09.07.2025 07:39 a.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
La Feria del Toro de Pamplona 2025 ha arrancado con un torbellino de emociones: la maestría sin premio de Aarón Palacio, el legado glorioso de Guillermo Hermoso de Mendoza, la autoridad sin recompensa de Daniel Luque, y la reivindicación de Pepe Moral en una plaza exigente y de criterio voluble. Entre la pólvora del arte y el peso de los aceros, el toreo ha brillado más que la presidencia.
Arbeláez – Colombia. No se ha disparado aún el cuarto cohete del encierro y ya la Feria del Toro ha dejado escrita una crónica que rebosa controversia, épica, agravios y momentos de grandeza que solo la tauromaquia, en su crudeza y su arte, es capaz de esculpir. En apenas cuatro festejos, la Monumental pamplonesa ha vivido el atraco descarado a un novillero en vísperas de gloria, la consagración histórica de un jinete heredero, la lección sin premio de un torero hecho y derecho, y la reivindicación indiscutible de un sevillano que se ganó, con sudor y temple, su billete a la Feria del 2026.
AARÓN PALACIO: EL TORERO QUE ABRIÓ LAS VENAS DE LA VERDAD SIN ABRIR LA PUERTA GRANDE
El 5 de julio, cuando aún olía a víspera, Aarón Palacio fue más que un novillero: fue un torero con todas las letras. Cuajó una tarde de trazo clásico, de muleta de seda y corazón de roca, ante un encierro desigual de Pincha que no le puso las cosas fáciles. Especialmente con el cuarto, al que saludó a portagayola como quien no teme a la muerte, y luego bordó sobre la diestra una faena de mando, gusto y curva.
El de Zaragoza templó, ligó, remató de forma vertical y naturalísima, con una estocada que, aunque algo desprendida, merecía premio de otra categoría. Pero la presidencia, ciega o sorda, quizás borracha de protocolo, negó una Puerta Grande legítima. El público, con pañuelos y con la voz, protestó unánime lo que ya es considerado el primer atraco de la feria. La oreja paseada entre ovaciones y gritos de “¡torero, torero!” fue menos premio que testamento de grandeza.
Mientras tanto, El Mene sorteó un lote imposible que sólo permitió fogonazos aislados, y Bruno Martínez, en su presentación en su tierra, no logró despejar la sombra de sus compañeros. Le faltó convicción, temple y, sobre todo, ese fuego interno que hace de un novillero una promesa. Pamplona fue testigo y juez: "el torero es Palacio", se dijo en los tendidos. El veredicto está sellado.
GUILLERMO HERMOSO DE MENDOZA: EL LEGADO HECHO HAZAÑA
El 6 de julio fue una jornada para la historia del rejoneo. Con las huellas aún frescas de su padre Pablo, Guillermo Hermoso de Mendoza se elevó como figura indiscutible, firmando una tarde que pasará al archivo dorado de San Fermín. El clímax llegó en el sexto: un toro de Carmen Lorenzo que permitió una faena de fantasía, clasicismo y entrega. Con ‘Hermosinas’ vibrantes y banderillas de reunión milimétrica, el navarro reventó la plaza cuando entró el rejón de muerte con verdad y sin puntilla. Dos orejas y rabo concedidos entre un delirio colectivo.
Antes, ya había paseado una oreja al tercero, menos lucido, pero de exigencia técnica. En contraste, Lea Vicens acarició el triunfo, pero lo dejó escapar por la espada, aunque su conexión con el público fue palpable. Roberto Armendáriz, siempre firme y conectado con los tendidos, firmó también una tarde de mérito, llevándose una oreja del cuarto. La corrida de rejones fue, sin duda, el festejo con más trofeos y pasiones hasta ahora.
DANIEL LUQUE: EL TORERO QUE SE IMPUSO A LA MANSEDUMBRE Y A LA LLUVIA
La corrida del 7 de julio fue una de esas tardes que huelen a decepción y que solo el temple verdadero puede salvar. Fuente Ymbro trajo un encierro de hechuras imposibles y bravura intermitente. Pero entre la mansedumbre generalizada, el sevillano Daniel Luque emergió como figura de respeto. Con el tercero, sin entrega ni embroque, y con el sexto, que embistió veinte veces con emoción, firmó dos faenas que rayaron en lo grande, sobre todo la última.
Faena de técnica, estética y autoridad. Pero falló el acero, y con ello, el premio. El público lo entendió y respondió con una ovación cerrada que contrastó con la sonora bronca dirigida al palco presidencial y al alcalde Asiron, convertido en protagonista involuntario de la tarde. Perera, con su elegancia habitual, no logró redondear por falta de material bravo. Talavante, por momentos inspirado al natural, tampoco pudo culminar.
PEPE MORAL: LA SUSTITUCIÓN QUE SE TORNÓ TITULARIDAD MORAL
El 8 de julio fue el día de los silencios, en honor a Germán Rodríguez, pero también de la reivindicación torera. Entró por la vía de la sustitución Pepe Moral y salió por la puerta grande del reconocimiento popular. Toreó con cadencia, técnica y asentamiento al quinto, ‘Lioso’ de Cebada Gago, un toro de bellas hechuras que humilló con nobleza. Fue faena de rotundidad y temple. El acero entró en buen sitio y la oreja fue el justo premio.
Román lo intentó sin éxito ante un lote poco agradecido, mientras que Ferrera tuvo que lidiar con dos enemigos deslucidos, sin posibilidad de lucimiento. Pero la tarde la rubricó Moral, que dejó claro que, en esta Pamplona tan exigente, todavía hay espacio para el mérito por encima del apellido.
EN CONCLUSIÓN
Cuatro días, cuatro realidades. La Feria del Toro 2025 ha comenzado con intensidad dramática. Hemos visto la injusticia institucionalizada contra un novillero llamado a cambiar el escalafón; la continuidad de una dinastía ecuestre que desafía el tiempo; la solidez de un torero hecho que aún da lecciones sin trofeo; y el empuje de un profesional que convirtió una oportunidad en una confirmación.
Pamplona ruge, vibra, y también protesta. La plaza es juez y parte, y hasta ahora ha dictado sentencia: lo mejor está por venir, pero lo vivido ya ha escrito páginas que merecen pasar a la historia. Porque en esta Feria del Toro 2025 no solo se lidian toros, también se lidian agravios, legados y oportunidades. Y eso, señoras y señores, también es torear.