Sevilla: Morante, el Místico del Toreo

Sevilla: Morante, el Místico del Toreo

05.05.2025  06:31 a.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

Morante de la Puebla volvió a elevar el toreo a las alturas de lo divino en la Real Maestranza de Sevilla. Su entrega, su arte sin tiempo y su valentía le permitieron transformar una tarde gris en una sinfonía de emociones. La suya no fue una faena más: fue un acto de fe, una liturgia pagana donde la muleta se convirtió en cáliz, y la plaza entera, en templo.

Arbeláez - Colombia. En el corazón de la Feria de Abril de Sevilla 2025, la Real Maestranza vivió una jornada que quedará inscrita en oro y sangre en los anales de la tauromaquia. José Antonio "Morante de la Puebla" fue más que un torero esa tarde: fue chamán, fue médium de los grandes del pasado, fue sacerdote de una ceremonia ancestral que sólo él parece entender en toda su profundidad.

Desde la puerta del Hotel Colón, donde fue recibido con el fervor de los que esperan un milagro, ya se respiraba que no sería una tarde cualquiera. La plaza colgó el cartel de “No hay billetes” y las palmas, todavía a la espera del paseíllo, sonaban con la fuerza de una devoción sevillana inquebrantable. Junto a él, completaban el cartel Juan Ortega y Pablo Aguado, con toros de la ganadería de Domingo Hernández, de presentación imponente, pero juego escaso.

El encierro, de escaso fondo y raza menguada, ponía cuesta arriba el lucimiento. Sin embargo, el cuarto de la tarde, manso, huidizo y reservado, fue el lienzo sobre el que Morante pintó su obra cumbre. Lo recibió a una mano, con el capote suelto, dibujando verónicas de otra época, como si Joselito El Gallo le hubiera susurrado al oído desde el más allá.

Con la muleta, la obra se volvió magistral: series de naturales hondos, lentos, ligados con temple sobrenatural, y derechazos que se fundían con la música de Pasodobles, arrancando gritos de "¡torero!" desde los cuatro puntos cardinales del ruedo. Cada pase parecía rezado. Cada embroque, un verso. Cada remate, un epitafio a la vulgaridad.

La estocada, en todo lo alto, rubricó una faena que trascendió el toreo para convertirse en un acto de arte total. El palco presidencial, sin titubeos, otorgó las dos orejas. Y el público, en pie, reconoció a Morante no solo como figura del toreo, sino como su profeta, su médium y su redentor.

En un tiempo donde la fiesta se enfrenta al ruido del desconcierto, al embate político y al olvido generacional, Morante se yergue como faro y guardián. Su maestría no se resume en técnica o estética: es una forma de pensar, de vivir y de sentir el toreo como un arte absoluto, que exige entrega sin cálculo y valor sin condiciones.

Aquel 01 de mato, Sevilla no vio una corrida de toros. Asistió a una revelación. Y Morante, con su barba de patriarca, su andar pausado y su alma en las yemas de los dedos, dejó claro que el toreo, el de verdad, no ha muerto. Solo espera, paciente, a que el profeta vuelva a hablar con los dioses del toreo.

Ficha del Festejo

Jueves 1 de mayo de 2025 – Real Maestranza de Caballería de Sevilla – Quinto festejo de abono de la Feria de Abril - Se lidió un encierro de Domingo Hernández, de muy dispar presentación, con ejemplares de morfologías contrastantes: desde un primero escaso de cara y protestado por su pobre remate en los altos, hasta un quinto y un sexto de voluminosas hechuras, más adecuados en lo corpóreo que en lo armónico. En conjunto, el lote resultó deslucido, falto de raza y sin entrega. Destacó, por su mayor clase y posibilidades, el cuarto de la tarde, que permitió la inspiración del maestro. Morante de la Puebla: Ovación tras aviso y Dos orejas. Juan Ortega: Ovación y Ovación. Pablo Aguado: Ovación y Silencio. Lleno de ‘No hay billetes’.

  

 

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