29.09.2025 06:00 a.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
La tercera de San Miguel quedó marcada por el paso firme de Javier Zulueta en su alternativa y por la hondura descomunal del toreo al natural de Morante de la Puebla. Con un encierro de Núñez del Cuvillo sin raza ni entrega, Roca Rey se estrelló sin opciones. Tarde sin toros, pero con toreros.
Arbeláez - Colombia. La Real Maestranza de Caballería de Sevilla volvió a vestirse de gala para el tercer festejo de la Feria de San Miguel 2025. No había un asiento libre: el cartel lo exigía. Tres generaciones en el paseíllo, Morante de la Puebla, Roca Rey y el joven Javier Zulueta, que tomaba la alternativa, saludaron de salida una ovación rotunda. Era el preludio de una tarde marcada por la solvencia de un toricantano que quiso mostrar credenciales y por la expresión arrebatada del sevillano, que dejó, al natural, la huella de un toreo eterno.
Los toros de Núñez del Cuvillo no lo pusieron fácil. Hubo de todo menos bravura. Faltaron raza, transmisión y entrega; sobraron querencias y mansedumbre. Un encierro sin regularidad que exigió más a los hombres que a los toros. Y ahí, precisamente, se escribió la crónica de la tarde.
EL BAUTISMO DE ZULUETA
Con “Lanudo”, colorado de 564 kilos, se abrió la corrida. Serio y con caja, mostró un son humillador en los primeros lances de Zulueta, que lo recibió por chicuelinas antes de estirarse a la verónica. El toro embistió pronto, y el sevillano, consciente de la importancia del instante, se templó en la muleta. La derecha fue prólogo de una faena sobria; pero fue al natural cuando todo cobró sentido: hondura, ligazón y estética. Rompió la música y con ella la Maestranza. Faena de toricantano, con pulso y gusto, que retrató su concepto. Los aceros, eso sí, le jugaron una mala pasada.
Con el sexto, “Berlanguillo”, ya no hubo toro. Frío, desrazado, siempre a media altura. Zulueta expuso mucho, tiró de firmeza y dignidad. Más torero que toro. Brindó a su madre y a su hermana, y dejó claro que la vocación de torero de Sevilla tiene solvencia y cimientos.
EL MURO DE ROCA REY
Andrés Roca Rey se estrelló con un lote infame. “Sombrerero”, protestado de salida por una cornada, fue devuelto. En su lugar, “Juguetón”, un colorado de 598 kilos, brusco y con genio, acabó rajado y sin entrega. Roca Rey tiró de recursos, buscó distancias cortas, pero la faena naufragó entre pitos y silencios.
Con “Ponderado”, el quinto, apenas pudo esbozar dos muletazos de rodillas en los medios. El toro, sin celo ni transmisión, lo volteó en un descuido, sin consecuencias. No hubo posibilidad de triunfo. Sólo voluntad. Estocadas traseras y desprendidas, rápidas en efecto, cerraron su tarde gris.
MORANTE, LA HONDURA AL NATURAL
Morante de la Puebla tuvo primero a “Violeto”, un manso con todo guardado dentro. El torero de La Puebla lo intentó, pero se topó con la negación absoluta del bravo. Breve faena, pinchazo y silencio.
La tarde encontró su cima con el cuarto, “Ganador”, colorado de 500 kilos, fino de hechuras. Morante lo recibió de rodillas con una tijerilla que levantó al público. Después, verónicas de cartel, chicuelinas arrebatadas, una media y una revolera de terciopelo. La Maestranza ya estaba en pie antes de la muleta.
Con el engaño rojo comenzó con ayudados por alto, imponiéndose a un toro complejo y áspero. El sevillano cruzó la línea del miedo: por el pitón izquierdo brotó un natural de hondura infinita, de los que cortan la respiración. Una serie que quedó grabada como patrimonio de la plaza. La música sonó como eco de una entrega total. Faena breve, intensa, imposible estar más de verdad ante un toro que en otras manos hubiera sido imposible. Media estocada, dos descabellos y la ovación cerrada de Sevilla.
UNA TARDE SIN TOROS, CON TOREROS
El encierro de Núñez del Cuvillo fue el gran ausente de la función. Desrazado y sin entrega, quitó brillo a un cartel de postín. Pero hubo hombres que lo sostuvieron: la torería sobria de Zulueta, el valor seco de Roca Rey y, sobre todo, la magia irrepetible de Morante al natural. Sevilla, que sabe de estas cosas, reconoció que no siempre la grandeza está en las orejas, sino en la verdad que se pone frente al toro.