27.07.2025 02:36 p.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
En la exigente plaza francesa de Orthez, el torero colombiano Juan de Castilla cuajó una actuación de entrega total, firmeza y técnica frente a un lote de Veiga Teixeira y Dolores Aguirre, paseando una oreja de ley y dando una vuelta al ruedo que supo a Puerta Grande. Su nombre retumbó en los tendidos franceses con fuerza, dejando claro que su toreo no entiende de fronteras.
Arbeláez - Colombia. La luz en la arena del sur francés no solo cayó sobre la piel rugosa de los toros de Veiga Teixeira y Dolores Aguirre, sino sobre el alma torera de Juan de Castilla, que hoy se confirmó, con poderío y corazón, como un nombre a tener en cuenta en el escalafón internacional. La tarde fue una prueba de fuego en todos los sentidos, marcada por la exigencia del encierro, las cambiantes condiciones de los astados y la pasión de un público conocedor. Y fue allí donde el torero de Medellín impuso su ley, conjugando valor, técnica y sentido de la lidia.
El segundo de la tarde, de Veiga Teixeira, era bajo de agujas, noble pero justo de fuerzas, y pedía sitio, colocación y suavidad. Castilla, sin titubeos, se fue a los medios de rodillas para saludar con el alma por delante y conectar desde el primer instante con los tendidos. La faena creció desde la inteligencia del temple, midiendo cada muletazo, alargando las embestidas con la yema de los dedos. Hubo naturales de notable estética, derechazos con largura y profundidad, y un cierre emocionante: circulares invertidos de cercanías, ceñidísimas bernadinas, y una estocada que valió la oreja y puso en pie a la afición. El colombiano ya había firmado el primer aviso de grandeza.
Pero faltaba la prueba de fuego. El quinto, un serio y correoso ejemplar de Dolores Aguirre, acusó desde el inicio su querencia a tablas y exigió dominio absoluto. Fue ahí donde Juan de Castilla se hizo torero grande: a base de técnica, toques firmes, sitio justo y muñeca suave, logró cambiar el viaje corto y defensivo del toro por muletazos que desgarraban el aire. Fue una pelea cuerpo a cuerpo, un pulso vibrante entre inteligencia torera y bravura áspera, que hizo que cada pase tuviera un sabor distinto, un riesgo real, una emoción pura.
El público vibraba. Se presagiaba otra oreja, quizás la segunda. Pero el acero, ese juez implacable, quiso interponerse. Dos pinchazos antes de una estocada dejaron el premio en el aire. El torero dio una vuelta al ruedo con la frente alta, entre ovaciones que sabían a justicia y a admiración. Porque cuando el corazón y la entrega desbordan, el premio es el reconocimiento sincero de los tendidos.
En un cartel compartido con Luis Gerpe, que mostró disposición ante un lote sin entrega, y con Montero, que también paseó un trofeo en el último, Juan de Castilla fue el alma de la tarde. Su actuación no solo le permitió conquistar Orthez, sino que proyectó su figura más allá de la arena: un torero colombiano que, a golpe de valor, temple y cabeza, comienza a labrarse un sitio en plazas de exigencia y solera.
Esta tarde no fue una anécdota. Fue una declaración de intenciones. Juan de Castilla toreó con verdad, con hondura y con hambre de torero grande. Y si el toreo tiene memoria, Francia hoy recordará que, en Orthez, bajo un cielo del sur, un torero colombiano dejó una huella imborrable.
Ficha del Festejo
Domingo 27 de julio, 2026 - Plaza de Toros de Orthez, Francia - Desafío ganadero - Toros de Veiga Teixeira (2º, 3º y 4º) y Dolores Aguirre (1º, 5º y 6º), serios y de buena presentación en líneas generales, destacándose el sexto de la tarde, de nombre "Yegüizo" del hierro de Dolores Aguirre, premiado con la vuelta al ruedo. Luis Gerpe: Silencio y Ovación tras aviso. Juan de Castilla: Oreja y Vuelta al ruedo. Montero: Palmas tras aviso y Oreja tras aviso. Casi lleno en los tendidos.
