27.09.2025 02:56 p.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
La corrida de Garcigrande en la Maestranza, desigual y complicada, tuvo en Daniel Luque al gran protagonista. Con “Brioso” mostró firmeza y mando; con “Olvidado” dio una lección de capacidad, logrando naturales hondos y templados de un toro manso y sin fondo. Oreja de peso para el de Gerena, que firmó una de sus faenas más meritorias en Sevilla.
Arbeláez - Colombia. La segunda de San Miguel en la Maestranza fue un examen de capacidad, un ruedo donde los toreros se enfrentaron no solo a los toros de Garcigrande, sino también al juicio inapelable de Sevilla. La corrida dejó apuntes de entrega de Borja Jiménez, la búsqueda sin eco de Talavante y, sobre todo, la obra mayor de Daniel Luque: una demostración de cómo llegar al alma del toro cuando apenas parece tenerla.
El hierro salmantino presentó una corrida desigual en comportamiento, con toros desfondados, mansos, justos de fuerzas y con querencias marcadas. Un lote complicado, de esos que obligan a medir y sacar la capacidad de los toreros, más allá de la inspiración. Fue ahí donde Luque, en su doble comparecencia, marcó la diferencia.
LA MAESTRÍA DEL GERENERO CON “BRIOSO”
El segundo de la tarde, “Brioso”, N.º 103, 515 kilos, apareció con presencia y fijeza inicial. Daniel Luque lo recogió con un capote de mando, encajando lances que no fueron de adorno, sino de dominio. El toro se empleó en el caballo, dejando ver virtudes, aunque el pitón izquierdo ya mostraba dificultades. El quite por gaoneras de Luque tuvo riesgo medido y temple de figura.
En la muleta, el de Gerena lo metió en faena desde el arranque, con una serie a diestras que conectó con el público. Pronto entendió que el pitón derecho era el camino: muletazos largos, templados, en redondo, de trazo profundo. Cuando quiso pasar a la zurda, el toro mostró su condición: menos recorrido, midiendo y apagándose. Pero Luque, firme, volvió a la mano buena. Lo más rotundo vino en las luquesinas finales, con un dominio sereno, enseñando que aquel toro tenía más dentro de lo que parecía. Estocada contraria y descabello tras aviso. Ovación cerrada, con Sevilla reconociendo al torero y al animal.
EL HITO: LA FAENA A “OLVIDADO”
El quinto, “Olvidado”, N.º 123, negro chorreado, 520 kilos, fue el antagonista mayor de la tarde. De salida mostró su condición mansa, protestado por el tendido. Se iba suelto, no quería pelea, apenas se empleó en varas y marcaba querencias. Parecía un toro sin historia. Pero ahí emergió la inteligencia y el pulso de Luque.
Sin arredrarse, el de Gerena lo fue sacando al tercio, imponiendo sitio y terreno. Lo tanteó por el pitón izquierdo, y encontró ahí un hilo de esperanza: el toro, medido de fuerzas, se entregaba a medias en naturales. El secreto fue la paciencia: midió alturas, tiempos y distancias. No podía obligarle porque el toro claudicaba, así que lo convenció, lo llevó con suavidad, bajando la mano sin apretarle más de lo que podía.
La faena creció cuando el torero, dueño del tempo, ligó naturales de hondura, templados, al ralentí. El público pasó del desdén al silencio respetuoso, y de ahí al reconocimiento. Luque hizo del manso un colaborador, provocando con la voz, acariciando con la muleta, dibujando series que parecían imposibles para aquel toro. Cuando ya se apagaba “Olvidado”, el torero seguía arrancándole muletazos de seda, faena de técnica, serenidad y grandeza.
La espada quedó corta, pero certera. El toro tragó la muerte con demora. Una oreja de mucho peso, ganada con la capacidad y el arte de quien no se conforma con lo evidente, sino que busca el potencial oculto.
LOS OTROS PROTAGONISTAS
Borja Jiménez, valiente y entregado, brilló con “Arrocero”, al que cuajó con valor y temple, aunque su segundo, “Siciliano”, no le permitió mayor lucimiento. La vuelta al ruedo tras petición fue reconocimiento a un torero que busca un sitio en Sevilla con seriedad.
Talavante, en cambio, no encontró enemigo a la altura de su tauromaquia. “Caza-Genios” y “Borracho” no le dieron opción de conectar con los tendidos. Su labor, sobria y con mérito técnico, quedó diluida por la falta de antagonista.
EPÍLOGO
La tarde quedó marcada por Daniel Luque. El toreo se mide muchas veces en inspiración, en belleza, pero hay tardes en que lo que se mide es la capacidad. Y la capacidad es llegar donde nadie cree que se puede llegar. Luque convirtió la mansa condición de “Olvidado” en materia prima para el arte, sacando lo que nadie