05.05.2025 06:37 a.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
Diego Ventura firmó en la Maestranza una de esas obras que marcan época. Dueño absoluto de la tarde, impuso su maestría frente a un lote desigual de Fermín Bohórquez, dejando dos faenas de leyenda que el presidente empañó con una cicatería injustificable. El sevillano, a pesar de las trabas, levantó pasiones con su rejoneo de entrega, temple y pureza, reafirmando por qué es el gran referente del toreo a caballo. Guillermo Hermoso brilló con temple y clasicismo, mientras Rui Fernandes perdió el triunfo con el acero.
Arbeláez - Colombia. Fue Diego Ventura, sin discusión alguna, amo, señor y emperador del octavo festejo de la Feria de Abril en la Real Maestranza de Sevilla. La plaza, con más de tres cuartos de entrada, vibró y rugió como pocas veces lo hace, encendida por la entrega y el arte de un rejoneador que, simplemente, no tiene techo. A lomos de su cuadra prodigiosa, y con el pulso exacto de quien domina todos los resortes del rejoneo moderno y clásico, Ventura construyó dos faenas de altísimo nivel. La autoridad presidencial, sin embargo, mostró una rigidez incomprensible, negando una segunda oreja que el tendido pidió con un mar blanco de pañuelos y una voz unánime de justicia.
El quinto, toro serio y con hechuras, de nobleza justa y duración limitada, fue la plataforma perfecta para que Ventura mostrara su dominio total del tiempo y del terreno. Desde los primeros compases, la faena fue in crescendo. Citó al pitón contrario con firmeza, clavó con precisión milimétrica y puso al público de pie con ‘Bronce’ en un par a dos manos que fue un estallido de torería y entrega. Luego vinieron tres banderillas cortas ejecutadas con ritmo, medida y riesgo. El rejón de muerte, certero al primer intento, desató la apoteosis: toda la plaza se volcó en una petición clamorosa de la segunda oreja. Un auténtico clamor popular... que encontró como muro de contención la intransigencia del palco. El respetable tronó con una bronca sonora y merecida al presidente, que privó a Sevilla de un momento de justicia taurina.
Antes, en el segundo, un toro manso que marcó su querencia desde el inicio, Ventura sacó lo mejor de su oficio. Castigó bajo, sujetó, enceló y templó con conocimiento de terreno y de enemigo. Todo lo hizo él, con una sobriedad que se transformó en explosión con ‘Bronce’, otra vez protagonista en un par a dos manos que volvió a poner en pie a la plaza. Tres rosas decoraron una faena medida, coronada por un rejón de muerte en dos tiempos y un golpe de verduguillo. El público pidió la oreja con fuerza. El presidente, esta vez con más margen de duda, no concedió. Ovación fuerte y sentida.
Ventura fue, es y sigue siendo un ciclón del rejoneo, una figura que trasciende el resultado estadístico porque su toreo, como el de los elegidos, llega a lo hondo. Lo de ayer en Sevilla fue una clase magistral, un monumento a la inspiración, al riesgo medido, al temple sereno. Y también, una denuncia viva contra el exceso de rigidez en el palco, cuando la voz del tendido es unánime y está encendida por la verdad.
El complemento artístico lo puso Guillermo Hermoso de Mendoza, que firmó dos actuaciones de alta nota, sobre todo con el sexto. Fue recibido de forma brillante a portagayola, para luego ir construyendo una faena de clasicismo y ligazón, con reuniones limpias y un par de cortas a dos manos de gran impacto. El rejón de muerte, aunque seguido de un descabello, fue suficiente para obtener la oreja, justa y ganada a ley. Ya con el tercero había ofrecido una faena vibrante, con torería y pureza, que se quedó en ovación por el fallo con el descabello tras rejón efectivo.
Rui Fernandes tuvo en el cuarto toro, extraordinario por galope, entrega y ritmo, su mejor opción. Se acopló con inteligencia, clavó al quiebro con ajuste y ofreció un carrusel de piruetas en la cara del toro que levantaron los tendidos. Sin embargo, el rejón de muerte se le atragantó, y el premio grande se esfumó. Ovación de respeto. Con el primero, un toro sin ritmo ni celo, Rui navegó sin rumbo claro, a pesar de algunas banderillas de mérito. Mal con el acero, silencio.
La corrida de Fermín Bohórquez, bien presentada, fue un material propicio para el lucimiento. Excepcional el cuarto, de altísimo nivel. Muy buenos el tercero y sexto. Noble pero venido a menos el quinto. Manso el segundo y deslucido el primero. Una corrida completa, que dio opciones, y que evidenció la desigual interpretación presidencial del reglamento.
Ayer, en Sevilla, se vivió una lección de rejoneo. Pero también una lección de cómo el corazón del público puede latir con justicia mientras la autoridad permanece sorda. Diego Ventura, desde su maestría indiscutible, dejó claro que la plaza le pertenece, aunque el palco aún no lo entienda.
Ficha del Festejo
Domingo 4 de mayo, 2025 - Real Maestranza de Caballería de Sevilla - Octavo compromiso del abono de Feria - Se lidiaron seis toros de Fermín Bohórquez, bien armados, con seriedad en su presencia, cuajo y remate, que en líneas generales ofrecieron un juego interesante y variado. El cuarto resultó excepcional por su clase, ritmo y entrega, mientras que el tercero se significó por su movilidad e importancia. El sexto, con nobleza y fondo, permitió el lucimiento. El quinto, de gran nobleza, terminó por acusar la falta de fondo en los compases finales. El segundo mostró genio y querencias propias de la mansedumbre, y el primero, aunque noble, acusó falta de celo y transmisión. Rui Fernandes: Silencio y Ovación. Diego Ventura: Ovación y Oreja con fuerte y mayoritaria petición de la segunda. Guillermo Hermoso de Mendoza: Ovación y Oreja.