Ricardo Santana: Vuelve el Valor

Ricardo Santana: Vuelve el Valor

09.07.2025  12:10 p.m.

Redacción: Juan Pablo Garzón Vásquez

Luego de siete largos meses de lucha y esperanza, el subalterno Ricardo Santana, figura de entrega y profesionalismo en los ruedos, regresa a su hogar. Dado de alta de la Clínica Imbanaco en Cali, continúa ahora su recuperación en casa, con fe inquebrantable y el cariño del mundo taurino que nunca lo dejó solo.

Lenguazaque – Colombia. El buen subalterno Ricardo Santana, ejemplo de temple, regresa a casa tras siete meses de dura lidia contra la adversidad. En el mundo taurino, donde el temple, la resistencia y la entrega marcan la diferencia entre el miedo y la gloria, hay jornadas que se lidian fuera del albero y merecen la misma ovación que una faena inmortal. Hoy, los clarines suenan con fuerza y el corazón del toreo late con emoción, porque Ricardo Santana, uno de los subalternos más queridos y respetados del escalafón colombiano, ha sido dado de alta médica y regresa al calor de su hogar tras siete meses de intensa batalla por su salud.

La noticia llega como un estallido de esperanza en una plaza colmada de fe. Ricardo, hombre de valor a carta cabal, acostumbrado a brindar seguridad y entrega en los tercios de banderillas y capotes de quite, lidió esta vez una corrida mucho más dura: una larga hospitalización en la Clínica Imbanaco de Cali, donde los médicos, como cirujanos del alma y del cuerpo, le ofrecieron el tratamiento y el cuidado necesarios para preservar su vida. Hoy, la mejor estocada la ha dado la ciencia, acompañada de la mano invisible de Dios, quien —como bien dice la familia Santana— ha obrado “innumerables milagros”.

A partir de ahora, el buen subalterno continuará su recuperación bajo el modelo de atención domiciliaria, rodeado del cariño de su familia y la vigilancia permanente del equipo médico que lo acompañó en cada pase de pecho que la vida le exigió en estos meses. Aún queda una úlcera por cerrar, la última “vuelta al ruedo” en esta lidia, pero el ánimo de Ricardo, como siempre, es el de un torero que no conoce la rendición.

Los mensajes de aliento no han cesado desde todos los rincones del país taurino. Aficionados, compañeros de cuadrilla, matadores, ganaderos, periodistas especializados, todos han hecho parte de esta cadena de oración y energía que sostiene a quienes, como Santana, han dejado en cada plaza del país un pedazo de su ser, siempre firmes en la línea de fuego. Ese cariño incondicional es ahora el capote que lo arropa, la muleta que lo sostiene, el aplauso que retumba más allá de los palcos y las barreras.

Con lágrimas en los ojos y el alma llena de gratitud, la familia Santana ha querido compartir esta buena nueva. Lo hacen con humildad y fervor, reconociendo la grandeza de un Dios que nunca suelta la mano del que lucha, y con el más profundo agradecimiento al personal de la Clínica Imbanaco, que supo torear con ciencia y corazón cada embestida del quebranto físico.

En el lenguaje del toreo, cuando un subalterno es calificado como “bueno”, no se refiere solo a su técnica o a su obediencia en la arena. Es un sello de carácter, de nobleza, de valentía sin aspavientos, de compromiso con la cuadrilla y con el arte. Ricardo Santana es de esos. Un torero de plata con alma de oro, que hoy merece la ovación más larga, esa que se da de pie, con el alma temblando y el sombrero en la mano.

La vuelta a casa no es el final del camino, sino el principio de una nueva temporada. Una en la que el enemigo no será un toro de lidia, sino el reto de reconstruir el cuerpo con la misma pasión con la que tantas veces enfrentó la vida en los ruedos. Una temporada donde cada día será una suerte, cada comida un triunfo, cada paso una victoria.

Y mientras se cierra la última herida, mientras se consolidan la nutrición y la fuerza, una certeza permanece firme: Ricardo Santana no está solo. Porque el toreo, más que un arte, es una hermandad. Porque #FuerzaRi no fue solo una etiqueta, sino una bandera levantada por todos los que lo admiran y lo esperan, sabiendo que volverá a vestir de luces, aunque sea con la luz del alma.

Desde aquí, esta redacción le brinda su enhorabuena. Que las faenas que vienen sean suaves de embestida y dulces en su remate. Que el ruedo de la vida lo reciba con ovaciones sinceras y que nunca falte el quite providencial, el abrazo fraterno, la oración silenciosa.

¡Va por usted, Ricardo Santana! ¡Dios todo lo puede!

  

 

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