Zipaquirá: Los Toros Viven y Leandro Profundiza

Zipaquirá: Los Toros Viven y Leandro Profundiza

30.11.2025  07:25 a.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

En la plaza de tientas La Macarena, en Zipaquirá, los novillos-toros de La Milagrosa dejaron claro que la casta sigue viva en el centro del país. Fue una jornada marcada por la entrega de los actuantes y, sobre todo, por la hondura torera de Leandro de Andalucía, quien rubricó una faena clásica y de enorme profundidad.

Arbeláez - Colombia. La plaza de tientas La Macarena, enclave silente entre montes y brumas, volvió a ser epicentro del pulso íntimo entre el hombre y el toro, el pasado viernes 28 de noviembre. La dehesa La Milagrosa, propiedad de Don Héctor Rincón, presentó tres novillos-toros, encaste Parladé, bien definidos en su concepto ganadero: encastados, nobles, con genio y un punto justo de bravura, suficiente para exigir a los actuantes, pero también para permitir expresión y verdad en cada muletazo.

La tarde tuvo un ambiente de campo bravo auténtico, donde la pureza del tentadero se mezcla con el rigor técnico del análisis ganadero y el compromiso total de quienes pisan el ruedo. El viento frío del altiplano acompañó una jornada que demostró que los toros viven, laten y se defienden, y que el toreo, cuando se ejecuta con hondura, puede conmover en cualquier rincón donde se alce una arena.

EL ORDEN Y TEMPLE DE ANDRÉS RUIZ, A CABALLO Y CON VERDAD

El rejoneador Andrés Ruiz abrió la jornada con una actuación ordenada, técnica y de concepto muy definido. Sus jacas toreras se movieron con cadencia en los tres tercios, hilvanando una lidia limpia, medida y con la distancia adecuada, pese a que el burel que le correspondió acusó cierta limitación de fuerza desde los compases iniciales.

Ruiz entendió las condiciones del astado y lo llevó siempre a favor, pulseando la embestida y evitando quebrantos innecesarios. La colocación de las banderillas fue sobria y de buena colocación, aunque sin la intensidad que hubiera permitido un enemigo más entregado. En la suerte suprema, un pinchazo previo al rejón certero redujo el premio, pero el conjunto de la obra fue reconocida con palmas, justa valoración para un rejoneo serio, sin artificios y de buen gusto campero.

PACO CÉSPEDES: EXPRESIÓN PERUANA ANTE UN NOVILLO DE VIRTUDES

El matador peruano Paco Céspedes encontró en su oponente un novillo-toro con cualidades destacadas: nobleza franca, embestida sostenida y un ritmo que permitía la ligazón. Céspedes, consciente de la oportunidad, se impuso desde la capa, dejando verónicas acompasadas y un toreo a la media distancia que caló en el público presente.

La faena de muleta tomó vuelo rápidamente. El torero entendió al astado desde el primer muletazo: series templadas, mano baja y largura en los pases, aprovechando cada viaje con soltura y una expresión artística que merece resaltarse. Fue una labor técnica pero cargada de sensibilidad, donde los tiempos se midieron con precisión y la colocación fue clave para extraer las mejores virtudes del de La Milagrosa.

La estocada, de ejecución ortodoxa y eficaz, hizo rodar al toro y permitió al espada cortar una oreja de sólido peso artístico.

LEANDRO DE ANDALUCÍA: LA PROFUNDIDAD, LA PUREZA Y LA EMOCIÓN DEL TOREO ETERNO

El punto culminante de la tarde llegó con Leandro de Andalucía, quien encontró en su novillo-toro un antagonista ideal para expresar su concepto del toreo: clásico, profundo, de raíces añejas y alma moderna.

Desde el recibo capotero, Leandro abrió el tarro de las esencias. Meció el capote con suavidad cadenciosa, marcando desde el inicio un diálogo íntimo con el burel. El astado, con genio, pero nobleza, repitió con prontitud y permitió que el torero estructurara una obra de enorme solidez técnica.

Ya con la muleta, Leandro firmó una faena de profundidad torera, un compendio de los cánones del arte de Cúchares: colocación impoluta, temple fino, ligazón de izquierda a derecha y un sentido del ritmo que convertía cada serie en una lección de toreo caro. La inteligencia en la administración del toro, la elección precisa de los terrenos y la cadencia de su muñeca dejaron momentos de gran carga emocional.

El público, reducido pero entendido, supo interpretar la hondura del trazo y el sabor añejo de su propuesta. Tras una estocada de efectos rápidos, el palco concedió una oreja, premio más que merecido para una actuación que elevó la tarde a un plano superior.

EL TOREO VIVE DONDE HAYA VERDAD

La tienta en La Macarena no fue un simple ejercicio ganadero. Fue un recordatorio de que el toro bravo sigue siendo la esencia, que en el centro del país la casta está viva, y que toreros como Leandro de Andalucía pueden convertir una tarde de campo en una cátedra de profundidad y pureza.

La Milagrosa reafirma su camino en la búsqueda del toro con genio, nobleza y posibilidades; y los actuantes demostraron que el toreo, cuando se hace con entrega y autenticidad, trasciende plazas, fronteras y artificios.

Una jornada que quedará en la memoria de quienes tuvieron el privilegio de presenciarla.

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