de torero en sazón, que ya no pide paso, sino que exige su sitio. Si afina la espada, si doma ese último instante que decide todo, si le pone llave a la suerte suprema, puede romper en figura.

EL CONTRASTE: LA EMOCIÓN DEL ADIÓS Y LA CRUDEZA DEL PERCANCE

Mientras tanto, Fernando Robleño se despidió con honores de Mont de Marsan cortando una oreja de ley a su segundo, el cuarto de la tarde, tras una faena llena de oficio, temple y corazón. Fue la rúbrica perfecta a una historia de compromiso con la profesión. El público lo reconoció con justicia.

Por otro lado, la nota amarga fue para Damián Castaño, que, tras una faena valiente al quinto, un toro exigente y desagradecido, fue cogido con fealdad en el gemelo derecho. Su cornada empañó una actuación de entrega absoluta. Fue Robleño quien tuvo que encargarse de matar al toro, ejerciendo como director de lidia con profesionalidad.

CONCLUSIÓN: LA ESTOCADA PENDIENTE

Mont de Marsan vivió una tarde de emociones intensas, de esas que se sienten en el tendido y se recuerdan con el paso del tiempo. Y en el centro de la escena, Juan de Castilla, un torero que pide paso con la muleta y se niega a rendirse ante el sino ingrato del acero. Su paso por esta feria deja claro que la materia está, que la firmeza existe, que el corazón late con fuerza. Sólo falta que la espada acompañe su verdad. Porque cuando eso ocurra, no habrá toro ni plaza que le niegue la puerta grande. Porque la estocada puede esperar… pero el toreo verdadero no se olvida.

Ficha del Festejo:

Plaza de toros de Mont-de-Marsan (Francia). Corrida de toros. Tercera de la Feria de la Madeleine 2025. Toros de José Escolar. Fernando Robleño: Ovación y Oreja. Damián Castaño: Silencio y Herido. Juan de Castilla: Ovación y Ovación. Incidencias: Tras el paseíllo, Ayuntamiento y comisión taurina dieron un reconocimiento a Fernando Robleño por el año de su despedida.

  

 

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