Ricardo Santana: “El Toreo me Dio Gloria, Dios me Devolvió la Vida”

Ricardo Santana: “El Toreo me Dio Gloria, Dios me Devolvió la Vida”

08.10.2025  06:28 p.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora - Cortesía: Clarín Taurino de Sonora 1500 am Cali

En una entrevista cargada de emoción y verdad, el subalterno Ricardo Santana narra su renacer tras un gravísimo percance sufrido en la plaza de Manizales. Entre confesiones de fe, recuerdos de su carrera y una sentida despedida de los ruedos, Santana deja una lección de humildad, valor y amor por la vida que trasciende el toreo mismo.

Arbeláez - Colombia. En la sentida entrevista hecha por El Clarín Taurino al buen subalterno Ricardo Santana, el mundo del toro se estremeció al escuchar la voz pausada, sincera y cargada de fe de un hombre que ha enfrentado cara a cara a la muerte, con la misma entrega y verdad con la que durante veinticinco años le dio la cara al toro en los ruedos. Fue una conversación más allá del ruedo y del traje de luces, un testimonio de vida, una plegaria hecha palabra.

La llamada, largamente esperada por sus compañeros, se convirtió en un encuentro de almas. Alejo, Tomás y Juan, los conductores del espacio, apenas podían contener la emoción al oír nuevamente a Santana, cuya fortaleza ha sido ejemplo para toda la afición. “Aquí estamos, vivos y colgantes”, fueron sus primeras palabras, sencillas y poderosas, como un quite a la muerte.

Ricardo no tardó en relatar el calvario que vivió tras el percance sufrido en la plaza de toros de Manizales, donde un toro le destrozó el bazo, desencadenando una cadena de infecciones que pusieron su vida al borde del abismo. “El parte médico era muy negativo; estaban esperando que falleciera”, recordó con serenidad, evocando los días y noches en el hospital donde la fiebre y el dolor parecían no tener fin.

Sin embargo, en medio de la oscuridad, el subalterno encontró su luz. “Hubo alguien muy grande, mi Señor Jesucristo, y una mujer inmensa, mi esposa, que se paró en la raya cuando todo era en contra. Su fe me sostuvo”, confesó con la voz entrecortada. La suya fue una corrida espiritual, un mano a mano con la muerte del que salió en hombros gracias a la fe y la oración.

Durante su prolongada recuperación, diez meses de lucha, Ricardo despertó del coma literalmente parapléjico, sin poder hablar, comunicándose solo con señas junto a su esposa. “Aprendí a valorar cada instante de la vida. Nosotros nos quejamos mucho por cosas insignificantes, pero cuando estás entre la vida y la muerte, entiendes que lo único importante es amar y agradecer”, reflexionó.

El torero recordó también los días de gloria, los años de entrega y responsabilidad en los que cada tarde fue una prueba de fuego. “Me he retirado en mi mejor momento, toreando con las máximas figuras del toreo, disfrutando por fin de estar delante de la cara del toro. Era el momento de mayor plenitud de mi carrera, pero Dios me tenía otra faena preparada”, expresó con nobleza.

Santana relató que, antes incluso del accidente, ya meditaba el retiro. Las dolencias acumuladas, las operaciones y la inminente cirugía cardíaca lo hicieron comprender que su ciclo como torero de plata estaba llegando a su fin. “Cuando el médico me dijo que debía colocarme una válvula en el corazón, sentí miedo. Fue entonces cuando entendí que debía retirarme por la puerta grande, no como un hombre vencido, sino como un torero agradecido”, explicó.

No quería despedirse “pegando un capotazo a medio lado” o “montando un par con el cuerpo cansado”. Su deseo era colgar los trastos por decisión propia, con la frente en alto. “Preferí irme así, disfrutando del toreo, en plenitud, antes que arrastrar mi cuerpo por el ruedo. El toro siempre mereció mi respeto, y ese respeto también es saber decir adiós”, afirmó con una mezcla de orgullo y serenidad.

Pero el momento más sobrecogedor de la entrevista llegó cuando habló de las visiones que tuvo durante su coma. “Tuve tres visiones. El diablo me habló, me ofreció todo lo que quisiera si iba a su reino. Y cuando creí que iba a morir, vi a mi Señor Jesucristo sacándome de la tumba. Luego vi al arcángel San Gabriel, con una coraza roja, que me pasó una espada y me dijo: pelea. En ese instante desperté del coma”. Las palabras estremecieron a los presentes. No era retórica ni teatro; era el relato sincero de un hombre que ha visto el límite entre el cielo y la tierra. “Cuando desperté, creí que apenas había pasado una noche. Mi esposa me dijo que habían transcurrido veinte días. Y ahí comprendí que Dios me había dado una segunda oportunidad, no para volver al ruedo, sino para contar lo vivido, para dar testimonio de Su poder”, afirmó el torero, emocionado.

Hoy, Ricardo Santana se despide del traje de luces, pero no de la afición. Su nombre queda inscrito entre los subalternos valientes, de entrega sin medida, de esos que torean con el alma. “Me retiro feliz, agradecido, pleno. El toreo me dio gloria, pero Dios me devolvió la vida”, concluyó, dejando un silencio profundo entre los oyentes.

En la conversación final, los compañeros de El Clarín Taurino no pudieron contener el orgullo y la emoción. “Qué orgullo tenerte con nosotros, Ricardo, y saber que Dios también hizo parte de tu cuadrilla”, expresó uno de ellos.

El subalterno, con su humildad intacta, respondió: “Así es, compañeros. Dios me dio una segunda oportunidad, y se las puedo contar a ustedes. Eso es más que una puerta grande; es el mayor trofeo que un torero puede llevarse”.

EPÍLOGO TAURINO

La historia de Ricardo Santana trasciende el ruedo. Es la historia de un hombre que entendió que la verdadera faena se libra en el alma, que la vida, como el toreo, exige fe, valor y entrega. Su testimonio quedará como un clarinazo al corazón de todos los que aman la Fiesta: que la vida, como el toro, hay que torearla con verdad, pase lo que pase.

  

 

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