13.11.2025 07:50 a.m.
Redacción: Juan Pablo Garzón Vásquez
Diez meses después de la espeluznante cogida que lo mantuvo entre la vida y la muerte, el banderillero colombiano Ricardo Santana rompe su silencio. Su historia, marcada por el valor, el sufrimiento y un amor inquebrantable por el toreo, se contará este 15 de noviembre en una entrevista exclusiva del canal Sí hay toros. Santana no solo sobrevivió a lo imposible: regresó a los ruedos con la firmeza de quien ha visto la muerte y decidió volver a la vida.
Lenguazaque - Colombia. El 6 de enero de este año, la plaza de toros de Manizales fue testigo de una de esas escenas que el toreo, con toda su grandeza y su tragedia, a veces impone sin aviso. Durante la lidia de un toro imponente, el banderillero colombiano Ricardo Santana fue brutalmente embestido contra las tablas. La cornada lo lanzó a un umbral entre la vida y la muerte. Un trauma craneal severo y otro torácico dejaron su cuerpo en silencio, su pulso tambaleante, y a toda la afición con el corazón detenido.
Aquella tarde, el ruedo manizaleño se llenó de un silencio espeso, de esos que duelen en el alma. Los capotes se arrojaron al suelo, los subalternos corrieron desesperados, y el miedo se apoderó de todos. Santana fue trasladado de urgencia, inconsciente, con pronóstico reservado. Comenzaba así un calvario médico y humano que lo mantuvo diecisiete días en coma y ciento ochenta más debatiéndose entre la vida y la muerte.
Pero el destino, que a veces escribe sus propias faenas, decidió concederle otra oportunidad. “Regresé de la muerte, y regresé para quedarme”, dice Santana en el video promocional del canal colombiano Sí hay toros, que el próximo 15 de noviembre emitirá la entrevista más esperada del año para la afición taurina.
Detrás de esa frase hay algo más que una declaración: hay un testimonio de superación, coraje y amor por la vida. Durante meses, su cuerpo fue territorio de cicatrices, tubos, cirugías y oraciones. En la Clínica Imbanaco de Cali, los médicos pelearon junto a él cada día, enfrentando lo que parecía imposible. “Todo era negativo, un panorama oscuro”, recuerda el torero. Pero como en toda buena lidia, Santana encontró su muleta invisible: la fuerza interior, el amor de su familia y la fe de quienes jamás dejaron de creer.
El 9 de julio, al abandonar la clínica, el banderillero cruzó las puertas no como un paciente más, sino como un sobreviviente, un símbolo de esperanza y temple. El hombre que un toro dejó sin aliento había vuelto a respirar. Y, lo más importante, había decidido volver a sentir el pulso de la arena.
Ricardo Santana no solo ha ganado la batalla más dura que puede enfrentar un torero: la de mirar a la muerte y no bajar la mirada. Su regreso no es una simple recuperación física, sino una resurrección espiritual y emocional. El torero colombiano encarna la esencia más pura del toreo: valor frente al miedo, entrega ante el dolor y amor a una vocación que no se apaga ni ante la tragedia.
El público verá el 15 de noviembre a un hombre distinto, más fuerte y más humano, pero con la misma pasión que lo llevó un día a poner su vida al servicio del arte taurino. Porque Santana no ha regresado solo a contar su historia: ha vuelto para agradecer, inspirar y recordarnos que el valor verdadero no está en burlar la muerte, sino en levantarse después de haberla sentido tan cerca.
La suya no es solo la historia de un torero. Es la historia de un hombre que, aferrado a la fe, al amor y al toreo, desafió al destino y salió triunfador. En cada palabra que pronuncie, en cada gesto que evoque su regreso, Ricardo Santana mostrará que el valor no se mide en cornadas ni en trofeos, sino en la capacidad de amar la vida incluso después de haberla perdido.
Y así, el ruedo de la vida vuelve a abrir sus puertas para él. Ricardo Santana, el hombre que toreó a la muerte y le ganó la batalla, vuelve a la arena con un mensaje que trasciende lo taurino: la vida, como el toreo, solo tiene sentido cuando se entrega con amor y sin miedo.








