07.10.2025 09:10 a.m.
Redacción: Andrey Gerardo Márquez Garzón
El colombiano Sebastián Ritter deslumbró en el Festival de Lozoya, saliendo en hombros tras cortar dos orejas y rabo, en una tarde de toros de gran entrega y torería. Mientras tanto, su compatriota Juan de Castilla se alista para una cita crucial el 11 de octubre, donde compartirá cartel con figuras destacadas como Uceda Leal y Gómez del Pilar, en el epílogo de una temporada que ha marcado su consagración en ruedos ibéricos.
Cajicá - Colombia. Lozoya, esa pintoresca localidad serrana cercana a Madrid, célebre por custodiar un pequeño museo con obras de Picasso, aquellas que el genio malagueño regalara a su peluquero francés y que éste donó orgulloso a su pueblo natal, vivió este fin de semana una jornada de toros que quedará inscrita en la memoria de los aficionados. En un ambiente festivo, con el sol castellano dorando los tendidos y el viento jugando caprichoso con los vuelos de los capotes, se celebró el esperado Festival Taurino con novillos de Eladio Vegas, bien presentados, de noble comportamiento y manejables en conjunto, destacando el cuarto, al que con justicia se le dio la vuelta al ruedo.
Desde el paseíllo se adivinaba que sería una tarde de emociones. Los aceros relucían y las cuadrillas, serias, sabían que Lozoya no admite medianías. Y en ese marco, Sebastián Ritter, el torero de Medellín, escribió una página de oro. Su actuación tuvo temple, inteligencia y valor sereno. Desde los lances iniciales hasta la estocada final, Ritter impuso su concepto de torero maduro, asentado y de gran pureza. Toreó despacio, con el alma por delante y el corazón en la yema de los dedos. Fue dueño de los terrenos, midió los tiempos y elevó su faena a cotas de auténtico arte. El público, rendido, le pidió las dos orejas y el rabo, premiando una obra redonda, plena de verdad y torería. Salió en hombros, entre vítores y pañuelos al aire, bajo la tarde ya declinante del valle de Lozoya.
La tarde tuvo otros momentos de brillo. Víctor Puerto, veterano de mil batallas, hizo gala de su oficio y toreó con la serenidad de quien domina los secretos del ruedo, cortando dos orejas. Diego García, valiente y entregado, se fue con dos trofeos en la espuerta pese a sufrir una cornada que no empañó su entrega ni su valor. Alejandro Chicharro, inspirado, rubricó una actuación de altos vuelos, cortando también dos orejas y rabo, en tanto que el joven Julio Aparicio, heredero de una dinastía legendaria, mostró temple y raza para sumar dos orejas más a un festival que rebosó triunfos y emoción.
Pero entre los ecos del triunfo de Ritter, la afición colombiana mira ya hacia otro nombre: Juan de Castilla, quien apura los últimos compases de una temporada española que ha sido, para él, sencillamente memorable. No han faltado los percances ni los días duros, pero el torero antioqueño ha respondido con su mejor virtud: una voluntad férrea y un amor inquebrantable por el traje de luces. Castilla ha recorrido la geografía taurina ibérica dejando huella, con faenas de temple, raza y verdad que le han ganado un sitio de respeto entre los aficionados y profesionales del medio.
El próximo sábado 11 de octubre, Juan de Castilla volverá al albero para participar en un festival de postín, compartiendo cartel con dos nombres que vienen de dejar impronta en Madrid: Uceda Leal y Gómez del Pilar. Completarán la terna Villita y el joven novillero Rodrigo Cobo, en un festejo que promete emoción y arte en dosis generosas. Será, sin duda, una cita de alto voltaje, un nuevo desafío en el camino ascendente del colombiano, que ya saborea el reconocimiento ganado a fuerza de sudor, valor y entrega.
El toreo colombiano vive, pues, un momento de esplendor. Ritter y Castilla, cada uno desde su trinchera artística, están escribiendo capítulos dignos en la historia reciente de la tauromaquia. Ritter, con su triunfo rotundo en Lozoya, confirma su madurez y hondura; Castilla, con su próximo compromiso, reafirma su sitio en la élite de los toreros que no se rinden y que dignifican el toreo con cada muletazo. Dos caminos paralelos que confluyen en una misma verdad: Colombia tiene toreros de raza, capaces de emocionar a España y de mantener viva la llama del arte eterno de torear.