Rincón y Cavazos: Reencuentro de Leyendas en El Charco

Rincón y Cavazos: Reencuentro de Leyendas en El Charco

19.11.2025  11:08 a.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

En la ganadería El Charco, en Nuevo León, los maestros Eloy Cavazos y César Rincón protagonizaron un emotivo reencuentro taurino para conmemorar los 17 años de la retirada del “Pequeño Gigante de Monterrey”, en una tienta cargada de memoria, hondura técnica y respeto entre dos de las figuras más grandes de América Latina.

Arbeláez – Colombia. La quietud solemne de la ganadería El Charco, en el estado mexicano de Nuevo León, se rompió para dar paso a un acontecimiento que solo la tauromaquia puede gestar: el reencuentro íntimo, técnico y profundamente simbólico entre dos colosos del toreo, el maestro Eloy Cavazos y el maestro César Rincón, convocados para celebrar los 17 años de la despedida definitiva de Cavazos de los ruedos, ocurrida el 16 de noviembre de 2008 en la Monumental Lorenzo Garza de su natal Monterrey.

Aquel día, que quedó inscrito para siempre en los anales de la historia taurina mexicana, el regiomontano cortó dos rabos y salió por última vez a hombros, vestido de luces, como corresponde a las figuras que han tenido la capacidad de estremecer al aficionado generación tras generación. Hoy, más de tres lustros después, la conmemoración no se realizó en una plaza, sino en el silencio sagrado del campo bravo, donde se prueban las embestidas sinceras y donde la tauromaquia se desnuda hasta su esencia.

UNA INVITACIÓN ENTRE TOREROS DE ORO

Para esta celebración privada, Cavazos, conocido universalmente como “el pequeño gigante”, extendió la invitación a César Rincón, el torero colombiano que dejó una huella imborrable en Madrid y que hoy es referencia obligada de la técnica, el temple y la profundidad. Ambos maestros protagonizaron una tienta de hembras y machos, una liturgia que exige oficio y pureza, y que se convirtió en el hilo conductor para revivir la memoria de aquella tarde irrepetible del 2008.

En un gesto que revela la grandeza torera y personal de ambos, Rincón insistió más de una vez para que Cavazos tomara los trastos y se echara al ruedo. Sin embargo, el mexicano declinó siempre, prefiriendo quedarse en un burladero, cámara en mano, registrando cada muletazo del bogotano. Ese acto, aparentemente sencillo, estuvo cargado de simbolismo: el maestro que se retiró en plenitud decidió, en esta ocasión, no torear para mirar, recordar y honrar, mientras otro maestro interpretaba con fidelidad y respeto el idioma del toreo eterno.

RINCÓN: UNA CLASE MAGISTRAL ANTE LA MIRADA DEL MAESTRO

Lo realizado por el colombiano en el tentadero fue descrito por los presentes como una clase magistral de pureza y poderío. Su muleta, templada y mandona, consiguió que las embestidas del ganado fluyeran largas y humilladas, mostrando el nervio y la nobleza que caracterizan al hierro de El Charco.

Mientras tanto, Cavazos grababa y fotografiaba con devoción torera, consciente de la calidad de lo que estaba presenciando. No era un registro para redes sociales sino un testimonio íntimo y valioso, destinado a perpetuar un momento que difícilmente podrá repetirse.

EL LEGADO DE EL CHARCO, UN HIERRO CON HISTORIA

La celebración tuvo además una carga emocional adicional: se realizó en la misma ganadería fundada por Eloy Cavazos en 1997, bajo el nombre de su hijo, Jaime Cavazos. Aquel proyecto ganadero fue continuidad natural del compromiso que el maestro regiomontano ha tenido siempre con la crianza del toro bravo. En el año 2012, Cavazos cedió el hierro a su ahijado Gerardo Garza González, quien desde entonces ha mantenido la divisa con una dedicación ejemplar, conservando el sello de bravura y clase que caracteriza al encaste.

El tentadero demostró que El Charco se encuentra en un magnífico estado, con ejemplares que respondieron con bravura y transmisión, permitiendo a Rincón mostrar su tauromaquia en toda su plenitud.

UN HOMENAJE HECHO DE VERDAD, MEMORIA Y TORERÍA

Más que un acto conmemorativo, lo vivido en El Charco fue un homenaje a la verdad del toreo, donde dos maestros compartieron un espacio de profunda autenticidad. Cavazos, desde el burladero, celebró con orgullo los 17 años de su retirada; Rincón, desde el ruedo, honró esa fecha con su muleta; el campo bravo, por su parte, aportó el escenario ideal para un acontecimiento único.

En tiempos donde la inmediatez domina, estos gestos, silenciosos, íntimos, cargados de respeto y técnica, recuerdan por qué el toreo sigue siendo un arte que se transmite de figura a figura, de maestro a maestro, de corazón a corazón.

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