Sevilla: Hierro y Duende en la Primera de San Miguel

Sevilla: Hierro y Duende en la Primera de San Miguel

27.09.2025  02:54 p.m.

Redacción: Juan Pablo Garzón Vásquez

En la primera de San Miguel, Sevilla vivió una tarde intensa: Juan Ortega firmó la faena de más torería y se llevó una oreja con fuerte petición de la segunda; David de Miranda conquistó un trofeo de gran valor y dejó entrega en su segundo; Pablo Aguado, sin trofeos, se marchó con la ovación de una plaza que supo reconocer la pureza de su estética. Una corrida exigente, marcada por la bravura desigual, el peligro y la emoción auténtica de Sevilla.

Lenguazaque - Colombia. La Real Maestranza, abarrotada hasta el “No hay billetes”, se vistió de solemnidad para abrir la Feria de San Miguel en Sevilla. Antes del paseíllo, la plaza enmudeció en un minuto de silencio por María del Mar Tristán, subdirectora de la Banda del Maestro Tejera. El respeto dio paso a la expectación, esa mezcla de rito y misterio que solo el coso del Baratillo es capaz de convocar.

EL PRÓLOGO DE ORTEGA: DEL SILENCIO AL CLAMOR

Juan Ortega abrió plaza con Ebanista, un toro serio por delante, pero falto de entrega, que se vino pronto a menos. El sevillano lo intentó por ambos pitones, siempre citando con pureza, aunque sin opciones claras. El público reconoció el esfuerzo con silencio.
La historia cambió con Bocinero. La verónica fue su aliada en un quite de oro, y la muleta su estandarte de torería. La primera serie con rodilla en tierra y muletazos genuflexos marcaron la pauta de una faena de hondura, donde el pitón derecho se convirtió en el camino hacia la gloria. Con mano baja y poderío, Ortega bordó naturales de trazo curvo y estética arrebatadora. La Maestranza rugió. La estocada desprendida enfrió la segunda oreja que pedía con fuerza el tendido. El premio quedó en una oreja, pero de peso mayor.

EL VALOR ENCENDIDO DE DAVID DE MIRANDA

Al segundo, Maleado, lo recibió con verónicas templadas. El toro se apagó pronto, pero el onubense echó el resto. Rodilla en tierra, muletazos de cercanías, luquecinas y bernadinas apretadas al máximo. La plaza se levantó entera. Estocada algo desprendida, pero oreja de mucho valor.

Con Bolero, quinto de la tarde, el guion fue distinto. El toro transmitía, aunque marcaba querencia a los adentros. Miranda lo recibió a pies juntos, imponiendo su temple, y la faena alcanzó momentos de gran intensidad con la música acompañando. La exigencia del toro obligó al torero a tirar de corazón más que de cabeza. Estocada y ovación cerraron su tarde, dejando claro que vino dispuesto a no regalar nada.

LA TARDE ESTÉTICA Y SIN TROFEOS DE PABLO AGUADO

El lote de Aguado fue el más ingrato, aunque supo convertir la adversidad en estética. Enamorado, tercero de salida, se partió el pitón y fue devuelto. El sobrero, Duplicado, gigante de 686 kilos, fue un tren parado en seco, sin ritmo ni entrega. Aguado lo entendió desde el inicio y dibujó muletazos a media altura con gran disposición, pero sin eco mayor. La estocada rubricó una faena de mérito silencioso.

La esperanza llegó con el sexto, Casero, de Victoriano. De hechuras armónicas y mirada seria, metió en apuros a la cuadrilla, levantando en vilo a Sánchez Araujo en un susto que heló la sangre a la plaza. Con la muleta, Aguado se impuso con naturalidad, dejando muletazos de exquisito trazo, siempre por encima de un toro codicioso pero falto de poder. Faena de torero grande, que no encontró premio en la pañolería, pero sí en la ovación cerrada del respetable.

EL PULSO DE LA TARDE

Fue una corrida intensa, marcada por la exigencia de los toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés, con momentos de peligro, valor y torería. Ortega se llevó la mejor faena, Miranda la oreja de peso y Aguado la impronta de la torería pura, aunque sin trofeos. Sevilla respondió, como siempre, con la verdad que nace del tendido: reconocer al que se entrega sin medida.

  

 

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