09.09.2025 09:34 a.m.
Redacción: Juan Pablo Garzón Vásquez
Don Benito celebró el Día de Extremadura con una corrida mixta para el recuerdo: Diego Ventura, Antonio Ferrera, Morante de la Puebla y Emilio de Justo brillaron en pureza y entrega, ante toros de Los Espartales y Virgen María que ofrecieron nobleza y bravura. Una tarde de pasión, arte y torería que llenó los tendidos de ovaciones y devolvió la fe en la grandeza del toreo.
Lenguazaque - Colombia. La corrida mixta celebrada en Don Benito con motivo del Día de Extremadura reunió todos los ingredientes de una fecha histórica: un cartel de máximas figuras, un lleno de “no hay billetes” y dos ganaderías de garantías que ofrecieron bravura y nobleza. La conjunción de Ventura a caballo y de Ferrera, Morante y Emilio de Justo a pie regaló al público una sucesión de emociones donde el temple, la verdad y el compromiso se entrelazaron con la calidad de los astados, configurando una tarde de toreo grande, soñada y recordada.
ENTREGA Y PUREZA DE LOS ACTUANTES
Desde el inicio, quedó claro que no se trataba de un festejo cualquiera. Diego Ventura, caballero en plaza y maestro del rejoneo, abrió la tarde con “Canastero”, un toro negro de Los Espartales que salió con pies y acometida viva. Ventura lo llevó templado a dos pistas, con banderillas al violín de gran riesgo y espectacularidad. El público rugió de pie, entregado a la pureza de su doma y a la conjunción perfecta con sus caballos. El rejón final no acompañó con rotundidad, pero la oreja obtenida supo a triunfo de corazón.
Antonio Ferrera, que lidiaba en el segundo, entendió la nobleza de “Jaqueca”, de Virgen María, con una faena cimentada en la mano diestra, sin perder el pulso de la emoción. Toreo templado, con pases largos y hondos, en los que se entrelazaron la plasticidad y la firmeza de un diestro curtido. La estocada en lo alto rubricó dos orejas que supieron a reivindicación.
Morante de la Puebla se topó en el tercero con un toro complicado que protestó en varas y deslució la lidia. Bronca para el genio de La Puebla tras abreviar. Sin embargo, como dicta la grandeza del toreo, la segunda oportunidad convirtió la tarde en gloria: con el séptimo toro firmó una obra de ensueño, comenzando sentado en el estribo y prolongando su faena con muletazos lentos, sentidos, cargados de un clasicismo que estremeció. Una estocada desprendida le bastó para pasear dos orejas de peso.
Emilio de Justo, torero de extremada seriedad, ofreció quizá las faenas más sólidas de la tarde. Con “Espinado”, un toro cuesta arriba que empujó con un pitón en varas, desplegó torería desde las verónicas hasta la muleta, toreando por ambos lados con hondura y verdad. La estocada fulminante fue la rúbrica de dos orejas que alzaron al cielo de su tierra extremeña. Con el octavo, un toro flojo, volvió a mostrar temple y capacidad, estructurando la faena con inteligencia y suavidad, para cortar una oreja más.
BONDADES DE LOS ASTADOS
La tarde se enmarcó en el lucimiento gracias a las condiciones de los astados. Los ejemplares de Los Espartales, para rejones, ofrecieron movilidad y nobleza, especialmente el quinto, que permitió a Ventura bordar el toreo a caballo con quiebros imposibles y banderillas a dos manos que pusieron la plaza en pie. El premio de dos orejas y rabo fue la justicia poética a un rejoneo en estado puro.
Los toros de Virgen María, serios de presentación, dieron juego variado, desde la bravura de “Jaqueca” y la clase de “Espinado”, hasta la nobleza colaboradora del séptimo que permitió a Morante expresar su arte en plenitud. Aunque algunos mostraron flojedad, en las manos de toreros entregados esa debilidad se transformó en plasticidad y lucimiento.
UNA TARDE PARA SOÑAR EL TOREO
Don Benito vivió una corrida mixta sin billetes, marcada por el compromiso de los actuantes y la entrega de los tendidos. Ventura, genio del rejoneo, salió en hombros con tres orejas y un rabo. Ferrera, en comunión con su gente, cosechó dos orejas y una más en su segundo turno. Morante, tras un inicio deslucido, se reconcilió con la plaza a lo grande, con dos orejas que supieron a obra maestra. Emilio de Justo, fiel a su estilo recio y clásico, cerró la tarde como torero de peso, sumando tres orejas en total.
La pureza del toreo, la entrega de los hombres y la bravura medida de los astados se entrelazaron en una jornada que reivindica la vigencia del arte taurino como patrimonio cultural y emocional de Extremadura.