26.08.2025 01:15 p.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
En Tacueyó, Cauca, la plaza de toros Granada vibró con un lleno absoluto durante la feria del 16 al 18 de agosto, ratificando que la tauromaquia sigue viva en el corazón de las comunidades ancestrales de Colombia, donde tradición, cosmovisión y cultura se funden en un solo rito colectivo.
Arbeláez - Colombia. En los rincones donde la memoria ancestral se encuentra con las tradiciones mestizas, la tauromaquia se erige como un lenguaje cultural que trasciende el tiempo. Lo vivido en Tacueyó, municipio de Toribío, no fue únicamente una feria con agenda festiva, sino un testimonio de la vitalidad y la legitimidad de la fiesta brava dentro del tejido social colombiano. Allí, en la Plaza Granada, propiedad de la Escuela Taurina de Cali, el rito taurino no solo convocó a multitudes, sino que reafirmó la profunda raíz que esta manifestación tiene en la identidad de los pueblos que, desde la cosmovisión indígena hasta las influencias hispánicas, han hecho del ruedo un escenario de encuentro, resistencia y celebración.
LA PROFUNDIDAD Y EL ARRAIGO LEGÍTIMO DE LA TAUROMAQUIA EN COLOMBIA
Tacueyó, un resguardo indígena enclavado en el municipio de Toribío, al nororiente del Cauca, fue escenario de una demostración incontestable de la vigencia cultural de la tauromaquia. Durante los días 16, 17 y 18 de agosto, sus tradicionales ferias y fiestas se engalanaron con dos espectáculos taurinos de primera línea: una novillada celebrada el domingo y un espectáculo cómico-taurino protagonizado por “Los Traviesos del Ruedo” el lunes, ambos realizados en la Plaza de Toros Granada, propiedad de la Escuela Taurina de Cali.
El éxito fue rotundo: un lleno total, con boletería agotada, que reafirma cómo la fiesta brava no es un anacronismo ni una práctica aislada, sino un eje de cohesión cultural profundamente enraizado en el alma de los pueblos. La imagen de la plaza colmada de público lo dice todo: el toreo, con su liturgia de valor, arte y sentimiento, sigue siendo un patrimonio vivo, legítimo y reivindicado por comunidades que lo han hecho suyo desde generaciones pasadas.
TAUROMAQUIA: HERENCIA Y COSMOVISIÓN DE LOS PUEBLOS
El caso de Tacueyó reviste un valor simbólico particular. En esta tierra de resguardos, donde se preservan memorias ancestrales y cosmovisiones ligadas a la relación con la tierra, el alimento y lo sagrado, la tauromaquia ha encontrado un espacio de pertenencia. No se trata de una imposición externa, sino de una integración cultural que desde la época colonial se fusionó con los valores indígenas, dando lugar a una identidad mixta en la que la plaza de toros se convirtió en ágora social, en ritual compartido y en celebración de la vida.
La fiesta brava, lejos de ser un espectáculo elitista, es aquí manifestación popular y comunitaria. La novillada dominical evidenció la cantera de nuevos talentos, formados bajo la disciplina y la entrega de la Escuela Taurina de Cali, institución que, con la Plaza Granada como epicentro, sigue irradiando pasión y técnica. El lunes, con la función cómico-taurina, la tradición demostró su capacidad de reinventarse, de convocar sonrisas y de tender puentes generacionales, consolidando así su vigencia en el calendario festivo.
IDENTIDAD CULTURAL FRENTE A LEYES PROHIBICIONISTAS
Paradójicamente, mientras en las grandes urbes los discursos ideológicos y las normativas prohibicionistas pretenden coartar la expresión taurina bajo el pretexto de una falsa modernidad, son precisamente las comunidades indígenas, históricamente instrumentalizadas por los gobiernos de turno, quienes reivindican con más fuerza este patrimonio cultural. Las mismas comunidades que suelen ser convocadas a marchas y manifestaciones en defensa de la diversidad cultural, hoy son víctimas de leyes que buscan uniformar y silenciar sus expresiones más auténticas.
¿Acaso no es una contradicción que bajo el lema de la diversidad se intente prohibir la tauromaquia, cuando esta forma parte inseparable de la memoria colectiva de pueblos como los de Tacueyó? El lleno absoluto de la plaza, la emoción del público, la entrega de los actuantes y la solemnidad del rito son una prueba palpable de que la tauromaquia, lejos de estar en agonía, goza de una salud vibrante cuando se practica en su contexto natural: la comunidad.
UNA LECCIÓN PARA EL PAÍS
La feria de Tacueyó envía un mensaje claro al resto del país: la tauromaquia no es un artificio, ni un residuo del pasado, sino una expresión cultural con profundidad histórica y arraigo legítimo. Negarla es desconocer la riqueza mestiza de nuestra nación, en la que las tradiciones españolas se entrelazaron con las cosmovisiones indígenas y afrodescendientes para dar lugar a un patrimonio plural.
En la arena de la Plaza Granada, más que un espectáculo, lo que se vivió fue una reafirmación identitaria. Con cada pase, cada muletazo y cada gesto ritual, se tejió un puente entre ancestros y contemporáneos, entre la memoria y la esperanza. Tacueyó, con su lleno histórico, se convirtió en símbolo de resistencia cultural, en recordatorio de que la fiesta brava late con fuerza allí donde se respeta su dimensión humana, artística y espiritual.
La imagen del “no hay billetes” no es solo una postal taurina: es el retrato de un pueblo que, con orgullo y dignidad, defiende lo que le pertenece.