Vic-Fezensac: De Castilla, El Alma por Delante

Vic-Fezensac: De Castilla, El Alma por Delante

09.06.2025  05:54 a.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

En la tercera de feria de Vic-Fezensac, el colombiano Juan de Castilla firmó el momento más emocionante de la tarde ante Cigarrero, un toro de Dolores Aguirre que fue premiado con la vuelta al ruedo. Su entrega sin reservas, desde los lances de recibo hasta los muletazos de rodillas, dejaron ver a un torero que quiere ser, que no escatima ni valor ni sinceridad en su apuesta por el toreo grande.

Arbeláez - Colombia. En la arena de Vic-Fezensac, donde la exigencia y el respeto por la verdad del toro son ley no escrita, hay tardes que rebasan las estadísticas y se instalan en el alma del aficionado. La tercera corrida de la Feria de Pentecostés 2025 fue una de esas. El hierro de Dolores Aguirre, esperado con expectación casi religiosa, trajo consigo el sabor añejo del toro íntegro, y entre pasajes de manso y bravura, emergió la figura de Juan de Castilla. Con un toreo de raíz, de fibra y de orgullo, el colombiano firmó un capítulo que no necesita orejas para ser recordado. Su sinceridad, su valor desnudo y su forma de estar en la plaza colocaron su nombre con fuerza entre los elegidos. Fue más que una actuación: fue una declaración de principios.

El Alma por Delante: La entrega sin fisuras de Juan de Castilla marcó el punto álgido de la tarde en Vic-Fezensac

En una jornada marcada por la irregularidad en el juego de los toros de Dolores Aguirre y el escaso lucimiento de las espadas, Juan de Castilla irrumpió como un estallido de autenticidad en el tercer turno de la tarde. No fue una faena redonda ni rubricada con el acero, pero sí una actuación que rebosó verdad, torería y hambre. Frente a Cigarrero, número 55, de imponentes defensas y tremenda presencia, el colombiano dejó patente que el querer ser y la entrega no entienden de modas ni nacionalidades: son el idioma universal del arte del toreo.

Desde que Cigarrero saltó al ruedo, se sintió que algo distinto iba a ocurrir. Era un toro en el tipo de Dolores Aguirre, con seriedad en las palas y fondo por descubrir. Juan de Castilla lo saludó con lances genuflexos, cargando la suerte con cadencia y decisión, como quien se sabe frente a una oportunidad que no puede dejar escapar. Esa disposición, ese gesto de rodilla en tierra y corazón por delante, ya anunciaba que lo que vendría después sería una entrega sin condiciones.

El tercio de varas fue sencillamente memorable. Cigarrero respondió con una bravura vibrante, arrancándose hasta en cuatro ocasiones desde largo, con empuje y fijeza. El picador Teodomiro José Caballero ejecutó una labor impecable, templando y aguantando, lo que le valió una ovación clamorosa desde los tendidos. Castilla, lejos de administrarse, optó por lucirlo con generosidad, sabedor del material que tenía delante y del tipo de torero que quiere ser.

Y entonces llegó la muleta. La faena, comenzada de rodillas en el centro del anillo, fue un arranque de emoción pura. Los derechazos iniciales, hondos y sentidos, calaron con fuerza en una afición que siempre ha sabido valorar la autenticidad. Por momentos, se soñó con una obra mayor. Sin embargo, al tomar la zurda, el toro acusó el esfuerzo y se fue apagando. Lo que había sido embestida franca se tornó en medias arrancadas y miradas defensivas. Aun así, el colombiano no se arrugó: aguantó, insistió, se quedó. El fallo con la espada dejó sin premio tangible una obra que merecía más, aunque el público le tributó una ovación sentida, mientras el bravo Cigarrero daba merecida vuelta al ruedo.

El sexto, manso y deslucido, no ofreció opciones. Juan lo intentó con dignidad, sin eco. Pero ya había dicho todo con su primero. Había hablado con la verdad del que se entrega sin dobleces. Porque en esta época de tantas dudas y discursos, lo que Juan de Castilla puso sobre la arena fue una certeza: la del torero que quiere ser, que no mide riesgos, que se desborda, que honra la profesión y que pelea cada tarde como si fuera la última.

En contraste, Fernando Robleño, que se despedía de Vic, firmó una labor templada y con gusto ante su primero, y una más esforzada con el cuarto, ambos sin demasiada historia tras el paso por varas. Aun así, fue homenajeado con justicia por la Comisión Taurina antes del paseíllo, en reconocimiento a su trayectoria y a su fidelidad a esta plaza.

Por su parte, Damián Castaño no logró conectar con sus oponentes. El primero se apagó pronto y buscó las tablas; el segundo, de más cuajo, permitió una faena de fondo, pero sin estética. En ambos, el acero lo alejó de cualquier premio.

En definitiva, fue una tarde de contrastes. Entre la mansedumbre y el coraje, entre la frialdad y la llama viva, se impuso un nombre: Juan de Castilla. No cortó orejas, pero se ganó algo que no se compra ni se regala: el respeto. Porque hay tardes que no se cuentan por trofeos, sino por la huella que dejan. Y la de ayer, con Cigarrero y Juan de Castilla, quedará en la memoria de Vic como ejemplo de entrega sin fisuras y torería de verdad.

Ficha del Festejo

Vic-Fezensac, Francia - Domingo 08 de junio, 2025 - Tercera corrida de la Feria de Pentecostés 2025 - Toros de Dolores Aguirre. el tercero de la tarde de nombre ‘Cigarrero’, nº55, fue premiado con la vuelta al ruedo. Fernando Robleño: Palmas y Silencio. Damián Castaño: Silencio y Silencio. Juan de Castilla: Ovación y Silencio. Incidencias: Previo al paseíllo la Comisión Taurina de Vic homenajeó a Fernando Robleño en su última tarde en esta plaza.

  

 

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