04.07.2025 07:23 a.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
A los 92 años, fallece el maestro Rafael Peralta Pineda, leyenda del rejoneo y alma viva de los “Jinetes del Apoteosis”. Su partida deja un vacío inmenso en el mundo taurino y en su pueblo natal, La Puebla del Río, pero su legado permanecerá eterno como uno de los grandes renovadores del arte ecuestre.
Ubaté - Colombia. El mundo taurino, la cultura andaluza y el alma de La Puebla del Río se visten de luto. Este viernes, a causa de una severa neumonía, ha fallecido a los 92 años Rafael Peralta Pineda, una figura monumental del rejoneo que, con elegancia, carácter y sensibilidad, escribió algunas de las páginas más gloriosas del arte ecuestre en el siglo XX.
Nacido el 4 de junio de 1933, Rafael Peralta no fue simplemente un jinete: fue un artista completo, un símbolo viviente de la belleza del toreo a caballo, un hombre que supo unir la doma, la técnica, la emoción y la estética para elevar el rejoneo a categoría de arte mayor. Con su muerte, no solo se apaga una voz, sino que concluye un capítulo épico de la tauromaquia.
LOS JINETES DEL APOTEOSIS: UNA GENERACIÓN IRREPETIBLE
Con su hermano, el inolvidable Ángel Peralta, y los también colosos Álvaro Domecq y José Samuel Lupi, Rafael integró el histórico cuarteto de los “Jinetes del Apoteosis”. No fue solo un grupo, sino un movimiento escénico que transformó el espectáculo taurino a caballo. Su simbiosis, su sincronía y su sentido del arte marcaron un antes y un después. Lograron que el público no solo aplaudiera la valentía, sino que se emocionara con la belleza de cada faena.
Fue una generación que hizo del rejoneo una ópera sin palabras. Cada jinete, una nota musical; cada caballo, un instrumento; cada plaza, un escenario donde se conjugaban la tradición y la innovación. Rafael Peralta fue el alma sensible de ese cuarteto: su temple, su sonrisa serena, su forma de sentir el caballo y el toro, lo hicieron único.
EL CIGARRERO NOBLE Y UNIVERSAL
Hijo Predilecto de La Puebla del Río, Rafael fue siempre fiel a sus raíces. Jamás perdió el vínculo con su pueblo, al que amó profundamente y al que dio lustre con cada actuación, cada gesto y cada palabra. Fue ganadero, promotor de la cultura, y sobre todo, un hombre querido, cercano, cabal. La capilla ardiente instalada en el Salón de Plenos del Ayuntamiento no es solo un tributo oficial: es el abrazo colectivo de un pueblo que despide a uno de sus más grandes hijos.
Su aportación no se limitó al ruedo. Fue un referente moral, un embajador de la tauromaquia clásica, un defensor de los valores rurales y un mecenas del alma andaluza. En tiempos de cambios, mantuvo la dignidad del oficio y supo ganarse el respeto de todas las generaciones.
UN LEGADO QUE NO MUERE
La muerte de Rafael Peralta es, sin duda, el cierre de una era, pero también la confirmación de que hay vidas que trascienden su tiempo. Su nombre queda grabado en la memoria colectiva del toreo, en la historia del arte ecuestre, en la piel de quienes vieron sus faenas y en el corazón de quienes lo conocieron.
Los niños que hoy juegan a ser jinetes en las dehesas de Andalucía seguirán escuchando su nombre como leyenda, como maestro, como ejemplo. Y los que alguna vez lo vieron cabalgar, con ese aire de nobleza y poesía, sabrán que fueron testigos de un arte inmortal.
Descanse en paz, Maestro. Rafael Peralta ya cabalga en la eternidad.