12.09.2025 06:11 a.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
El cacereño Emilio de Justo firmó una tarde de torero grande en Valladolid: poder, gusto y entrega que le valieron la salida a hombros tras cortar tres orejas en un mano a mano de gran contenido frente a Alejandro Talavante.
Arbeláez - Colombia. La segunda de abono de la Feria de Nuestra Señora de San Lorenzo en Valladolid se convirtió en un escaparate de tauromaquia de altos vuelos. Con tres cuartos de entrada en los tendidos, la expectación estaba depositada en el mano a mano entre Alejandro Talavante y Emilio de Justo, frente a una corrida de Victoriano del Río que ofreció matices y exigencias a partes iguales.
El festejo se recordará por la hondura y autenticidad de un Emilio de Justo que volvió a demostrar por qué está instalado en la cúspide del escalafón. Su actuación no se limitó a los trofeos, una oreja del segundo y dos del sexto, sino que se sustentó en la maestría de un torero que conoce la liturgia del toreo desde la raíz hasta la hondura más absoluta. Toreó con profundidad, con gusto y con esa serenidad de los elegidos, convenciendo a la afición pucelana que lo despidió en volandas tras una tarde de raza de figura.
EL PULSO DEL FESTEJO
Alejandro Talavante, de caña y oro, abrió la tarde con “Manisero”, un toro frío de salida pero con buen fondo en la muleta izquierda. El extremeño dejó naturales de enorme trazo, templados y de muñeca flexible, que le valieron la primera oreja. Sin embargo, su tarde se fue diluyendo entre silencios y una ovación al quinto, donde la espada le cerró la Puerta Grande tras una faena de mucho sabor y adornos de corte personal.
Enfrente, Emilio de Justo, vestido de grana y oro, se encontró con “Dulce” en segundo turno. Lo saludó con chicuelinas ajustadas y, tras un gran puyazo de Juan Bernal, construyó una faena maciza, sin concesiones, basada en muletazos hondos y naturales de bella expresión. La estocada perpendicular fue suficiente para pasear la primera oreja.
El cuarto, recibido en portagayola, apenas dio opciones. Pero De Justo volvió a dejar patente su raza: quietud en los lances, firmeza en los cites y dignidad en una faena imposible que el público agradeció en silencio.
El cenit de la tarde llegaría con el cierra plaza, “Candidato”, un toro bravo y con motor, al que Emilio cuajó por el pitón derecho en tandas largas, ligadas y rotundas. La profundidad de su toreo, sin prisas, con los pies asentados en la arena, logró muletazos de trazo largo que rompieron los tendidos. Por el izquierdo, la exigencia fue mayor, pero también dejó muletazos de gran calado. Tras una estocada trasera, paseó los dos apéndices que rubricaron su triunfo y lo lanzaron a los hombros en compañía de su torería.
UNA FIGURA CONSOLIDADA
El triunfo de Emilio de Justo no es flor de un día. El cacereño lleva varias temporadas confirmando su condición de figura y, en Valladolid, dio una lección de cómo conjugar entrega y clasicismo, temple y valor, raza y estética. Toreó con hondura, sabiendo administrar los tiempos de cada toro y dejando claro que su concepto es el del toreo eterno, ese que conecta directamente con la sensibilidad del público.
LO QUE VIENE
La actualidad añade un matiz aún más relevante: tras la baja de Morante de la Puebla por resentirse de la cornada sufrida en Pontevedra, Emilio de Justo volverá a vestirse de luces este viernes en Valladolid. Compartirá cartel con Roca Rey y Marco Pérez, lidiando toros de Garcigrande. Una cita que, tras su triunfo de ayer, genera una expectación enorme en los tendidos pucelanos.
La foto de Emilio de Justo a hombros es la síntesis de una tarde de maestría y profundidad. Valladolid fue testigo de una obra con el gusto y la hondura de un torero que sigue escribiendo páginas de oro en la tauromaquia contemporánea.