
03.11.2025 07:42 a.m.
Redacción: Juan Pablo Garzón Vásquez
El matador madrileño Rafael de Julia, tras anunciar en abril su retirada indefinida por un trastorno alimenticio, ha reaparecido públicamente para narrar con valentía su batalla interior contra la anorexia nerviosa. En una emotiva entrevista, el torero desnudó su alma y confesó haber tocado fondo en plena plaza de Madrid, para después iniciar un proceso de renacimiento personal y profesional.
Lenguazaque - Colombia. El nombre de Rafael de Julia vuelve a sonar con fuerza, aunque esta vez no por una faena magistral ni por un triunfo rotundo en la arena, sino por el gesto más valiente que puede tener un torero: enfrentarse a sí mismo. El pasado mes de abril, el diestro madrileño sorprendía al mundo taurino al anunciar su retirada indefinida de los ruedos debido a un trastorno alimenticio, una decisión que destapaba el lado más humano y vulnerable de una figura acostumbrada a convivir con el riesgo y la exigencia extrema.
Este domingo, en su primera entrevista concedida al programa El Séptimo Toro de Radio Intereconomía, Rafael de Julia rompió el silencio y ofreció un testimonio crudo, sincero y profundamente revelador. Con voz serena pero cargada de emoción, relató el origen de su calvario: “Hace un año venía del periodo más importante de mi vida como torero. Había toreado como siempre soñé, me sentía pleno, realizado por dentro, con una conexión verdadera con el público y con la gente que me rodea. Pero a partir de esas fechas, la presión y mi voz interior empezaron a apoderarse de mí”.
Esa “voz interior”, como él la llama, se convirtió en su peor enemigo. La autoexigencia, el perfeccionismo, y el peso invisible de una carrera marcada por la entrega absoluta acabaron por empujarlo hacia un trastorno alimenticio severo, que terminó diagnosticándose como anorexia nerviosa. “No fui capaz de reconocer que tenía un problema”, confiesa el matador. “Pensaba que el 2025 sería el año más bonito de mi vida. Quise prepararme más, exigirme más, pero el cuerpo y la mente me dijeron basta”.
La confesión más estremecedora llegó cuando recordó el día en que tocó fondo, nada menos que en el patio de caballos de Las Ventas, su plaza talismán y escenario de sus mayores gestas. “Fue allí donde todo se vino abajo. Me invadió una desolación brutal. Comencé a llorar sin entender por qué. Aun así, hice el paseíllo y maté la corrida. Hoy todavía no sé cómo lo hice”, narró con una honestidad que conmovió a la audiencia.
En un ambiente donde la fortaleza física y la templanza anímica son virtudes cardinales, Rafael de Julia ha decidido romper un tabú. Ha puesto sobre la mesa un tema del que rara vez se habla en el toreo: la salud mental y emocional del torero. Porque detrás de la montera y el traje de luces, también hay fragilidad, también hay lucha.
El torero no solo ha afrontado su enfermedad, sino que ya ha dado el primer paso hacia su recuperación, volviendo a torear recientemente. “He tenido sensaciones encontradas”, confiesa. “Me ha servido mucho para encontrarme con esas dos voces: la que me cuida y la que me exige. El Rafa exigente sigue ahí, pero el otro ha aprendido mucho”.
Sus palabras resuenan como un canto de esperanza y una llamada de atención al mundo taurino y deportivo en general. La anorexia, la depresión o la ansiedad no entienden de heroicidades ni de glorias pasadas. Rafael de Julia, el torero que tantas veces se jugó la vida en los ruedos, ahora libra otra corrida más silenciosa pero no menos peligrosa: la de reconciliarse consigo mismo.
Quizás en esa lidia, más que en ninguna otra, radique su verdadera grandeza. Porque si el arte del toreo consiste en dominar el miedo y transformar el dolor en belleza, Rafael de Julia ha demostrado que también fuera del ruedo se puede torear con el alma, con humildad y con verdad.
				






