13.06.2025 05:24 a.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
Morante de la Puebla persigue un sueño con aroma a leyenda: compartir cartel con César Rincón en un festival, homenaje a Antoñete en Las Ventas. Aunque el maestro colombiano se ha alejado de los ruedos, el anhelo de ver juntos a dos titanes del toreo mantiene viva la llama de la ilusión en los aficionados. La historia se escribe con fe, memoria y arte, y aún queda espacio para que la utopía tome forma sobre la arena.
Arbeláez - Colombia. En el toreo, los sueños no entienden de relojes, edades ni razones. Se fraguan en el silencio de las habitaciones, se graban a fuego en la memoria de los aficionados y, a veces, irrumpen como relámpagos en medio de una temporada que parecía cerrada. Es el caso de una ilusión que tiene nombre propio: José Antonio Morante de la Puebla, el artista que desafía el tiempo, y César Rincón, el símbolo de grandeza, verdad y temple que marcó a una generación. La idea: torear juntos en Las Ventas, en un festival otoñal como homenaje al maestro Antoñete.
Un sueño que, aunque parece imposible… podría abrir la puerta de los milagros taurinos.
Morante viene de lograr la puerta grande en Madrid, esa que se abre con toreo de verdad, no con estadísticas. Su faena en Las Ventas, llena de clasicismo y hondura, reavivó el alma del aficionado venteño. No era solo una salida a hombros más; era una declaración: "El arte sigue vivo, y tiene nombre sevillano." Pero tras la emoción vino la reflexión, y con ella, la revelación que cambiaría la calma del primer lunes tras San Isidro.
La noticia la dio Charo Pérez en ABC: Morante busca cerrar la temporada en Madrid con un festival vestido de corto, al estilo sevillano, como homenaje a Antonio Chenel "Antoñete", el torero del mechón blanco, figura icónica de la tauromaquia madrileña y faro de inspiración para muchos, incluido el propio José Antonio. “Quiero algo diferente. Que sean toreros importantes, que lleven tiempo sin torear, y que la gente quiera ver”, dijo Morante. Y en ese deseo se coló un nombre que hace vibrar los tendidos: César Rincón.
EL REGRESO DEL MITO COLOMBIANO, ¿SUEÑO O POSIBLE MILAGRO?
César Rincón, leyenda viva del toreo colombiano y mundial, forjó en Las Ventas una epopeya sin precedentes: cuatro puertas grandes consecutivas en 1991, incluyendo San Isidro, la Beneficencia y el otoño. Nadie ha repetido esa hazaña. Faenas como aquella inmortal a Bastonito en 1994 o su recuperación gloriosa en 2005 tras vencer una hepatitis C no son simples recuerdos: son parte de la historia escrita con oro y sangre sobre la arena madrileña.
Desde su retirada en 2007, Rincón se ha mantenido lejos del traje de luces. Pero la idea de volver, aunque solo sea vestido de corto, aunque solo sea una tarde, es un estremecimiento para el alma taurina. ¿Qué aficionado no querría ver, aunque fuese una vez más, al torero bogotano acariciar los pitones con la muleta, medirse de nuevo ante el tiempo y rendir homenaje al amigo, al maestro, al símbolo que fue Antoñete?
La amistad entre Rincón y Chenel no es un apunte al margen. Fue sincera, intensa, basada en el respeto mutuo entre dos hombres que entendían el toreo desde el compromiso y la verdad. Que Morante, discípulo artístico de Antoñete, quiera a Rincón en ese cartel no es capricho: es coherencia emocional, una alineación de estrellas para rendir tributo al pasado con figuras que representan la pureza de la Fiesta.
UN CARTEL SOÑADO: ARTE, NOSTALGIA Y ETERNIDAD
Morante no oculta su intención: curar la nostalgia con grandeza, confeccionar un cartel de emociones y reencuentros. Entre los nombres barajados figuran Curro Vázquez, Joselito, El Juli… todos con vínculos profundos con Chenel y con la historia de Madrid. Pero es el de Rincón el que palpita con mayor intensidad entre la afición. Es el regreso más improbable, pero quizá también el más soñado. Y los sueños, cuando se hacen desde el corazón, pueden empujar las barreras del tiempo y la lógica.
Claro está, el deseo choca con la realidad: el estado físico del colombiano, su alejamiento de la lidia, y su prudencia personal no facilitan su inclusión. Él mismo, según fuentes cercanas, no termina de ver claro volver a enfundarse el traje campero. Pero si algo ha demostrado Rincón a lo largo de su vida es que sabe enfrentar desafíos cuando la ocasión lo merece, y esta no sería una excepción menor.
EL TOREO COMO ARTE DE LOS IMPOSIBLES
Morante ha dicho que "ninguno de ellos termina de verlo claro", y puede que Rincón esté entre los que ya han declinado la invitación. Pero el toreo no es matemática. El toreo es emoción, épica, momentos únicos que se escapan por una rendija y hacen historia. Como aquel 30 de mayo del 91, como aquel toro de Torrestrella en Sevilla en 2007, como esta misma propuesta de Morante, que no busca ganar ni convencer, sino conmover y rendir homenaje con torería.
La Fiesta está necesitada de estos gestos. No solo de triunfos numéricos, sino de historias que inspiren. De gestas que conecten generaciones, que tiendan puentes entre la gloria y el presente, entre la nostalgia y la esperanza.
¿Volverá Rincón, aunque sea por una tarde? ¿Se cumplirá el sueño imposible de Morante? Nadie lo sabe. Pero el hecho de soñarlo ya nos hace mejores. Porque en esta Fiesta que tantas veces se ha dado por muerta, aún hay hombres que la sueñan viva, artística, agradecida con su historia.
Y esa es, precisamente, la más bella forma de mantenerla en pie.